TRIBUNA DE OPINIÓN

¿Y si abordáramos la inmigración ignorando los alegatos xenófobos?

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Cada vez son más frecuentes las migraciones, un fenómeno que se expande en un amplio abanico que apunta en todas las direcciones imaginables. La progresiva transformación de muchas sociedades tradicionalmente homogéneas en otras más diversificadas, ha incrementado el radicalismo de los racistas y xenófobos y, como consecuencia, se ha promovido el odio al diferente en las personas más influenciables y fáciles de manipular a expensas de engañarlos con razonamientos espurios. 

El rechazo a la inmigración ilegal (concepto aplicado a quienes ingresan en un país del que no son ciudadanos violando sus leyes de inmigración) es implacable y carente de sensibilidad por parte de los grupos que promueven el racismo y la xenofobia, dos términos que se suelen utilizar de modo indistinto, aunque no signifiquen lo mismo. La xenofobia alude a los prejuicios y actitudes que rechazan, excluyen, y hasta desprecian a ciertas personas tanto por su condición de extranjería como por no cumplir los estándares identitarios de la comunidad o país al que emigran. Por su parte, el racismo se aplica a ciertas actitudes segregacionistas basadas en planteamientos ideológicos que consideran a su raza o grupo étnico como muy superior a otras. Para un xenófobo, cualquier extranjero que no tenga poder adquisitivo ni pasaporte será siempre un delincuente, y para un racista bastará sólo con tener un distinto color de piel para considerar inferior a un ser que probablemente sea más humano que ellos.

Es preocupante que en países con irrefutable tradición democrática sea cada vez más patente el menosprecio al diferente incluso desde plataformas institucionales

Tanto el racismo como la xenofobia son cada vez más patentes en sociedades desarrolladas y con tradición democrática. Quienes propugnan estas posturas pertenecen a estratos sociales ubicados en las antípodas de quienes abogan por los derechos humanos y luchan contra el desamparo, la desprotección, la violencia y el odio que los racistas y xenófobos otorgan al diferente. 

Es preocupante que en países con irrefutable tradición democrática sea cada vez más patente el menosprecio al diferente incluso desde plataformas institucionales cuando el poder lo detenta la ultraderecha, ideología cada vez más presente en las democracias tradicionales. Si bien la extrema derecha es minoritaria, resulta preocupante la postura de ciertos partidos conservadores que se asocian con el radicalismo ultra para conseguir mayorías absolutas que les permitan gobernar.

Cualquier ideología democrática tiene la obligación ética de diseñar y aplicar estrategias que impidan la proliferación de la xenofobia y el racismo

Pero retomando el tema del artículo, es un hecho que la proliferación de la xenofobia y del racismo es cada vez mayor, así como la capacidad para comprometer la convivencia en sociedades donde más patente es la diversidad de sus grupos raciales. Es por ello que para evitar males mayores, sería deseable que las comunidades de cualquier rincón del orbe las administraran hombres y mujeres de estado con ética y talento para resolver los problemas que socaven la igualdad de derechos para toda la ciudadanía, independientemente de cuál sea su sexo o el color de su piel. Entregarse al oportunismo de pactar con ideologías extremistas a cambio de algo tan efímero como es el poder, se convierte en un estigma que menoscaba la credibilidad en la clase política y tambalea los fundamentos de las democracias. Cualquier ideología democrática tiene la obligación ética de diseñar y aplicar estrategias que impidan la proliferación de la xenofobia y el racismo.