¿Por qué los jóvenes invierten más ahora que hace unos años?

Fuente: Flickr
La mitad de los jóvenes de entre 20 y 29 años invierte en criptomonedas, un activo que se caracteriza por su alta volatilidad.

Necesitamos tu ayuda para seguir informando
Colabora con Nuevatribuna

 

La inversión antes era un concepto desconocido para los más jóvenes, quienes se mantenían al margen del mundo financiero. Sin embargo, a día de hoy la juventud está contaminada por un espíritu ambicioso en el que cada día miles de veinteañeros aspiran a ser el próximo Warren Buffett. Solo hace falta echarle un vistazo a las redes sociales de este sector de la sociedad para descubrir un sinfín de vídeos con consejos para invertir, los cuales prometen convertirles en millonarios de la noche a la mañana.

Unos cuantos deportivos de fondo y una piscina infinita son el decorado de la mayor parte del contenido que consumen, en el que personas de su edad cuentan casos de éxito para venderles los cursos que imparten sobre el tema. Eso es lo único que los usuarios tienen en su mano para discernir si el supuesto maestro es alguien de fiar: los lujos que muestra en su perfil de Instagram. Porque lo cierto es que, a pesar de que la mayoría de jóvenes invierte, muy pocos tienen conocimientos financieros. De hecho, según una encuesta realizada por la academia de formación financiera Alfio Bardolla, 8 de cada 10 jóvenes de entre 12 y 17 años en España no tienen formación en educación financiera. Entonces, ¿de dónde nace este cambio de paradigma?

El modus operandi cambia en los millenials, quienes se inclinan más por invertir en fondos de pensiones y en seguros de ahorro y de vida

Son varios los factores que han motivado a que los más jóvenes se sumen al carro de las inversiones. El primero, y el más obvio, es el desarrollo tecnológico y la desenvoltura con la que las generaciones actuales se mueven por estos terrenos. A día de hoy es mucho más sencillo invertir que hace 50 años, cuando los inversores eran un grupo de lo más reducido que pasaba el día en llamadas con sus corredores de bolsa y leyendo el Wall Street Journal. El contexto ha cambiado, ahora no hay teléfonos fijos ni dedos manchados de tinta, tan solo hace falta un smartphone para que cualquiera pueda llamarse inversor. Seguir los precios del mercado es una tarea de cuestión de segundos, gracias a aplicaciones y webs que facilitan esta información. 

Además, plataformas como PayPal, Robinhood o eToro permiten invertir desde cualquier parte y al momento. En el caso de PayPal, la plataforma brinda transacciones instantáneas, las cuales permiten que los traders puedan solicitar retiros sin esperar a que lleguen sus fondos. Esto ha hecho que se convierta en un recurso de lo más popular para todos aquellos que realizan operaciones de forma recurrente, ya sean inversores o usuarios de juegos de azar. De hecho, son ya muy comunes los casinos online con PayPal o los brokers que operan con esta entidad, ya que el gigante de los métodos de pago internacionales cumple con todas las características para encontrarse en los sectores que más capital mueven en internet.

Pero no es solo el desarrollo tecnológico el que ha propiciado esta moda en los más jóvenes, también han influido algunos factores sociológicos. Según una encuesta realizada por Finra Education Foundation con la colaboración de CFA Institute, un 41% de los inversores de la generación Z invierten por FOMO, un suceso tan popular hoy en día que ha logrado tener su propio término. El FOMO (o Fear of Missing Out), no es más que el miedo a perderse algo, desde una fiesta de fin de semana a una suma de un millón de dólares. Este pánico a no experimentar lo que sí experimenta el resto se alimenta directamente de las redes sociales, las cuales le iluminan la pantalla al usuario con el viaje a Punta Cana de un influencer mientras éste espera a que termine la lavadora. 

Pero no es solo el FOMO el único factor psicológico que afecta a esta tendencia, sino también la cultura de la inmediatez. Los nativos digitales han nacido con la inmediatez bajo el brazo, debido (una vez más) al desarrollo tecnológico y al ahorro de tiempo que proporciona. Esto último explica los hábitos financieros de los más jóvenes, quienes se suelen inclinar por inversiones a corto plazo, pese a los altos riesgos que estas conllevan y pese a su desconocimiento sobre el tema. Así que no solo sueñan con el capital de Warren Buffett, sino que buscan conseguirlo en una décima parte del tiempo que a él le hizo falta. 

¿El modo predilecto para lograrlo? Las criptomonedas. Según el informe ‘Nativos digitales y millenials: comportamientos y estrategias frente al ahorro’ del IE Foundation y la Fundación Mutualidad de la Abogacía, la mitad de jóvenes de entre 20 y 29 años invierte en criptomonedas. El porcentaje resulta más impactante cuando se compara con otras generaciones. Para los millennials (que son aquellos nacidos entre los años 80 y principios de los 90), las criptomonedas no suponen más del 17% de sus inversiones. En el caso de los mayores de 40, el porcentaje es del 6%. De acuerdo a este mismo estudio, los veinteañeros son el “segmento de la población mayormente afectado por los engaños y pérdidas de valor de sus inversiones”. El problema no son únicamente las calumnias de esos supuestos gurús de las inversiones por los que se dejan asesorar, sino la propia volatilidad que presentan las criptomonedas.

El modus operandi cambia en los millenials, quienes se inclinan más por invertir en fondos de pensiones y en seguros de ahorro y de vida. Si tenemos en cuenta el contexto de esta generación, dichas preferencias cobran sentido. No hay que olvidar que los millennials se incorporaron al mundo laboral en la crisis de 2008. Por si fuera poco, más tarde también tuvieron que hacer frente a la crisis de 2012, la cual generó un desempleo joven del 50%. El resultado es una generación precavida que todavía lucha por poder comprar una vivienda y que teme la llegada de la jubilación. Así, mientras los más jóvenes sueñan con tener los yates de sus referentes en redes sociales en el menor tiempo posible, otros tan solo aspiran a una vejez digna bajo un techo propio.