viernes. 26.07.2024
Antonio Maillo, coordinador federal de Izquierda Unida, en un acto de Sumar en las pasadas elecciones europeas

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Las elecciones al Parlamento Europeo del pasado 9 de junio contaban con varios elementos a considerar, tanto por la campaña electoral que, como de costumbre, se desarrolló en clave nacional; como en relación a los resultados y la correlación de fuerzas que éstos generasen ante un cierre de ciclo electoral.

Por un lado, el elemento bipartidista PP-PSOE en el que el Partido Popular necesitaba una victoria holgada sobre el PSOE y, por tanto, un incremento significativo en el número de escaños. Algo que no ha sido así.

Por otro lado, el elemento de hegemonía en el seno de la izquierda, entre Sumar y Podemos, por ver quién, desde la permanente e histórica disputa, quedaba en mejor posición a la izquierda del PSOE. Algo que ha producido lo más indeseado.

En cuanto a la disputa entre PP y PSOE parece claro que la falta de un mayor crecimiento del Partido Popular se debe a la estrategia de bronca, insultos y mentiras para deslegitimar al gobierno democrático elegido en las urnas. No es la mejor senda por la que deberían seguir transitando los de Feijóo. No solo no les permite atraer los votos de la extrema derecha, por mimetismo con su discurso, sino que provoca más votos a un segundo partido más allá de Vox, con repercusiones inciertas, al menos de momento, en la política nacional.

No solo no les permite atraer los votos de la extrema derecha, por mimetismo con su discurso, sino que provoca más votos a un segundo partido más allá de Vox

Más allá de cómo se articulen finalmente los equilibrios de poder en el Parlamento Europeo, cuál sea la estrategia de los conservadores respecto a la extrema derecha, y cómo opere la fase de “desmaquillaje” del PP tras la ruptura de los gobiernos compartidos con Vox en las Comunidades Autónomas, en el futuro, para todos los procesos electorales, si los populares pretenden volver a gobernar España en algún momento, no les queda más remedio que diferenciarse con claridad de las posiciones neofascistas de quienes queden defendiéndolas. De lo contrario, habrá gobierno de progreso para rato, siempre que la izquierda (más allá del PSOE), comprenda que el objetivo debe ser la disputa del poder y no la de la hegemonía del espacio político.

La extrema derecha avanza

La Unión Europea conocida hasta el momento se encuentra amenazada por la extrema derecha y debe diseñar una estrategia ante tal problema. No cabe ningún intento de asimilación o blanqueamiento de los discursos xenófobos o antieuropeos de las diferentes extremas derechas de distintos países. Más allá de los matices detectables en sus discursos, por el contexto social y económico en el que van creciendo en cada uno de los países miembro, la extrema derecha es una amenaza global y total. 

Su objetivo último es estar en el Parlamento Europeo para hacer saltar por los aires a la Europa conocida hasta ahora. La extrema derecha nunca ha aportado nada bueno, nunca contribuye al bienestar social de las comunidades y los pueblos europeos. Siempre está asociada a la destrucción, a la guerra y contra las libertades y los derechos. Esto que es tan básico no se está trasladando a los electorados de forma clara y nítida por parte de algunos agentes políticos de ideología conservadora.

La amenaza de la extrema derecha, con independencia del equilibrio de poder en la Unión Europea, sigue siendo preocupante porque se va consolidando poco a poco desde hace años. Los partidos políticos democráticos y las comunidades políticas que conforman la Unión Europea deben plantearse, seriamente, a qué dedicarse: si a dejar pasar el asunto como si no fuera una amenaza y legitimar la presencia de la extrema derecha porque ha sido votada, o si se plantea una estrategia de confrontación ideológica ante quienes pretenden destruir lo conocido hasta ahora.

La extrema derecha nunca ha aportado nada bueno. Siempre está asociada a la destrucción, a la guerra y contra las libertades y los derechos

La izquierda transformadora

Desde el momento en que Podemos se presentó a las Elecciones Europeas tras la ruptura con Sumar, con sólo conseguir un escaño hubiera sido todo un éxito porque partía de una posición de víctima. Al haber conseguido dos, su mayor o menor relevancia dependerá de cómo visualice sus posiciones respecto a otros sujetos políticos de la izquierda, tanto en clave nacional como europea.

Sumar ha sufrido un desgaste considerable, con serias dificultades organizativas, porque el ciclo electoral trastocó su estrategia de consolidación territorial en los meses posteriores a las elecciones municipales de mayo de 2023. Nadie esperaba que Pedro Sánchez convocase elecciones generales, más allá de las autonómicas, ya previstas, en Galicia, País Vasco y Cataluña. 

Al haber quedado el 9 de junio por debajo de las expectativas, quedando IU fuera del reparto de escaños, la disputa interna, ya prevista, resulta doble en el seno de la izquierda transformadora.

Por un lado, entre Podemos y Sumar, que dependerá más de la capacidad de resistencia de unos y la supervivencia como marca de los otros. Por otro lado, dentro de la coalición Sumar, que depende de la realidad organizativa territorial de IU y de la demostración de la capacidad de gobierno del resto, como fuente para la implantación territorial del partido Sumar.

La situación es compleja y a la vez oportuna. Si los diferentes actores llamados a entenderse, en el seno de la izquierda transformadora, sitúan el análisis con perspectiva, atendiendo a que lo que está sucediendo, más allá de los resultados electorales, tiene que ver con el riesgo que sufre la democracia respecto al crecimiento paulatino de la extrema derecha, no sólo en votos o escaños, sino en aceptación social; habrá una oportunidad para la consolidación organizativa de espacios y, por tanto, para la disputa cultural de los relatos de la extrema derecha, en favor de las políticas de progreso y de derechos.

Todo proyecto político compartido requiere de una organización suficiente, democrática, formada y cohesionada

Pero si, como en ocasiones anteriores, el esfuerzo se sitúa exclusivamente en la disputa por la hegemonía del espacio político que va quedando, la ausencia de capacidad organizativa territorial y el propio desgaste del enfrentamiento entre iguales, mermará las posibilidades electorales futuras. Por mucho que pueda teorizarse que, en un indeterminado momento, surgirá una nueva oportunidad para la izquierda. Serán cantos de sirena.

Si no se entra en una dinámica reflexiva de análisis y de conformación de proyecto político y de propuesta, para recuperar espacio electoral en el seno de la izquierda, la extrema derecha continuará creciendo, lenta pero firme, porque mantiene la esperanza en sus tesis simples y populistas.

La izquierda siempre se caracterizó por analizar la realidad para dar respuesta seria y coherente. Cualquier pérdida de tiempo en otros asuntos será irrecuperable. No es la primera vez, ni será la última, que esto se dice, pero conviene repetirlo: analizar cómo y por qué ha calado, en capas obreras o de población que sufre las desigualdades, el discurso proteccionista, xenófobo y nacionalista de la extrema derecha. 

La izquierda debe hacer bandera de los logros de gobierno y de las causas justas. Mirar permanentemente al adversario para contrarrestar su estrategia desde la acción, la propuesta y la alternativa, no para mostrarle los miedos o las debilidades. Una mayor difusión y explicación de los logros y los avances que se están produciendo es una de las claves.

La izquierda transformadora debe comprender que la formación de cuadros para hacer organización territorial es imprescindible para la consolidación y asentamiento de su proyecto político

Es posible que consignas, mensajes o propuestas de hace décadas, ya no sirvan en los momentos actuales. Ello no implica renuncias, sino la necesidad de partir de la realidad para encontrar respuestas adecuadas a los retos actuales y futuros. Hay que afrontar situaciones de ahora sin abandonar las banderas, ya identificadas, del feminismo, el ecologismo, la paz y los derechos humanos. Es fundamental que, desde el ideal internacionalista y la conciencia de clase, la izquierda aborde debates imprescindibles: la seguridad internacional, la política migratoria o la transición ecológica. 

Todo ello desde la generosidad que supone entenderse en los matices para un ideal superior, a la vez que se atiende a las necesidades y urgencias organizativas. Todo proyecto político compartido requiere de una organización suficiente, democrática, formada y cohesionada. Con las reglas de funcionamiento que se acuerden, pero garantista del objetivo último de transformación. 

La izquierda transformadora debe comprender que la existencia de liderazgos (o su recuperación) y la formación de cuadros para hacer organización territorial es imprescindible para la consolidación y asentamiento de su proyecto político en forma de programa. La participación de la afiliación y la membresía, en los debates necesarios y los análisis compartidos, son esenciales para evitar oportunismos mediocres al frente de la reconstrucción imprescindible.

Panorama tras el ciclo electoral