CRÍTICA DE JOSÉ LUIS IBÁÑEZ SALAS

Ignacio Martínez de Pisón: infancia, adolescencia y juventud

Necesitamos tu ayuda para seguir informando
Colabora con Nuevatribuna

Narrativa | JOSÉ LUIS IBÁÑEZ SALAS | @ibanezsalas

Ropa de casa no es una novelaRopa de casa, publicado en 2024, son las memorias del escritor español Ignacio Martínez de Pisón (que sabe que “a escribir nunca se termina de aprender”). Más exactamente de sus primeros treinta años de vida. Terminadas de escribir cuando el autor tenía 62 o 63 años, componen un libro de notable interés que no acaba de hacerle justicia a la categoría de extraordinario escritor del autor de Derecho natural. (Pero tampoco la desdice.) Me encanta cuando escribe que para crecer como escritor hay “que crecer como persona”.

Su niñez:

“En aquella época todo parecía más viejo de lo que era. Las casas, por ejemplo. Las que tenían diez o quince años adquirían con rapidez un aspecto vetusto, centenario, y las que de verdad eran viejas lo eran como con resignación, sin la esperanza de alcanzar la categoría de antiguas. Nuestro piso consistía en un largo pasillo en forma de ele con las habitaciones a un lado y la cocina al fondo. Tenía en general un aire sombrío, gastado, como si acabara de morir el inquilino anterior, y sin embargo los recuerdos que conservo de ese piso son de felicidad: despertarme en primavera con el canto de los vencejos, mi tía Mari Jose pinzándome las yemas de los dedos y recitando aquello de «este compró un huevito», la música de la radio que nos llegaba a través del patio interior.

Vivíamos en un mundo viejo: los carros tirados por mulas, las cajas de arenques puestas al sol, las oscuras carbonerías, los repartidores de hielo, que, cubiertos con una gruesa tela de arpillera, parecían sayones. Vivíamos en un mundo viejo, pero el futuro estaba a la vuelta de la esquina: los electrodomésticos empezaban a llegar a los hogares…”

‘Ropa de casa’, publicado en 2024, son las memorias del escritor español Ignacio Martínez de Pisón. Más exactamente de sus primeros treinta años de vida

Un mundo viejo en el que el futuro estaba a punto de llegar. El mundo del niño Ignacio que ahora sabe que, si trata de encontrar en su pasado “un soplo de autenticidad y pureza”, a donde le conduce la memoria es a aquellos veranos suyos riojanos de los años sesenta, cuando tenía “la certeza de estar habitando un paraíso y no veía ningún motivo para que las cosas tuvieran que cambiar” y “la vida se ofrecía hermosa, promisoria”. 

“Recuerdo mi niñez como un tiempo en el que todo era seguro, consistente. Vivíamos con la sensación de que las cosas iban a seguir siendo como habían sido siempre, sin darnos cuenta de que ese siempre no abarcaba más allá de los últimos dos o tres años. El día en que me enteré de que mi padre había pedido el traslado y nos íbamos a vivir a Zaragoza, lloré a lágrima viva”.

Se erige su madre (“una mujer menuda y nerviosa” que “hasta el final de su vida conservó un aire vagamente juvenil que contrastaba con el de la gente de su edad”), a raíz de la muerte del padre de Martínez de Pisón, en la protagonista de un relato vital:

“Poco más de diez años de matrimonio y casi cincuenta de viudez: ese sería uno de los posibles resúmenes de su vida. Crecida en plena posguerra, mi madre perteneció a la última generación de españolas educadas para consagrarse a la casa, el marido y los hijos”. 

Como el libro de Ignacio Martínez de Pisón es también (y ese es su mayor interés, no el único) un recorrido muy lúcido a lo largo del tiempo que le ha tocado vivir, se me hace especialmente seductor leerle cosas como que su madre, que había crecido en plena posguerra civil, “perteneció a la última generación de españolas educadas para consagrarse a la casa, el marido y los hijos". Había sido “educada para que otros decidieran por ella”. Algo que tuvo que aprender a la carrera, a tomar decisiones, azuzada por su carácter orgulloso, aunque atemorizada. 

Y, por fin, la literatura… Que, en su adolescencia, con catorce o quince años, tuviera acceso a las tres novelas carlistas de Valle Inclán (Los cruzados de la causaEl resplandor de la hoguera y Gerifaltes de antaño), y las leyera, le “descubrió que había una emoción que no brotaba del destino de los personajes sino del modo de exponerlo, y que esa emoción era superior a cualquier otra”. De repente, vislumbró que “los escritores, seleccionando unas palabras y no otras, combinándolas de una forma y no de otra, podían generar belleza a la manera en que lo hacían los pintores, los escultores o los músicos”. 

“Aquello era buena literatura. Arte, en definitiva: algo que en algunos libros estaba y en otros no. A partir de entonces, no podría volver a leer las novelas del mismo modo”.

Era en aquella juventud suya Martínez de Pisón de “un izquierdismo algo desmayado” influido por las historietas protagonizadas por Mafalda, no por los ensayos de Marcuse

Llegamos, llega el autor a 1978. Cuando conoció a María José (a la que será su esposa). La descripción que de ella hace es maravillosamente cortés y tierna, de auténtico humano enamorado:

“En ella se concentraban la delicadeza, la dulzura, el encanto, la belleza. No digo que tuviera todo eso. Digo que ella lo era. Que era la quintaesencia de todo eso: cualquier otra mujer del mundo solo poseería delicadeza, dulzura, etcétera, en la medida en que se pareciera a ella. A su lado experimentaba una sensación de plenitud que me resultaba desconocida. A su lado me gustaba más a mí mismo: de ahí que nada me hiciera más dichoso que tenerla cerca. Mi propia felicidad consistía en hacerla feliz, y a ello estaba dispuesto a dedicar todas las horas del día, todos los días de mi vida. Por ella habría renunciado a todas las carreras que fuera necesario y cambiado de facultad cuantas veces hiciera falta”.

Hacer feliz para ser feliz. Un poco lo que les pasa a los escritores (nos pasa): seríamos felices si supiéramos que algo de lo que escribiéramos aporta algún gramo esencial de felicidad a quien lo lea.

Era en aquella juventud suya Martínez de Pisón de “un izquierdismo algo desmayado” influido por las historietas protagonizadas por Mafalda, no por los ensayos de Marcuse: “un izquierdismo de línea clara”.

Eran los tiempos en que…

La gris España de ese caudillo de voz atiplada y barriga de quinielista acababa de ser sustituida por una España polícroma, luminosa, en la que no faltaría ninguno de los colores de los nuevos tiempos”.

En 1982 se trasladó el autor a vivir a Barcelona: “había escapado del cascarón zaragozano” para tratar de vivir su propia vida, “lejos de la protección familiar”. Había aprendido a considerar innecesarios las comodidades y los lujos.

Comienza su carrera literaria entonces y todo ello se adueña de Ropa de casa: mi atención no descansa, pero mi interés decrece. Aunque, he de decir, que gracias a mi amigo Manolo Larrinaga conocí ya a aquel primer Martínez de Pisón en su estreno como autor de relatos para Anagrama. (Si bien, incomprensiblemente, estuve muchos años sin volver a leer nada de él.)

Empieza uno tratando de averiguar el escritor que quiere ser y acaba descubriendo el escritor que puede ser”.

Hay un momento en el que el autor de Castillos de fuego se sincera y saca lo mejor de sí mismo:

“Me pregunto ahora a quién, aparte de mí y de mis allegados, pueden interesar estas páginas, que cuentan una vida en la que no han pasado demasiadas cosas. Digamos que, en comparación con otras, la mía ha sido una vida pequeña. Pero, en fin, no solo a los pomelos y a las naranjas se les puede sacar el jugo: también a las mandarinas. He gozado siempre de buena salud, he vivido rodeado de afecto y me he podido dedicar profesionalmente a lo que siempre ha sido mi pasión, la literatura. Supongo que no hace falta mucho más para sentirse un privilegiado. A lo mejor este libro es solo un testimonio de emoción y gratitud hacia la gente que ha hecho que me sienta así, la gente que ha sido importante para mí”.

El libro, acabado de escribir en enero de 2024, se interrumpe cuando a Ignacio y a María José, ya padres, les “había llegado el fin de la juventud”.

Ropa de casa. Ignacio Martínez de Pisón. Seix Barral. Barcelona, 2024. COMPRA ONLINE


JOSÉ LUIS IBÁÑEZ SALAS. Escritor y crítico literario