miércoles. 17.07.2024
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La campaña electoral europea va, pero sin abordar gran parte de los temas que importan o son competencia del Parlamento Europeo (PE). Partidos y coaliciones intentan hacerse un hueco en las noticias del día y diferenciarse de sus contendientes, pero todo suena a una segunda vuelta de las elecciones generales.

La campaña transcurre entre la nada grandilocuente y la crispación permanente sobre asuntos y enredos domésticos que nada tienen que ver con las competencias del PE o del resto de las instituciones comunitarias. Y así parece que seguirá en los próximos días, por las nubes de las buenas palabras o las malas intenciones que intentan mover hacia las urnas a las respectivas parroquias. ¿Se puede esperar de los partidos políticos un ejercicio democrático de reflexión y comunicación de los problemas que atenazan el presente y el futuro de la integración europea y de las soluciones que ofrecen para resolverlos? Del PP y Vox no cabe esperar nada que no sea comprobar de nuevo su enorme capacidad de enfangar toda posibilidad de debate. Del resto, espero a ver para creer que pueden convertir en información, conversación pública y debate político sus propuestas.  

¿De qué sirve la propaganda de los partidos si no exponen con claridad sus propuestas y las sometan al juicio crítico de la ciudadanía?

Desde la crisis financiera global de 2008, las preocupaciones de las instituciones comunitarias han estado marcadas por la búsqueda de respuestas urgentes a sucesivas crisis inesperadas que han golpeado la economía y las expectativas de mejora de la vida de la ciudadanía europea. La consecuencia es que la UE no cuenta con un diagnóstico compartido sobre los obstáculos a sortear por la integración europea o las alianzas y políticas comunitarias que podrían orientar el rumbo y las tareas a desarrollar en la nueva y convulsa etapa de grandes cambios que afronta la UE.    

Esta campaña electoral, que era una oportunidad para impulsar un debate público sobre los problemas comunitarios, se está despilfarrando en intentos de afirmación partidista, diferenciación política y descalificaciones que en muy poco ayudan a detectar problemas o buscar soluciones.   

Hay muchos temas relevantes que ya están siendo objeto de diálogo y negociación en las instituciones comunitarias, entre los gobiernos de los Estados miembros, elites interesadas, expertos y grandes corrientes políticas del PE. Son asuntos y debates áridos en los que no son fácilmente comprensibles los nudos que contienen ni los contradictorios efectos de las reformas que se proponen y aprueban para desatarlos. La democracia aconsejaría incluir esos temas o sus aspectos más relevantes en la campaña electoral. Lo esencial de la acción política democrática no es destilar deseos, señalar enemigos o soñar futuros imaginarios, sino hacer partícipe a la ciudadanía de los análisis de los problemas que se pretenden resolver y recabar su opinión, apoyo y críticas para mejorar las propuestas con las que intentan resolverlos. ¿De qué sirve la propaganda de los partidos si no exponen con claridad sus propuestas y las sometan al juicio crítico de la ciudadanía?

A continuación, repaso algunos de los temas, interrogantes o dudas que deberían estar formando parte de esta campaña electoral.

1. El aumento del gasto militar en la UE, al igual que en el resto del mundo, está en marcha e irá a más mientras persista el actual desorden mundial y exista la posibilidad de que el régimen de Putin pueda conseguir sus objetivos militares y salir reforzado de su guerra de agresión a Ucrania. El rearme comunitario se intensificará aún más si Trump gana las elecciones presidenciales estadounidenses del próximo 5 de noviembre. La intervención del presidente francés Macron sobre la posible participación directa de fuerzas militares europeas en Ucrania se entiende peor si se considera como una propuesta a llevar a cabo que como una iniciativa particular encaminada a ensanchar el mercado para la potente industria militar francesa y a erosionar las posiciones de Mélenchon y, sobre todo, de Le Pen, que no termina de borrar la huella de su vieja y amistosa relación con Putin y su régimen. Los vientos a favor de incrementar la ayuda militar a Ucrania y el esfuerzo militar de los Estados miembros soplan con mucha fuerza en la UE. Hasta tal punto que la actual presidenta de la Comisión Europea, Von der Layen, está utilizando las muy diferentes posiciones existentes en la extrema derecha respecto a la guerra en Ucrania para abrir la puerta a los acuerdos con la ultraderecha que se agrupa en “Conservadores y Reformistas” frente a la que aglutina “Identidad y Democracia”, a la que considera aliada de las pretensiones del régimen de Putin. En esta situación, ¿es posible pensar una posición europea pacifista o no militarista que contribuya a desescalar las agresiones militares a Ucrania y a Gaza, favorezca la autonomía estratégica comunitaria en materia de defensa y responda a la demanda de seguridad de la mayoría de la ciudadanía europea? Ese es el difícil debate comunitario a dilucidar. Faltan propuestas orientadas a impulsar el proyecto de integración europea y su peso internacional en las nuevas condiciones globales de rearme, militarismo y una guerra abierta en la frontera oriental de la UE.  

2. Las transiciones energética y ecológica no avanzan con la intensidad deseable ni a ritmos similares en los Estados miembros. ¿Cómo conseguir financiarlas y darles un mayor impulso? ¿Qué papel corresponde a las instituciones comunitarias y estatales en las tareas de promover la transición energética en toda la UE y velar para que no genere nuevos factores de divergencia productiva o desigualdad social ni un ensanchamiento de los sectores sociales abandonados a su suerte? Se requiere, sin duda, una regulación que anime la inversión privada en la transición energética, pero ya se ha demostrado a lo largo de las dos últimas décadas que es muy insuficiente, sin que se hayan dado pasos para culminar la unión bancaria ni se hayan puesto en pie una regulación más favorable que impulse la inversión y un sistema adecuado de incentivos y restricciones. Si se pretende colmar la brecha entre la inversión verde que puede realizar el mercado y la inversión necesaria para cumplir con los objetivos comprometidos en la descarbonización de actividad económica, el papel de la inversión y la financiación públicas y del propio Estado son insustituibles. Se necesita que los Estados miembros y las instituciones comunitarias actúen como coordinadores, inversores, reguladores y garantes de casar las crecientes oferta y demanda de energías renovables, asegurar las infraestructuras públicas necesarias y garantizar la estabilidad sociopolítica y normativa que propicie la rentabilidad económica y social de esas inversiones. ¿Qué dicen y qué propuestas concretas hacen los partidos sobre estos asuntos?

3. La UE demostró en 2020 una gran capacidad de cambio para responder a los graves problemas sanitarios, económicos y sociales desencadenados por la devastadora crisis multidimensional que provocó la pandemia de la Covid-19. Las instituciones comunitarias aprobaron y pusieron en marcha medidas audaces e innovadoras que rechazaron en 2008 para atajar la crisis financiera global y sus secuelas. Medidas como impulsar el gasto y el endeudamiento públicos destinados a proteger la salud, los empleos, las rentas de los hogares y el tejido empresarial; diversas fórmulas de mutualización de las deudas públicas y de presión a la baja sobre las primas de riesgo; fondos europeos de protección de empleos y empresas y de recuperación de la actividad económica; inversiones con fondos y objetivos comunitarios de las transiciones energética y digital. ¿Cómo aprovechar las enseñanzas recibidas en el diseño y la aplicación de dichas medidas e impedir la vuelta de los dogmas presupuestarios y monetarios o las políticas de austeridad y recortes que mostraron su ineficacia en la crisis financiera global de 2008 y las posteriores recesiones?

4. Las nuevas reglas fiscales recientemente aprobadas por el PE no responden a las tareas a desarrollar por la UE y los Estados miembros. ¿Se pueden dar por superadas las inaplicables y contraproducentes reglas fiscales del Pacto de Estabilidad y Crecimiento que se incumplieron sistemáticamente a partir de 2008, se reformaron en 2011 y 2013 y se suspendieron entre 2020 y 2023 para permitir una respuesta adecuada al hundimiento económico provocado por la pandemia? En lo fundamental, las buenas intenciones de reforma contenidas en la propuesta inicial de la Comisión Europea de abril de 2023 (indicadores más adecuados para el análisis de los desequilibrios de las cuentas públicas de cada Estado miembro y más flexibilidad en la negociación de las medidas a tomar para procurar la sostenibilidad de su deuda) se quedaron por el camino de las negociaciones entre diferentes intereses nacionales o partidistas, instituciones comunitarias y doctrinas económicas. En el decepcionante acuerdo final alcanzado en abril de 2024 sobre las nuevas reglas fiscales hay demasiada continuidad con las del Pacto de Estabilidad y se han incorporado nuevos elementos de complejidad en su gestión que, muy probablemente, darán lugar a nuevos intentos fallidos de cumplimiento de unos límites arbitrarios que siguen situados en un déficit público por debajo del 3% del PIB (a la que se añade una presión permanente a la baja, hacia niveles del 1,5%) y una deuda pública inferior al 60% del PIB. El debate se centrará en pocos meses en la inaplicabilidad de las nuevas reglas fiscales, en la atención particular que exige la diversidad de los desequilibrios macroeconómicos que ofrecen los Estados miembros y en la necesidad de que las reglas fiscales permitan a todos los Estados miembros lograr la sostenibilidad de la deuda pública, pero también contar con márgenes de actuación fiscal que posibiliten impulsar la transición energética y la modernización productiva necesarias. La UE corre el riesgo de que las nuevas reglas fiscales acentúen las divergencias productivas y las desigualdades de renta: a un lado, los Estados que disponen ya de amplios márgenes de actuación presupuestaria y, al otro, los que no disponen de ningún margen (entre ellos, España) y son condenados por las nuevas reglas fiscales a no tenerlos nunca.

Un nuevo orden mundial está por construir y esa ardua tarea no se puede llevar a cabo por ninguna superpotencia, ni en solitario ni en confrontación con otras potencias

5. Un nuevo orden mundial está por construir y esa ardua tarea no se puede llevar a cabo por ninguna superpotencia, ni en solitario ni en confrontación con otras potencias. El dudoso resultado de la pugna global admite múltiples variantes, pero ni la III Guerra Mundial ha comenzado ni es el destino inevitable de la confrontación. Es muy improbable que las estrategias de hegemonías excluyentes que siguen China y, más claramente, EEUU puedan concluir en un futuro predecible con la imposición de los intereses particulares de una de las dos grandes potencias globales sobre la otra. La actual confrontación comercial, tecnológica y geopolítica entre ambas superpotencias es muy desestabilizadora y, si continúa la escalada de sanciones y restricciones, concluiría en el renacimiento de un mundo bipolar y de una nueva guerra fría que contendrían y ritualizarían la hostilidad militar. En el peor de los casos, que no se puede ignorar, desembocaría en una guerra abierta de resultados inciertos, pero en cualquier caso catastróficos. Otra hipótesis, la del orden militarista multipolar que propugna el régimen de Putin requeriría para imponerse de la colaboración y el liderazgo de China, lo que implicaría la muy dudosa asunción por parte de las autoridades chinas del fracaso de su paciente y exitosa estrategia de integración en el mercado global y de competencia pacífica con EEUU por la hegemonía mundial. De darse el caso, el asentamiento de un mundo multipolar supondría la liquidación de las opciones de sustentar el orden mundial en los principios del multilateralismo y la negociación de reglas compartidas, que es el modelo que representa la UE y que depende para avanzar de un mayor desarrollo industrial y tecnológico de la UE y de su autonomía estratégica.

El resultado de estas elecciones europeas contribuirá a definir las opciones y restricciones de la UE a la hora de ofrecer una alternativa propia al actual desorden mundial e iniciar un proceso abierto de negociación que hiciera factible la construcción de un orden multilateral que permitiera atender a las diferentes necesidades de un mundo fragmentado y que fuera compatible con un impulso democrático de la transición ecológica y con las exigencias de desarrollo inclusivo e integral del Sur global.

Aún se está a tiempo de avanzar en un modelo progresista de integración europea y defensa de los derechos y aspiraciones de la mayoría social

Aún se está a tiempo de avanzar en un modelo progresista de integración europea con los pies bien plantados en la tierra firme de la defensa de los derechos y aspiraciones de la mayoría social. El fortalecimiento de la integración europea requiere también de nuevos avances en las políticas sociales y de cohesión y de más y mejores bienes públicos comunitarios que respondan al interés común. Sólo así será posible superar los riesgos, el desorden y las nuevas incertidumbres que generará esta larga y convulsa etapa de descarbonización de la actividad económica, urgencias climáticas, surgimiento de nuevos sectores productivos estratégicos y construcción de un nuevo orden mundial inclusivo, democrático y multilateral. Que pueda ser depende en parte de las exigencias de la ciudadanía a sus representantes políticos, de la calidad de la conversación pública que se acierte a desarrollar en estos años y de tu voto del próximo domingo, 9 de junio, a favor de las opciones progresistas, por mucho que tengas claras sus insuficiencias. Recuerda que la barbarie acecha.


La tercera y última entrega de esta serie de artículos sobre las elecciones al PE tendrá por objeto realizar un análisis inicial de los resultados electorales del 9 de junio, de los escenarios políticos europeos que pugnarán por imponerse tras la batalla electoral y del panorama de posibilidades y restricciones que tendrán que afrontar las instituciones y políticas comunitarias en una etapa crucial, 2024-2029, para la integración europea y la paz mundial.

Pistas, dudas e interrogantes sobre los proyectos de Europa en disputa