NOVELA GRÁFICA

'Adiós, Birkenau'. Memoria y dignidad

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Pablo D. Santonja | @datosantonja

Rondaba el 2017 cuando terminaba mi carrera universitaria. En aquella época los destinos eran Punta Cana, Riviera Maya, o si tenías pocos recursos, Ibiza o similar. Todo lugares paradisiacos. No sé muy bien en qué momento mis compañeras y yo marcamos otro destino: Varsovia, Polonia. En febrero. Llegamos a estar a -23º el día más frío, pero sin duda, fue uno de los viajes que más aprendí en mi vida. Un día, tras contables peripecias intentando no llegar tarde a un bus, nos encaminamos hacia Cracovia, más concretamente, Birkenau. Ese día no nos dirigimos ni una palabra, y no recuerdo hablar hasta el día siguiente.

Entre el material que ha llegado este mes de Norma Editorial, hay un tomo que llama mi atención, “Adiós, Birkenau”. Y sus páginas me transmiten la misma sensación que aquella vez hace años andando por sus barracones.

El campo de concentración de Birkenau, también conocido como Auschwitz II-Birkenau, fue uno de los lugares más trágicos y simbólicos del Holocausto. Ubicado cerca de la pequeña localidad de Brzezinka, a unos tres kilómetros de Auschwitz I en Polonia ocupada por los nazis, Birkenau se convirtió en el principal centro de exterminio dentro del complejo de Auschwitz. Este campo jugó un papel central en el plan de los nazis para implementar la llamada "Solución Final", es decir, el exterminio sistemático de los judíos europeos.

Birkenau fue construido en 1941 bajo las órdenes de Heinrich Himmler, jefe de las SS. Inicialmente, el campo fue concebido para albergar prisioneros de guerra soviéticas, pero pronto fue transformado en un vasto campo de concentración y, más tarde, en una instalación de exterminio masivo. El campo cubría aproximadamente 140 hectáreas y estaba dividido en varias secciones separadas por alambres de púas electrificados. A diferencia de Auschwitz I, que estaba más orientado al trabajo forzado, Birkenau fue diseñado específicamente para el exterminio.

Desde 1942, los trenes cargados de judíos, prisioneros de guerra, gitanos, opositores políticos y otros "indeseables", según la ideología nazi, llegaban constantemente al campo. Los deportados fueron seleccionados en la famosa "rampa" de Birkenau. Aquellos considerados aptos para el trabajo forzado estaban separados, mientras que la mayoría, incluidos niños, ancianos y personas enfermas, eran enviados directamente a las cámaras de gas.

Se estima que más de un millón de personas fueron asesinadas en Birkenau, la mayoría de ellas judías

El campo albergaba cuatro grandes cámaras de gas y crematorios donde se realizaban asesinatos a escala industrial. Los nazis utilizaron gas para llevar a cabo las ejecuciones masivas, y los cuerpos de las víctimas eran quemados en los crematorios o enterrados en fosas comunes. Se estima que más de un millón de personas fueron asesinadas en Birkenau, la mayoría de ellas judías.

La vida en Birkenau era una tortura constante para los prisioneros. Las condiciones de vida eran brutales: hacinamiento extremo, falta de comida adecuada, higiene deplorable y trabajo extenuante. Las barracas, construidas originalmente para albergar a caballos, estaban superpobladas, sin calefacción en invierno y con poca ventilación en verano. Las enfermedades como el tifus o la sarna se propagaban rápidamente, y los prisioneros eran sometidos a castigos brutales.

Con este trasfondo, “Adiós, Birkenau” nos cuenta la historia de Ginnette Kolinka, una sobreviviente francesa del Holocausto, nacida el 4 de febrero de 1925 en París, que ha dedicado gran parte de su vida a testimoniar sobre los horrores que vivieron durante la Segunda Guerra Mundial, especialmente en el campo de concentración y exterminio de Auschwitz-Birkenau. Su historia es la memoria y la lucha contra el olvido de una época oscura, que, tristemente, se repite en el tiempo.

Ginnette Kolinka es una de las voces vivas que recuerdan al mundo los horrores del Holocausto

Ginnette Kolinka es una de las voces vivas que recuerdan al mundo los horrores del Holocausto. A través de su activismo y sus relaciones, ha jugado un papel fundamental en mantener viva la memoria de las víctimas del genocidio nazi y en la educación contra la intolerancia. Su testimonio es un recordatorio de la importancia de no olvidar los crímenes cometidos durante ese oscuro período de la historia.

En esta novela gráfica nos enfrentamos a un relato pedagógico, sin miramientos ni paños fríos que hablan de una realidad que, cuando saltó a la luz, no faltaron negacionistas de los campos de concentración. Un libro que honra y homenajea una figura imprescindible de dignidad, mientras cuenta la vida y experiencia de Ginette.

Como nos tiene acostumbrados Norma Editorial, una vez terminado el relato, encontramos un dossier sobre esa época, con fotografías reales de nuestra protagonista.

Sin lugar a dudas, un trabajo llevado a cabo con respeto y admiración, que recuerda lo que es capaz de hacer el ser humano escudándose en la gobernanza de unos locos.