jueves. 27.06.2024
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El martes 18 de junio —hace sólo dos días— el Parlamento de las Islas Baleares aprobó con los votos del PP y de Vox una proposición de ley destinada a derogar la ley de memoria y reconocimiento democráticos de las Islas Baleares aprobada en 2018. Este acto parlamentario no habría sido la noticia del día si en el curso de la sesión no se hubiera producido un altercado cuando el presidente del Parlamento, Gabriel Le Senne (perteneciente a Vox) expulsó del salón de plenos a la vicepresidenta segunda de la Mesa, Mercedes Garrido, y a la secretaria segunda, Pilar Costa, las dos afiliadas al Partido Socialista de las Islas Baleares. El motivo de la expulsión fue porque ambas exhibieron fotos de Aurora Picornell y de otras mujeres (conocidas como las 'Rojas del Molinar') asesinadas por los fascistas en 1937. Estas represaliadas tenían en común la singularidad de ser de izquierdas y vivir en el barrio marinero de El Molinar

Tras llamar al orden a Mercedes Garrido y a Pilar Costa en tres ocasiones y negarse estas a retirar las fotos de estas víctimas del franquismo, el presidente Le Senne reaccionó con un arrebato de furor lanzándose hacia las dos parlamentarias para arrebatarles las fotos (una de ellas llegó a romperla), actitud impropia de un President del Parlament de les Illes que no admite justificación por mas que él negara que su intención fuera romper la fotografía de Aurora Picornell, y se justificara alegando que su única intención era expulsar a Mercedes Garrido y a Pilar Costa por su «actitud provocadora».

No entraré en detalles siendo que los medios y las tertulias políticas han dado buena cuenta de este bochornoso incidente. Sin embargo me gustaría compartir algunas reflexiones ante la evidencia de que cuando el poder y la violencia van de la mano, se impone ser cautelosos, observadores y prudentes a fin de detectar cualquier inoperancia y poner en marcha las alertas que nos ayuden a descubrir lo que estamos haciendo mal y qué deberíamos cambiar para evitar que los derechos, la libertad y en suma la democracia corran peligro.

Poco a poco la extrema derecha ha ido creciendo en España tras un largo periodo manteniéndose en incubación dentro del útero del PP,  partido del que proceden

Poco a poco la extrema derecha ha ido creciendo en España tras un largo periodo manteniéndose en incubación dentro del útero del PP,  partido del que proceden. Al mismo tiempo, el miedo a Vox ha ido desapareciendo y de poco le sirve al PP recurrir a él como estrategia para evitar que sus votos se escapen a la ultraderecha. Tanto es así que ahora no es Vox el problema sino la necesidad que apremia al PP a unirse con el partido de Abascal y las consecuencias que esto le acarrea en exigencias a las que los populares tienen que ceder como estamos viendo en la Comunidad Valenciana, en Extremadura, en Baleares y en un sinfín de ayuntamientos.

Pondré como ejemplo mi convicción de que si un par de diputados del Bundestag alemán exhibieran fotos de víctimas del nazismo en una sesión del parlamento, el presidente de esa cámara no reaccionaría con violencia ni se lanzaría a arrancárselas de las manos, y aún menos romperlas. El equivalente al PP en Alemania jamás ha pactado con la extrema derecha ni tiene intención de hacerlo. La diferencia entre la derecha alemana (y también otros partidos conservadores de países democráticos) y la derecha española es que esas derechas foráneas no son hijas del nazismo ni del fascismo. Tanto es así que hasta lucharon contra esas ideologías en la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, y por el contrario, la derecha española (AP primero y PP después) proviene del franquismo, o lo que es lo mismo, del fascismo. No olvidemos que el fundador del actual PP fue un ministro franquista, Manuel Fraga, evidencia que imprime carácter y atasca la evolución a la democracia del conservadurismo, algo que sólo la derecha puede y debe resolver. Si a esto sumamos que Vox surgió de una escisión del PP (Abascal fue parlamentario por el PP y perteneció a las juventudes del PP vasco) sobran los comentarios y faltan actitudes resolutivas para poner a la derecha española en sintonía con las derechas democráticas de nuestro entorno. 

La victoria y la figura de Franco todavía es contemplada con honra y admiración por muchos españoles

La victoria y la figura de Franco todavía es contemplada con honra y admiración por muchos españoles. Un hándicap para la derecha española es que la diferencia fundamental entre el fascismo español y el del resto de Europa radica en que los primeros ganaron la guerra a través de un golpe de estado en 1936, mientras que los segundos la perdieron ante la contundente respuesta de las democracias internacionales que se agruparon contra el nazismo y el fascismo. Si además añadimos que en España hay un pequeño, pero poderoso, sector del poder judicial, del ejército, de las fuerzas del orden público y también los partidos políticos que simpatizan con la extrema derecha, no hay mas remedio que reconocer que tenemos un embarazoso problema todavía por resolver, máxime cuando el crecimiento de la extrema derecha es en gran parte la consecuencia de que las fuerzas políticas democráticas no hayan hecho bien sus deberes ni sabido atender los problemas que más abruman a la sociedad, motivo por el que el desespero propicia la canalización de muchos votos hacia la extrema derecha que seduce con engañosas y facilonas soluciones a la ciudadanía más crédula. 

Como despedida retomo el tema que ha propiciado estas reflexiones y manifiesto mi convicción de que, aunque España sea diferente una vez más, la imagen de Aurora Picornell seguirá íntegra, viva y sonriente por más que el presidente del parlamento de un partido autonómico rompa de una de sus fotos en un arrebato de despótica superioridad.

¿Cómo habría reaccionado Gabriel Le Senne si la foto hubiera sido de Franco?