Las previsiones del FMI sobre la economía española

El pasado lunes 11 de abril, el Fondo Monetario Internacional dio a conocer sus previsiones sobre la economía española para los próximos años.

El pasado lunes 11 de abril, el Fondo Monetario Internacional dio a conocer sus previsiones sobre la economía española para los próximos años. Más que las estimaciones que realiza el FMI a propósito de la futura evolución de algunas variables macroeconómicas y de sus manifiestas diferencias con las mucho más optimistas previsiones realizadas por el Gobierno español, nos interesa aquí comprobar su impacto sobre la opinión publicada y sobre el relato que realizan Gobierno, PSOE y oposición de derechas a propósito de la funcionalidad o eficacia de las políticas de austeridad y las reformas estructurales llevadas a cabo en los últimos meses.

Aceptemos de entrada, por obvias, la escasa credibilidad y la mínima capacidad predictiva de unas estimaciones que abarcan un periodo de tiempo demasiado largo, desde 2011 a 2016, para ser consideradas con seriedad o tener alguna probabilidad de convertirse en datos de la realidad. Aún a riesgo de parecer excesivamente categórico, hay que afirmar que nadie está en condiciones de formular previsiones con un mínimo rigor sobre lo que va a suceder en la economía española o con la economía mundial más allá de 2012 o 2013. Menos todavía en una situación tan delicada e inestable como la que atraviesan la eurozona y la economía, la política y las dinámicas de diálogo y confrontación social en España. Y mucho menos cuando las realiza un organismo como el FMI que, a pesar de sus múltiples cambios de funciones y piel en los últimos años, se ha caracterizado en el pasado y sigue afectado en el presente por unas anteojeras ideológicas y unas bridas políticas tan evidentes que invalidan cualquier intento de presentarse como observador objetivo de la realidad.

Vayamos, en primer lugar, a las previsiones del FMI y del Gobierno de España.

El FMI estima un crecimiento del PIB significativamente inferior (en torno a medio punto porcentual cada año) a la previsión que realiza el Gobierno para el periodo 2011-2014. El FMI considera que el crecimiento anual del PIB no va a alcanzar el 2% en ninguno de los años que van desde el actual 2011 hasta el 2016, inclusive.

La estimación gubernamental del déficit público se ajusta, no podría ser de otra manera, a su compromiso de lograr un notable ajuste del gasto público y situar el déficit público de 2013 en el objetivo del 3% del PIB. En este punto las estimaciones del FMI se alejan sustancialmente de las gubernamentales y adelantan un claro incumplimiento de ese objetivo, ya que sitúa el déficit público de 2013 en el 5%. Tampoco en los dos años posteriores se alcanzará ese 3%, ya que las estimaciones del FMI apuntan déficit del 4,7% en 2014 y 4,6% en 2015.

Respecto al paro, sorprende la no insignificante diferencia entre la estimación de la tasa de paro para este año del 19,4% que realiza el FMI y el superior 19,8% que prevé el Gobierno; y eso que en 2011 el Fondo estima un crecimiento del PIB del 0,8%, muy por debajo del 1,3% que espera el Gobierno. A partir de 2012 y pese a que, como se ha visto antes, las previsiones de crecimiento de la actividad económica son sustancialmente distintas, la progresiva reducción de las tasas de paro estimadas por ambas partes sigue trayectorias parecidas. En 2016, el horizonte que contempla el FMI es una tasa de desempleo que todavía supondría un 14,8% de la población activa. Las estimaciones del Gobierno reflejan una lenta disminución de la tasa de desempleo de alrededor de 1,2 puntos porcentuales anuales que, a partir del pico alcanzado en 2011 del 19,8%, llevaría la tasa de paro en 2014 a un todavía inaceptablemente alto 16%, muy próximo al 16,3% en que la sitúa el Fondo.

Respecto al impacto de las Previsiones Económicas de primavera del Fondo en los medios de comunicación, la mayoría ha coincidido en dar un notable espacio a las estimaciones; en casi todo lo demás (análisis, valoración o titulares) han prevalecido las discrepancias.

Algunas empresas de comunicación, las más permeables a los argumentos gubernamentales, han puesto el acento en la mejora de las finanzas públicas españolas, su alejamiento de la inestabilidad financiera que ha arrastrado a Portugal al rescate y subrayaban los halagos que el FMI, su economista jefe Blanchard y el director gerente Strauss-Kahn realizaban a Zapatero y a su Gobierno por llevar a cabo con decisión y firmeza las reformas estructurales que consideran imprescindibles. En sentido contrario, trataban de aguar la credibilidad de las estimaciones del FMI sobre el escaso crecimiento económico, la lenta reducción del paro o el insuficiente ajuste presupuestario que vaticinaban. Sea remarcando la larga historia de pronósticos errados del FMI o su reducido e impreciso conocimiento de algunas particularidades de la economía española (complejidad de los contratos, peso de la vivienda de propiedad u otras restricciones a la movilidad laboral, por ejemplo) se sembraban dudas sobre la calidad de sus augurios. Los elogios provenientes del FMI y el respaldo político y económico que suponen han sido bien recibidos, pero se ha puesto sordina a las previsiones más desfavorables.

En el informe del FMI son perfectamente compatibles los halagos a unas reformas que en opinión de los máximos responsables del organismo van por el buen camino con la constatación de que esa senda adecuada conduce a un largo periodo (por lo menos, hasta 2017) de bajo crecimiento, muy próximo al estancamiento, y de persistencia de un desempleo que va a seguir siendo a todas luces excesivo. Lo peor de todo es que la economía española y el resto de economías periféricas de la eurozona afrontan, según el FMI, un futuro muy problemático en el que se combinan un bajo crecimiento y una posición fiscal y financiera muy complicada. En palabras de Blanchard, “va a ser un reto considerable acometer un ajuste tan difícil con un crecimiento tan magro”.

Los elogios del FMI, al igual que los de Merkel o la Comisión Europea, deberían darse por descontados. El Gobierno no ha hecho más que seguir el guión y las recomendaciones de austeridad y consolidación fiscal, reestructuración financiera y reformas concretas del mercado laboral, sistema público de pensiones o negociación colectiva. Estaría bueno que ahora se lo reprocharan o no le dieran ánimos y palmadas en la espalda para que siga haciendo “lo correcto” y “lo que hay que hacer”.

Como era previsible, los periodistas, tertulianos y medios más sensibles o atentos a las directrices que se realizan desde los centros de creación de opinión de la derecha han subrayado las malas previsiones del FMI sobre la evolución del paro o la actividad económica, se felicitaban por ello y las utilizaban como armas de choque contra el Gobierno. Tampoco podía esperarse otra cosa. La derecha política de este país y los periodistas y tertulianos que forman su avanzadilla mediática son así. Los más atentos y despiertos de sus publicistas han aprovechado el informe del FMI, no era tan difícil, para criticar el alcance insuficiente de las reformas que se han hecho y exigir que se vaya más allá sin tantos melindres y sin preocuparse en demasía de zarandajas como el diálogo social o la concertación con los sindicatos.

El argumentario de Gobierno y PSOE también se ha visto sometido, tras el informe del FMI, a una mutación sustancial. Prácticamente, han desaparecido las hasta hace unos días omnipresentes justificaciones de que las reformas estructurales emprendidas eran tan dolorosas e impopulares como necesarias para recuperar el crecimiento económico y generar empleos. Y se ha esfumado la confianza en que a corto plazo, en el segundo trimestre de este año o durante la segunda mitad del año a más tardar, se podrían contemplar los signos evidentes de esa reactivación económica. Ahora, la justificación fundamental de las reformas emprendidas ha pasado a ser que, gracias a ellas y a la aceptación de la estrategia de ajuste impuesta por la UE, los mercados han aumentado la confianza en la economía española y han comprendido por fin que nuestra situación económica dista mucho de la de Portugal.

En mi opinión, la nueva justificación es tan poco creíble como la anterior y va a durar tan poco tiempo en el mercado de las justificaciones como el que aguantó la precedente. Ambas argumentaciones responden a una esgrima política de corto alcance y falta de finura que deja atónita a una ciudadanía harta de pobres y contradictorias explicaciones, hastiada de promesas incumplidas y no acepta que sea la mayoría de la sociedad la que pague los platos rotos de la crisis y siga cargando tan injusta como desigualmente con los costes generados por un sistema y unas minorías responsables de la crisis, por acción o por ceguera interesada, que se están yendo de rositas.

No se puede sostener hoy que España vaya a ser, tras Portugal, la próxima ficha en la lista de países periféricos de la eurozona que necesitan y solicitan ser rescatados por sus socios europeos. Pero tampoco hay datos suficientes para afirmar lo contrario. Sencillamente, no puede descartarse por completo que ese indeseado rescate vaya a producirse. Dicha esta verdad de Perogrullo, conviene no olvidar que la continua repetición de un deseo puede adormecer los sentidos pero no asegura que acabe materializándose. Al margen de las apuestas y de lo que finalmente determinen los hados a propósito del hipotético rescate de España, pueden estar seguros que a lo largo de lo que resta del año contemplaremos nuevos ataques especulativos y diversos episodios de inestabilidad financiera que podrían no dar lugar a un rescate financiero por parte de nuestro socios. O sí, ya veremos.

Ni el diseño de los fondos europeos de estabilidad financiera ni el nuevo Pacto por el Euro Plus aprobado por el último Consejo Europeo del pasado mes marzo para hacer más estricta la gobernanza de la Zona Euro y gestionar el problema de la deuda soberana de los países periféricos del euro permiten zanjar la cuestión del rescate o superar las debilidades e incoherencias institucionales de la eurozona. Y no van a librar a España de la amenaza de ese rescate. Es imposible dilucidar hoy si esos ataques y episodios acabarán o no en un rescate que nadie, a excepción de los especuladores, quiere. Pero están sobre la mesa todos los factores para que los ataques especulativos y el cerco a la deuda pública española sigan produciéndose.

El informe del FMI tiene la virtud de reflejar con enorme crudeza el dilema al que nos ha llevado la aceptación incondicional de la estrategia liberal de salida de la crisis que nos han propuesto (o impuesto) el mando económico y financiero del gran capital europeo y los órganos de poder político de la UE: cada paso adelante que se da en la aplicación de las reformas antisociales que nos han exigido supone un retroceso de la protección social y los derechos laborales, un mayor deterioro de los servicios públicos y menores posibilidades de ensayar una vía progresista de salida de la crisis que contemple otras reformas y otras políticas de carácter más social y mas justas. El ajuste interminable en el que han metido a las economías periféricas de la eurozona no conlleva una pronta recuperación económica ni nos asegura contra un rescate que a todos, con independencia de filias y fobias políticas, nos parece indeseable.

Post-data: ¿Quieren conocer cómo han reaccionado los mercados y cuál ha sido la evolución de la rentabilidad del bono español a 10 años tras el informe del FMI? Curioseen por la red y obtendrán la siguiente información. El lunes, 11 de abril, se afirmó la ligera tendencia a la baja iniciada a finales de la semana anterior y la rentabilidad de la deuda pública española a 10 años cerraba en un 5,241%. El martes, 12 continuaba la misma tendencia bajista y cerraba en 5,191%. De entrada, una reacción positiva; pero la dicha que proporcionan los mercados dura poco y el miércoles, 13 la tendencia cambió de sentido y se inició una nueva fase de crecimiento de la rentabilidad que ha durado hasta el lunes 18 de abril: el miércoles la rentabilidad cerró en un 5,232%; el jueves, 5,322%; el viernes, 5,417%; y, finalmente, el lunes, 18 de abril alcanzaba un nuevo máximo histórico que colocó la rentabilidad en un 5,554%. El martes, 19 nueva inflexión con un ligero descenso de la rentabilidad que al cierre dejaba la rentabilidad en un 5,507%.

Escaso tiempo para sacar una conclusión válida, pero esos datos proporcionan un botón de muestra de cuan fácilmente pueden desbaratar los mercados las buenas intenciones políticas.