Aznar vuelve

Puede que en realidad nunca se fuera. Puede que durante los últimos años ejerciera el mando de la derecha española desde la retaguardia, haciéndose visible solo de forma calculadamente esporádica. Pero ahora, al olor del poder, se ha puesto al timón de manera diáfana. Es cierto que muchos lamentarán con razón que este sembrador de discordia vuelva a adquirir protagonismo en la vida política española.

Puede que en realidad nunca se fuera. Puede que durante los últimos años ejerciera el mando de la derecha española desde la retaguardia, haciéndose visible solo de forma calculadamente esporádica. Pero ahora, al olor del poder, se ha puesto al timón de manera diáfana. Es cierto que muchos lamentarán con razón que este sembrador de discordia vuelva a adquirir protagonismo en la vida política española. No obstante, hemos de contemplar la ventaja de aclarar definitivamente las cosas. Ya no hay dudas sobre lo que puede esperarse de una derecha gobernante. Si el PP gana, vuelve Aznar. Con todas las consecuencias.

Y la primera consecuencia la estamos sufriendo en el tono y el contenido de la campaña. Vuelve Aznar y vuelve la crispación. No es una buena noticia para nadie, porque se sustituye la razón por el prejuicio, el debate por la descalificación, las propuestas por las acusaciones. Ahora bien, en términos de estrategia electoral creo que a algunos les viene peor que a otros. En el comité electoral del PSOE se hacen bromas sobre si Aznar actúa a sueldo de Pepe Blanco, y es que cada vez que el expresidente abre la boca miles de electores socialistas despejan sus dudas y blindan su apoyo al partido del Gobierno. Y, al mismo tiempo, las arremetidas del todopoderoso presidente de honor del PP han hecho saltar por los aires la campaña del equipo de Rajoy. “Centrados en ti”, decía su eslogan, pero Aznar les “centra” muy, muy a la derecha.

Pero, ¿a qué viene Aznar? Viene a asegurarse de que los socialistas no remontan, de que la derecha se deja de “maricomplejines” y vuelve a la “tierra quemada”, al “cuanto peor, mejor”, y viene a asegurarse de que la derecha pone el poder reconquistado al servicio de las ideas más retrógradas y de los negocios más turbios. Ni debería sorprender ni sorprende. Durante los años 70 y 80, la derecha española ofreció una faz novedosa y homologable al tradicional conservadurismo europeo. Su contribución a la recuperación democrática, a la aprobación de la Constitución de las libertades y a la construcción del Estado de las autonomías debe reconocerse como muy positiva en términos históricos. Sin embargo, en los 90, con Aznar y su equipo volvió la derecha sectaria y revanchista, sin escrúpulos ni remilgos para hacerse con lo que consideran suyo: el poder y el dinero. Gobernaron, perdieron, titubearon durante un tiempo, simularon otro tanto, y ahora los de siempre vuelven a las andadas, sin caretas.

¿Por qué Aznar recorre el mundo sembrando dudas sobre la capacidad de España para pagar sus deudas? Porque entiende que así perjudica al país, desgasta al Gobierno y se acerca a la Moncloa. ¿Por qué descalifica como “cuentos chinos” los esfuerzos por atraer inversiones para crecer y generar puestos de trabajo? Porque pretende obstaculizar cualquier dinámica de combate a la crisis y de recuperación económica. ¿Por qué señala a Gadafi como “amigo” de España en plena guerra de la comunidad mundial contra este dictador? Porque busca el descrédito internacional de España y la consiguiente desconfianza de los mercados. ¿Por qué insiste en la “insostenibilidad” del Estado de Bienestar? Para legitimar la campaña de rapiña privatizadora que tiene en mente para aplicar sobre la sanidad y la educación en caso de volver al poder. Lo bueno de Aznar, a diferencia de Rajoy, es que se le ve venir de lejos.

Los “duros” han retomado los mandos, y ya no sirve la estrategia de la “tumbona”, el no hacer, no decir, no proponer, no molestar, a ver si pasa el tiempo, se desgasta el Gobierno, y el poder cae como fruta madura. Aznar no tiene paciencia. Quiere el poder y lo quiere ya. No vaya a ser que la economía comience a recuperarse, que se creen empleos, que ETA doble la rodilla, que los socialistas elijan un buen candidato, y su gozo quede en un pozo. Volvemos al “váyase”. Váyase, señor Zapatero. Váyase, señor Chaves. Váyase, señor Rubalcaba. Váyanse todos, para que se quede él solo.

Pero la cosa tiene un trámite. Y es que los ciudadanos tienen que votar. El 22 de mayo en primera instancia. Y en marzo para la traca final, porque puede que él tenga prisa, pero los demás no tanto. Y puede que los ciudadanos tuvieran dudas sobre Rajoy o Cospedal o Soraya Sáenz de Santamaría, pero la gran mayoría no tienen ninguna duda sobre lo que representa Aznar.

La factoría FAES acostumbra a copiar ideas, las peores y mal copiadas, en los programas más extremistas del mundo. Quizás por esta afición a la copia no acaben de respaldar la protección a la propiedad intelectual en la Red. Esto les obligaría a pensar por su cuenta. Su última importación intelectual ha sido el concepto de “Gran Sociedad” que ha puesto en marcha el Gobierno Cameron en el Reino Unido. Tal concepto no es sino la coartada para aplicar un recorte formidable en las políticas de bienestar, con un ajuste de 60.000 millones de euros en los presupuestos de los servicios públicos, con el despido de medio millón de funcionarios (sanitarios, profesores, policías) y con la expulsión de facto de los hijos de las familias trabajadoras de la universidad, porque la matrícula anual se triplica hasta alcanzar los 12.000 euros. El PP lo ha incorporado a su programa bajo el epígrafe de “Mejor Sociedad” (copian mal, insisto), y ya sabemos qué significa.

Había muchas razones para movilizarse en esta campaña. Aznar nos ha ofrecido la razón definitiva: hay que impedir que vuelva.