La última Edad del Hierro

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Vivimos en una sociedad compleja y ramificada a la que es imposible eludir y en la que es necesario situarse críticamente aunque sea para evitar en lo posible que no nos salpique su maldad. En los Vedas hindúes se anticipa esta época de la humanidad como “Edad de Hierro”, o Kali Yuga tiempos oscuros  donde abundan el juego, la bebida, el maltrato a las mujeres y la crueldad con los animales. Pero estos males vienen acompañados de otros como falsedad, codicia, orgullo, celos y enemistad, según el Srimad Bhagavatam.

Y las noticias diarias sobre nuestro mundo, ¿confirman todos esos males a escala personal y global? ¿No los vemos avanzar?

Abriendo ventanas

Configuramos colectivamente un paisaje humano cultural, sociológico, económico, filosófico, científico, religioso, espiritual -en suma- al que es necesario comprender y en el que comprenderse a sí mismos tal vez con más urgencia que nunca, porque el mundo nos presenta un aspecto crepuscular y decadente después de tantos siglos de aparente civilización, que hoy se encamina hacia la agonía de los recursos energéticos y la disputa por su posesión y sin visos de solución ni para una cosa y la otra, mientras se ha alterado el clima y peligra la salud generalizada del Planeta y de sus habitantes.

En este contexto, es posible que mil millones de seres humanos decidan el destino de los casi ocho mil restantes, de los cuales –y por su causa- “La pobreza es una epidemia que afecta a millones de personas en nuestro planeta. En el mundo, 1.400 millones de personas sufren pobreza extrema y casi 900 millones sufren hambre, no tienen acceso al agua potable y a otros servicios básicos como la salud y la educación. (Intermon-Oxfam).

En este Planeta, doscientos cincuenta millones son niños explotados, doce millones son esclavos, mueren cincuenta mil diarios por hambre o enfermedades y las guerras son habituales en todos los continentes de un modo o de otro, propiciadas por mafias económicas, políticas y armamentistas... Por no hablar de la condición opresiva o desigual en que vive la mujer en prácticamente todo el Planeta; de la dificultad de acceso a la cultura de las mujeres y de la mayor parte de los niños y jóvenes del llamado “Tercer Mundo”, y muchas cosas más.

Imposible dejar de mencionar –porque tiene consecuencias en la educación y la cultura de la humanidad- la falta de derechos laborales o de la explotación del trabajo infantil, los millones de analfabetos, o desplazados por las guerras, o que mueren en los mares y en los caminos del mundo intentando huir del clima, de la pobreza o de las dictaduras en busca de un mundo seguro donde instalar sus vidas… Pero no saben lo que les espera, si es que no las pierden en el camino a su Ítaca.

Tenemos una civilización aparente, en suma, que no solo no ha conseguido erradicar ninguno de los males que arrastramos siglo a siglo, sino que no cesa de provocar nuevos ni de encontrar el modo de resolverlos sin dañar a los pueblos.

Mientras el número de milmillonarios crece a un ritmo vergonzoso en este agujero negro llamado neoliberalismo, que se encamina hacia extremismos fascistas, algunos de esos ricos o de sus gobiernos hasta se permiten el lujo indecente de investigaciones espaciales millonarias, o de fabricar armas sofisticadas para guerrear las grandes potencias a costa de nuestros impuestos, nuestro bienestar y nuestra seguridad. Usan nuestros impuestos como si fuera dinero propio en contra nuestra, lo cual es algo increíble, mientras andan empeñados en feroz competencia en acabar con los recursos naturales y con las condiciones de salubridad y vida del Planeta entero, convertido en un lugar hostil para la vida debido a la contaminación generalizada, al cambio climático perverso y al aumento imparable de las temperaturas y el deshielo polar.

“Edad del Hierro”, dicen los Vedas. Y, ¿no coinciden todos estos signos con el Apocalipsis Juan de Patmos? Parece existir un hilo conductor de sabiduría, presente en todas las versiones del mundo espiritual de mil maneras y que atraviesa la historia de la humanidad. A lo mejor es tiempo de reflexión tanto como de acción colectiva para conseguir que el hierro del metal y el del pensar y sentir se conviertan en material útil para regenerar a vida y enviar la prehistoria de regreso al pasado, en lugar de nuestra civilización.