viernes. 27.09.2024

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@Montagut | Con motivo de la discusión sobre el presupuesto de instrucción en el Congreso en 1895, Nicolás Salmerón pronunció un discurso donde expuso sus ideas sobre la educación nacional, que glosamos en el presente artículo. Recordemos que Salmerón fue diputado entre abril de 1886 y septiembre de 1908, una época de intensa actividad en el seno del republicanismo español del tiempo de la Restauración.

Para Salmerón la cantidad presupuestada para la instrucción pública era irrisoria para pasar, a continuación, a reivindicar la importancia de la misma y el deber del Estado de instruir al pueblo porque «aquel que no conoce el mundo, las condiciones en que el mundo se produce y determina y las relaciones de la sociedad con la patria y los fines del Estado, ese no merece el nombre de hombre, sino de siervo y esclavo».

Había que implantar una instrucción íntegra y completa, que comprendiese el “concepto entero del mundo”

Salmerón consideraba que el Estado tenía tres obligaciones fundamentales: la instrucción general nacional, la instrucción militar y la justicia. La instrucción general era muy importante para el hombre que se convertía en ciudadano, es decir, tenía derechos políticos. En este sentido, debemos recordar que ya se había aprobado el sufragio universal. La educación era, por lo tanto, un factor fundamental para ejercer los derechos, para participar en política. Un país no podía tolerar que hubiera ignorancia en su sociedad, como no podía tolerar que hubiera inmoralidad.

Pero no sólo es necesaria la instrucción, sino también la educación, es decir, Salmerón diferenciaba una cosa de la otra. La instrucción podía ser hasta perjudicial si no iba acompañada de la educación, es decir, de la formación completa del individuo.

Salmerón consideraba que había que comenzar con la instrucción primaria, superando la idea de que bastaba aprender a leer y escribir, las cuatro reglas matemáticas y un poco de catecismo. Había que implantar una instrucción íntegra y completa, que comprendiese el “concepto entero del mundo”.

En cambio, Salmerón no parecía dar tanta importancia a la enseñanza secundaria, es más, consideraba que los institutos de segunda enseñanza estaban masificados y debían reducirse. La organización de esta enseñanza debía fluctuar a tenor de las necesidades sociales de cada momento.

Desde el momento que era un precepto constitucional la libertad de conciencia, la enseñanza religiosa debían darla solamente los sacerdotes y en lugar sagrado, no en uno profano

Salmerón era intensamente crítico con la “enseñanza libre” por considerar que en España no sólo era la anarquía sino una degradación de la propia enseñanza. Criticó intensamente el sistema de control de esta enseñanza en los exámenes que se efectuaban a los que iban a ser bachilleres. Al final, la formación de los bachilleres era rutinaria, incapaces de investigar por si, como si siguiera pensando la maldición de prohibir la “funesta manía de pensar”.

Por otro lado, el político republicano alababa la creación de escuelas de artes y oficios y de comercio. Lo que solicitaba es que las que se iban a crear se llevasen a ciudades con posibilidades, es decir, que tuvieran condiciones industriales y/o comerciales y no a lugares para beneficio de algunos políticos y caciques. 

A continuación, Salmerón criticó con dureza como estaba la educación superior en España. La enseñanza universitaria era una rutina, algo que bien sabía por su condición de catedrático, explayándose en la enseñanza de la metafísica.

El destacado político republicano se demoró mucho en su intervención en relación con la educación religiosa. Para Salmerón desde el momento que era un precepto constitucional la libertad de conciencia la enseñanza religiosa debían darla solamente los sacerdotes y en lugar sagrado, no en uno profano. La escuela primaria debía ser neutral, y debía respetarse la integridad de los derechos de la Iglesia para enseñar y formar a sus adeptos. Esta neutralidad debía aplicarse también en la enseñanza secundaria.

Hemos trabajado con los números del 31 de mayo y 7 de junio de 1895 de Las Dominicales del Libre Pensamiento.

Nicolás Salmerón y la educación