Educación de ley

La educación y la constitución tienen en común que ambas son instrumentos que nos ayudan a encontrar un sistema de principios que nos defina y nos sustente como personas y como sociedad.

La educación y la constitución tienen en común que ambas son instrumentos que nos ayudan a encontrar un sistema de principios que nos defina y nos sustente como personas y como sociedad. Teniendo en cuenta nuestro presente, los profesionales de la educación y todos los miembros de la comunidad educativa, deben tratar de forjar una educación de ley.

En España, la educación está reconocida como derecho en el artículo 27 de nuestra constitución. Es importante saber a que nos referimos con el término “derecho”, tal y como lo entendemos cuando hablamos de los “derechos humanos”, en especial del “derecho a la educación”. Según la RAE el término derecho posee bastantes acepciones, pero que por el contexto en el que nos situamos, “derecho” viene a ser principalmente la facultad de hacer o exigir todo aquello que la ley o la autoridad establece en nuestro favor, o que el dueño de una cosa nos permite en ella. La educación es de este modo, un derecho constitucional universal, público y gratuito que han de proporcionar los poderes públicos.

Por todo ello, legalmente resulta chocante, cuando no extravagante, las declaraciones de la señora Aguirre y de la consejera Figar, en las que se desprecia el trabajo de los profesores y se regatean las condiciones de la prestación de ese servicio a los ciudadanos, pero también, se juega con la vida y las esperanzas de muchos trabajadores que han consagrado, como vocación, la profesión de transmitir conocimiento.

La educación tendría que estar al margen de disputas y confrontaciones, si los políticos del PP no solamente conocieran las implicaciones éticas y legales del término derecho, sino también si tuvieran realmente conciencia del significado y la importancia de la educación. En esta legislatura, el ministro de educación, lo intentó a través de un pacto de Estado, no obteniendo éxito puesto que el PP se dedicó, sabiendo que el gobierno podía estar pronto de salida, a poner todo tipo de peregrinas excusas.

Por eso no está de más aquí, hacer una breve exposición de la trascendencia de la educación para la sociedad en nuestro tiempo.

Entendemos que la educación es el instrumento fundamental para descubrir un significado de la existencia individual y como sociedad de las personas. Efectivamente, en tiempos de crisis y fuerte incertidumbre, muchas personas se preguntan sobre el sentido de su existencia y su modo de estar en el mundo, esto es, sobre lo que ellos aportan con su esfuerzo a los demás. Así, es frecuente reflexionar sobre cuestiones como el lugar y la función que podemos tener en la sociedad. ¿Me siento útil ante los demás? ¿Qué es lo que puedo aportar? ¿Cómo debo mostrarme creativo o socializador?

La educación es una forma de expresar nuestra personalidad ante los demás, en el estudio, el trabajo, y otros ámbitos, que se manifiesta como disposición "natural" a realizar ciertas actividades y a preferir determinados ambientes y contextos de actividad y de adoptar una actitud comprometida ante la sociedad en la que vive. El hombre no es un ente aislado sino que está condicionado por sus circunstancias. Por lo tanto, el medio en que vive es necesariamente una condición importante a tener en cuenta. La educación nos ayuda a encontrar nuestro sistema de ideas y valores, nuestra vocación ante el trabajo etc, y siempre se relaciona con las habilidades específicas, las capacidades y las aptitudes. Como consecuencia, para elegir adecuadamente una carrera u profesión, pero también para formarse como persona y tener un sistema sólido de ideas ante las complejidades de nuestro mundo, hay que hacerse responsable ante la propia existencia y ante la sociedad, y eso solo lo puede conseguir la educación.

Por ejemplo, es común pensar que existen profesiones que para ejercerlas requieren un talento particular con el que se nace, de igual modo, encontramos comportamientos tolerantes, solidarios y desinteresados que son el resultado de una reflexión madura sobre la existencia individual y colectiva. Sin embargo, aquello que parece innato responde en realidad al capital cultural que el individuo posee y que le permite destacarse en la actividad que realiza y en el modo de mostrarse ante los demás. No se nace, se hace. La educación como categoría moderna expresa una certeza que en la vida subjetiva puede descubrirse como hallazgo o por el contrario, se encuentra a través de un proceso de construcción más o menos racional a lo largo de la vida, pero sin duda, encuentra su momento determinante en nuestra niñez y adolescencia. El trabajo que hagamos en esos años, las respuestas que encontremos ante nuestra vida, condicionarán, en buena medida el resto de nuestra existencia.

Desde autores como Castoriadis, Marx, Weber o Foucault, la educación conlleva la posibilidad de buscar, de explorar, de crear. La educación más que una revelación o construcción de algo seguro categórico será siempre una búsqueda. En resumen: Se trata de un proceso abierto, que nos prepara ante el desafío de existir como personas en una sociedad, que nos permite comprender sus claves, que nos sirve para pensar, sentir o comunicar, algo que se va construyendo-transformando a lo largo de la vida, como una forja intelectual que se mantiene pero también cambia. Pero sobre todo atiende a una cuestión más amplia que podemos englobar bajo la denominación proyecto de vida.

De este modo, la educación es una virtud - virtus en latín o areté en griego— en su sentido original: como “…cualidad excelente…”, como “…disposición habitual a obrar bien en sentido moral…”-; porque moldea nuestro espíritu, nos define ante los demás y nos ayuda a percibir nuestras propiedades. Tener un buen bagaje intelectual, nos permite, por ejemplo, a saber razonar sin precipitación y considerando bien los hechos y las circunstancias. En este sentido, pensar consiste en que la persona sea capaz de relacionar y jerarquizar hechos, entender su fisonomía, construir sus etiologías, integrar contextos, etc.

Potencial que no queda como una condición innata, como la razón seminal que ilumina al pensamiento o como el a priori contenido en una razón pura; sino más bien, como la posibilidad que tenemos a través de la educación para explorar su condición, para denotar lo que el hombre tiene a través de la lectura. En este sentido, la formación en objetivos y competencias a través de una serie de contenidos, es un proceso que no puede ser reducido al simple acto de acumulación de saberes o al uso de ciertas herramientas como el ordenador o el procesamiento de datos, que en nada transforma la realidad interna del sujeto; sino que tenemos que entender el estudio como una herramienta educadora y crítica que se piensa y realiza en el sentido original de la palabra, en el del verbo en latín educere, que implica el acto de educción, de educir, estudiar para extraer conocimiento substancial y significativo.

Solo teniendo presente lo expuesto, esto es, la importancia de la educación para nuestro desarrollo vital y profesional, se puede percibir, interiorizar y responsabilizarse ante este derecho. Sin embargo, la política actual olvida cualquier esencia e ignora cualquier análisis ético o histórico sobre la materia, primando solo la cliometría de los hechos consumados. Para que los profesionales de la educación vuelvan a creer en los políticos, éstos deberían aparcar las políticas de recortes que no son más que declaraciones implícitas de corporativismo y elitismo sociales, apoyar a los profesionales de la enseñanza y reducir el déficit por otras vías: privatizando las televisiones de partido, poniendo nuevos impuestos, o reduciendo los cargos políticos. Incluso si después de todo ello, tuvieran que seguir recortando, los ajustes deberían pasar por las subvenciones a la educación concertada, por la facultad que tenemos de exigir una educación de ley.