La vida falsa
Una modelo australiana, muy joven, muy guapa y muy popular, ha sido noticia estos días debido a su decisión de abandonar Instagram. “No es la vida real”, ha dicho.
Una modelo australiana, muy joven, muy guapa y muy popular, ha sido noticia estos días debido a su decisión de abandonar una red social (Instagram) en la que, al parecer, se había convertido en una
Ahora, nos alerta de esta hipocresía (obvia para algunos, pero en la que viven atrapados millones de adolescentes y jóvenes -y no tan jóvenes- del planeta), y de la “adicción por la aprobación y validación social” que las redes sociales pueden provocar.
Siempre he creído que internet puede ser (y lo es en muchos sentidos) una herramienta fascinante (como también podría haberlo sido antes la televisión), pero es innegable que cada vez está más controlada por todo tipo de intereses y poderes económicos e ideológicos, por grandes corporaciones que están haciendo de ella un coto inmenso de negocio y publicidad que, sin embargo, nos venden como un espacio de irreductible libertad.
Decía Antonio Muñoz Molina, a propósito de otra joven española que llegó a entrar en contacto con personas relacionadas con el Estado Islámico a través de la red: “Hipnotizada por una pantalla, seducida por presencias y voces que le parecían más prometedoras porque carecían de cualquier relación con lo mediocre y lo fatigoso de la vida real”. Y es que la vida es así: mediocre y fatigosa. Aceptarlo evitaría mucha frustración.