El poder de la metonimia

En su excelente ensayo La fábula del bazar (Orígenes de la cultura del consumo), el profesor José-Miguel Marinas, para rastrear el momento inaugural de esa cultura, la del consumo, que habría de sustituir al industrialismo, utiliza el Bazar en su doble sentido metafórico e histórico; metafórico puesto que bazar, sugiere un mercado cerrado en el que se exponen todas las mercancías al mismo tiempo, produciendo

En su excelente ensayo La fábula del bazar (Orígenes de la cultura del consumo), el profesor José-Miguel Marinas, para rastrear el momento inaugural de esa cultura, la del consumo, que habría de sustituir al industrialismo, utiliza el Bazar en su doble sentido metafórico e histórico; metafórico puesto que bazar, sugiere un mercado cerrado en el que se exponen todas las mercancías al mismo tiempo, produciendo en sus visitantes una sensación de abundancia que no tenía precedentes. Histórico, por lo que respecta a que esa sensación de abundancia se produjo por primera vez en la Europa de entre mediados del XIX y el periodo de entreguerras, coincidiendo con la celebración de las primeras Exposiciones Universales de Paris y Londres.

Este escaparate de la abundancia produce una sugestión colectiva que da comienzo al consumo de masas, hasta la primera década del Siglo XXI, en la que la irrupción de la venta por Internet, puede estar dando lugar a una nueva metáfora aún por descubrir.

En el siguiente capitulo, Marinas recrea con enorme precisión, lo que denomina la metonimia del fetiche, para referirse al transito que se produce, entre el producto y su nueva consideración como mercancía.

El sentido de esta larga introducción, no es otro que el de llamar la atención sobre dos formas gramaticales, metáfora y metonimia, cuya característica común es la de sustituir unas palabras por otras, que otorgan a las sustituidas una mayor significación.

Si esta formulación, que como todo lo que tiene que ver con el lenguaje, es árida e impenetrable, intentamos aplicarla a la realidad de nuestros días y, a la forma en que el discurso mayoritario del poder la representa, la experiencia es apasionante y clarificadora.

Sirvan algunos ejemplos de las metonimias que operan en los discursos político y económico: mercados, metonimia de capitalistas; mercado de trabajo, metonimia de lucha de clases; reforma de mercado de trabajo, metonimia de despido; conflicto político, metonimia de terrorismo. Así hasta donde cada uno quiera llegar. El ejercicio puede trasladarse a cualquiera de los ámbitos de la vida, social, cultural y política y, no pierde un ápice de su eficacia.

Pero sin duda, las metonimias por excelencia, aquellas que desde la explosión de la crisis de la deuda soberana, se han convertido en verdaderos fetiches capaces de dar significación a todo cuanto acontece en nuestras vidas desde hace año y medio, son por este orden: AJUSTE Y PRIVILEGIO.

El AJUSTE: metonimia de destrucción masiva de empleo, recorte de salarios, incremento de la jornada laboral, congelación de las pensiones, aumento de la edad de jubilación, cierre de camas hospitalarias, pago de los medicamentos, supresión del gasto en ayuda a domicilio, nuevo recorte de los salarios, etc.

En este nuevo contexto de vastas significaciones, emerge sin remedio, la otra gran metonimia, el PRIVILEGIO, otorgando una nueva significación, hasta lo que hace tan solo unos meses eran: derechos consolidados y legitimas aspiraciones; trabajo, salario digno, derecho a la salud, derecho a la educación con igualdad de oportunidades, derecho a la vejez, derecho a la pensión que la garantice, después de una vida de trabajo y esfuerzo. Y así un larguísimo etcétera, que nos confiere ni más ni menos que la condición de ciudadanos, a quienes el discurso del poder a través del desplazamiento de la metonimia empieza a denominar como privilegiados. Atención al contagio.

Atención especial porque todo lo que se considera privilegio es susceptible de ser abolido y quienes nos gobiernan no tendrán ningún empacho en invocar la democracia para llevar a cabo dicha abolición.

Es extremadamente urgente desterrar de nuestro vocabulario cotidiano frases como: “con la que esta cayendo, no estamos tan mal” o,” nos podemos dar con un canto en los dientes” o,”virgencita que nos quedemos como estamos” y la más dañina sin duda: “nosotros que somos unos privilegiados, no nos podemos quejar”.

Las consecuencias de no hacerlo están siendo ya irreparables.

Feliz Navidad.