viernes. 27.09.2024
Manuel Bivar
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Narrativa | RECAREDO VEREDAS

Si hubiera que definir La charca en menos de una línea podría afirmarse que es la obra de un Genet portugués y, a su manera, ecologista. Una lectura superficial podría llevarnos a creer que el narrador de Bivar es un nihilista, pero nada más lejos de la realidad. Tiene un propósito y, además, apasionado. 

La charca no es, ni por asomo, una novela convencional. Sus primeras líneas presentan a un narrador extrañísimo que, sin embargo, resulta creíble: la suya es una voz en aparente tercera persona, que opina desde una omnisciencia y una subjetividad propia de una primera. La voz se identifica con el protagonista, las reflexiones e invectivas que llenan la novela son suyas, pero a su vez se disocia de él: “Pasó el invierno entregado a este tipo de reflexiones y prácticamente comía como queriendo limpiarse del mundo que había dejado. Aunque se pregonasen las virtudes del vegetarianismo, todo seguía orientado por el recuerdo del hambre, de la sardina para cinco, y muchos se desquitaban comiendo en un mes su propio peso en carne de cerdos negros criadas en pocilgas minúsculas que vertían sus pozos negros al río”. Podría especularse por las causas traumáticas de esa disociación y tal especulación podría tener base, tanto en lo que conocemos sobre el pasado del protagonista como en su mirada distópica. El mundo donde transcurre es un desastre moral y ambiental, peor incluso que el nuestro, aunque tal vez sea una novela realista cuyo punto de vista, aunque lúcido, tienda hacia la oscuridad. 

"La charca" es un libro sobre la crisis ambiental y la validez o invalidez de las soluciones propuestas para atajarla. Bivar demuestra un conocimiento profundo de la materia

No es fácil entrar en La charca pero, quien lo hace, se encuentra con uno de los mejores libros del año. Es una obra importante y, además, actual porque el debate ecológico está en el centro de nuestras vidas. Y, se acepte o no la perspectiva contracorriente del autor, La charces un libro sobre la crisis ambiental y la validez o invalidez de las soluciones propuestas para atajarla. Bivar demuestra un conocimiento profundo de la materia. Contextualiza al ser humano, nuestra supuesta omnipotencia, dentro de la naturaleza, de algo infinitamente mayor que nosotros. Llena las páginas de referencias solo al alcance de los expertos, aunque no obstaculicen la comprensión ni el avance de la novela Cada línea contiene enlaces con otras realidades. Está lleno de pequeños hipervínculos siendo, en ese sentido, radicalmente moderno. 

La trama de la novela existe y el propósito del personaje también -un renegado de la sociedad intenta levantar su mundo soñado, pero el estado y “la realidad” no se lo permiten- aunque esté continuamente manchado, como en un cuadro donde se adivinan formas, pero quedan cubiertas por las opiniones del narrador. Se adivina el propósito de plantar un huerto y se adivina también un mundo distópico: “Todos se sentían aún culpables por la desgracia de no encontrar trabajo en un mundo donde el trabajo ya se había acabado, pero no había aún ninguna conversación sobre el asunto”. Por otro lado, no lo conocemos todo sobre el pasado del anacoreta, aunque podemos intuirlo: “Aquel ayuno era el final de un ciclo que había comenzado con una juventud de obesidad mórbida…”. También se insinúa su contagio de VIH. Aunque pueda parecer que la mezcla de historia y discurso es caótica, no lo es en absoluto, ambas se contrapesan en busca del equilibrio. 

‘La charca’ es un libro importante. Constituye un ataque en toda regla a nuestro alejamiento de lo orgánico, de la auténtica vida

La cercanía del colapso mundial, aunque en ningún momento se explicite, aproxima al libro a lo apocalíptico, a esa tendencia que parece irremediable en nuestros tiempos, tanto en la calle como en la narrativa. Enlaza, curiosamente, con un libro tan, tan distinto como es la última novela de Pol Guasch (En las manos el paraíso quema), que también es una estilizada pesadilla. 

Bivar es un romántico desengañado, acercado por la tragedia al vitalismo, a la reivindicación de una libertad absoluta -por supuesto también sexual- ajena a cualquier ley. La suya es una mirada opuesta a todo, aunque no nihilista. Defiende causas tan a contracorriente como son las palomas urbanas o los bosques de eucaliptos. Muchas de sus afirmaciones son más que discutibles, por ejemplo las que atañen a los incendios forestales, pero a la hora de analizarlas debe tenerse en cuenta la mirada del narrador. 

‘La charca’ es un cuestionamiento total de los pilares de nuestro mundo, hecho con aparente desarraigo, en el límite de la locura

Las referencias de Bivar fueron malditas décadas atrás, pero su prestigio se ha estabilizado, aunque sigan resultando transgresoras: aparecen los malditos franceses con, por supuesto, Jean Genet a la cabeza, pero también Lautreamont, incluso Houellebecq, aunque no como poeeta sino como cronista implacable de lo actual. También es irremediable citar a los beatniks, desde Ginsberg a Burroughs, incluso el Lorca de Poeta en Nueva York. De fondo aparece Whitman, como padre espiritual de muchos de ellos. También pueden encontrarse referencias más modernas, como Paul Preciado. 

Bivar es capaz de manejar registros muy distintos, alejados del surrealismo profético que utiliza en la mayor parte del libro. Así lo demuestra cuando narra un cuento “normal” o en la prosa casi documental que utiliza en el momento de la destrucción: “Con el litio que extraían de los agujeros se hacían baterías y el vecino alquiló sus robledales durante veinticinco años para que se cubriesen de paneles solares y las ovejas limpiasen el bosque…”. 

La charca es, concluyendo, un libro importante. Constituye un ataque en toda regla a nuestro alejamiento de lo orgánico, de la auténtica vida, por parte de un autor que no está mediatizado por las redes sociales, ni por la mirada ajena. Bivar tiene un enfoque absolutamente propio, intransferible, y solo ha pensado en sí mismo a la hora de escribir. La charca es un cuestionamiento total de los pilares de nuestro mundo, hecho con aparente desarraigo, en el límite de la locura, pero también sumamente lúcido. Todo ello resulta de especial importancia en esta época de control absoluto. 

La charcaManuel Bivar. Deconatus. Madrid, 2024. 104 páginas, 17 €  COMPRA ONLINE


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Recaredo Veredas. Escritor y crítico literario

En la estela de Genet | 'La charca', de Manuel Bivar