viernes. 27.09.2024

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Por desgracia, este relato, aun siendo de ficción, es toda una realidad y debe servirnos para hacernos reflexionar sobre la crudeza que provoca la violencia machista y que como ya dije en un anterior artículo que también fue publicado, la semana pasada, aquí en Nueva Tribuna, es provocado por la violencia patriarcal que, como indique, la sociedad en cierta medida está permitiendo, mirando hacia otro lado, en muchos momentos: no poniendo soluciones rápidas o no llegando a acuerdos en todos los ámbitos sociales y políticos para erradicar el patriarcado violento y con ello la discriminación real de género, pues todos los seres humanos, como indica la constitución “todos somos iguales sin distinción de género…”.

“Estoy en la UCI de un hospital, tendida sobre una cama y muchos cables rodean mi cuerpo. Me cuesta respirar y me duele todo el cuerpo. Poco a poco voy recordando porqué estoy aquí y cuánto más recuerdo más deseo que mi ex marido hubiese acabado conmigo, puesto que aun estando viva: estoy muerta. ¿Por qué?, pues porque el muy cobarde, antes de pegarme, agarrarme por el cuello y por último dispararme: disparó a nuestros hijos y los mató.

La violencia patriarcal que la sociedad en cierta medida está permitiendo, mirando hacia otro lado, en muchos momentos: no poniendo soluciones rápidas

El mayor de nuestros hijos fue fruto de un embarazo temprano no deseado, pues me quedé embarazada a los 17 años, mi ex tenía 18. Cuando manteníamos relaciones sexuales él no se ponía el preservativo, pese a que yo se lo pedía, una y otra vez, pero él siempre decía que los verdaderos hombres no se ponen “gomitas” y que él controlaba, que no me preocupará. Su control fue que una de las veces que lo hicimos, me quedé embarazada. Este embarazo prematuro provoco que mis padres y los suyos, que eran muy religiosos, ¡maldita religión¡, nos obligaron a casarnos. Este hecho provoco un gran cabreo a mi novio, en aquel momento, pero como él tenía mucho miedo a su padre; que por cierto tanto mi suegro, como mi padre, pegaban habitualmente a mi suegra y a mi madre respectivamente, ambos decían que lo hacían porque se lo merecían, por no hacerles caso, ¡hipócritas machistas patriarcales! piensan que son patriarcas con derecho a ser superiores y a ser los únicos que deciden, cuando otro ser de distinto género puede hablar, decidir o modo de comportarse.

Nuestro segundo hijo nació 10 años después de nuestra boda y vino a este mundo como fruto de una más de las violaciones que sufrí por su parte desde la semana siguiente de nuestra boda, antes de separarme de él. Las violaciones llegaban siempre sin mi consentimiento y cuando llegaba borracho, después de sus salidas con sus amigos, muchos de ellos tan machistas y con egos patriarcales muy asumidos. Cuando él llegaba así, yo le decía a mi primer hijo que se escondiera. El cobarde, antes de violarme, me agarraba por el cuello con sus manos, me apoyaba contra la pared y me repetía, una vez y otra, que me callara y le dejara hacer, que para algo yo era su mujer y se lo debía. Yo le decía que así no, que parará; pero él, cada vez que se lo decía me golpeaba con todas sus fuerzas, con violencia y me violaba. Tras una de esas violaciones y pese a que yo tomaba mis medidas, algo fallo y me volví a quedar embarazada. Nuevamente dentro de mi cuerpo tenía un ser, y lo peor es que esta vez, era fruto de una violación, de un abuso patriarcal y no del fruto de un amor y menos de un consentimiento mutuo. Pese a todo, me gustaría indicar que siempre he querido a mis dos hijos, con todas mis fuerzas y que he intentado que nunca vieran como se comportaba su padre conmigo. Desgraciadamente algunas veces no lo pude evitar, por su violencia continua, por afán patriarcal, es decir ser el dominador de todo y de todos. También que al enterarme que estaba embarazada por segunda vez, quise abortar, pero cometí el error de decírselo a mi padre y nuevamente ¡la maldita religión! me lo impidió, puesto que se lo dijeron a mi ex marido, no el que quería abortar, sino que estaba embarazada.

Al principio de este segundo embarazo, él dejo de pegarme, no dejo de humillarme, pero de vez en cuando tenía algún detalle, por lo que pensaba: ¡que idiota era¡, que este segundo embarazo le cambiaría y por fin podríamos ser felices. Pero nuevamente me equivoque. Yo ya estaba de 7 meses, cuando volvió a golpearme cada día por cualquier tontería y para demostrarme que era él el que mandaba. Se lo conté a mis padres, pero ellos no me hicieron caso y me decían que seguramente cambiaría cuando naciera el peque.

El muy cobarde, antes de pegarme, agarrarme por el cuello y por último dispararme: disparó a nuestros hijos y los mató

Se equivocaron, en una de esas palizas y como he dicho a los 7 meses, me tuvieron que provocar el parto dos meses antes, por lo que él bebe tuvo que estar en la UCI prenatal varios meses. Durante estos meses mi ex marido continúo golpeándome y me echaba la culpa de lo que había pasado: ¡hipócrita! si fuiste tu quien me pegaba. Que quede claro que a pesar que quería abortar, cuando tuve a mi hijo en mis brazos, lo bese y durante toda su vida lo he querido como al primero. Yo solo quería abortar para protegerle de mi ex marido y que no viese, como su hermano, lo que me hacia su padre. Y, sobre todo, para evitar, que estos hechos habían provocado un retraso en la escolaridad de mi primer hijo y siempre estaba triste y con muchos miedos. Todo esto no quería que se volviera a repetir, por eso me plantee abortar, pero no pude.

Lo que sí tengo claro, es que me debería haber separado mucho antes, pero nuevamente mis padres con su ortodoxia religiosa y con “el qué dirán”, me lo impidieron. ¡Que cobarde fui! Pero al fin me separé. Todo sucedió cuando en una cena con mis padres, él se emborracho y sin tener en cuenta que estaban mis padres: me grito, se levantó y me pegó haciendo que cayera de la silla. Los niños se pusieron a llorar. Mi madre, si mi madre, pues mi padre se quedó quieto, cogió a los niños y me dijo “coge tus cosas y vente a casa con nosotros”. Mi ex marido intento impedirlo, pero mi madre le indico que si lo impedía llamaría a la policía. Él nos dejó marchar, no sin antes avisarnos que algún día se vengaría. Una vez en casa, les dije a mis padres que no volvería más con él y que me quería separar, que no lo impidiesen y me apoyaran, y así lo hicieron, incluso mi padre, que, aunque no le hacía gracia, lo consistió.

Ya han pasado 4 años de mi separación y hace casi un año conocí a un chico, que me hace muy feliz y me respeta, tiene en cuenta mis opiniones, es más desde hace dos años estoy trabajando en una empresa y este chico, que también trabaja conmigo, me ayuda y anima a que luche por progresar y anima a que asuma más responsabilidades en la empresa, pues según el: valgo mucho. Pero lo más importante es que en este tiempo, en nuestra relación no ha habido ni un grito, ni una palabra fuera de tono. Por fin era feliz. Pero,  mientras esto me estaba pasando, un juez con ideas patriarcales, decidió que mi ex marido, que desde la separación no había visto a sus hijos, pudiese estar con sus hijos: un fin de semana cada quince días y la mitad de los días vacacionales y menos mal que no le dio la custodia compartida, que era lo que él exigía, aunque debo decir que en la sentencia ponía que debíamos reflexionar y hablar entre nosotros para que esta custodia compartida se pudiese llevarse a término, por el bien de los niños, ¡que hipocresía¡ Si hubiese sido bueno, ahora no estarían muertos, sino vivos y yo tampoco estaría postrada en esta cama: muerta en vida, pues seguramente que las heridas sanaran pero nunca superare la muerte de mis mijos.

Cada día hay más mujeres muertas, más mujeres maltratadas, más desigualdad entre los géneros aunque se den argumentaciones falaces de que va mejor

Todo sucedió uno de esos fines de semana que mis hijos debían estar con su padre. El llamó, le conteste que los niños bajaban dentro de unos minutos: solían bajar solos. Ese día mi nuevo compañero no estaba en casa, se había ido al hospital a cuidar a su madre que estaba enferma de un cáncer terminal. Yo tardé un poco más en arreglar a mis hijos, sobre todo porque desde hace un tiempo, se van haciendo mayores, les cuesta ir con su padre, no quieren y días antes que les toque se ponen enfermos y vomitan. Estaban viendo y conociendo cómo en realidad era su padre. Cómo tardábamos, él insistía constantemente con el timbre y ahí cometí un error. Le abrí la puerta para que subiera. Subió y nada más entrar a casa, cerró la puerta, me agarro del cuello insultándome a la vez, llamándome puta, mala madre y me pegaba con una de sus piernas el resto de mi cuerpo. Mis hijos intentaron defenderme y se tiraron contra su padre, él les empujo, saco una pistola de su bolsillo y les pego un tiro a cada uno de ellos. Yo grite y me fui corriendo hacia la puerta, él me alcanzó y me dijo: te lo merecías, solo he adelantado lo que iba hacer dentro de unas horas, ¡lo tenía todo planeado¡ Yo volví a intentar escapar, pero me golpeo, caí al suelo. Los vecinos al oír ruido y gritos golpearon la puerta y gritaban, ¡abrir, hemos llamado a la policía.! El me golpeo por última vez, con su pie en el estómago y me disparó. El resto lo se porque me lo han contado: abrió la puerta, empujo a los vecinos y bajo corriendo a la calle. Cuando llegó al portal vio que estaba llegando un coche policial y se paró y el muy cobarde, antes que bajaran los policías, se disparó un tiro en la sien. Tan macho alfa que decía ser. Lo demás ya lo he contado: estoy aquí postrada en una cama, llena de cables y a mí no me mato, bueno si consiguió su doble objetivo: matar a mis hijos y matarme a mí, mejor dicho estar muerta en vida, aunque tenga a mi lado a otra persona que seguro que me haría muy feliz, pero lo voy a dejar, porque no sería justo que él también muriese estando vivo, porque yo, nunca, nunca,  volveré a ser yo, pues mi ex marido me mato aquel día que subió a por nuestros hijos y los asesino de manera cruel y ante todo porque: estoy muerta en vida”.

Como he dicho, esto puede ser posiblemente un relato de ficción, pero creo, que por desgracia, es un relato real de lo que hoy provoca la violencia machista y como señalé en un artículo anterior, en Nueva Tribuna, una violencia del patriarcado a la que la sociedad no pone remedio, ni busca soluciones reales, para acabar con esta lacra social. Cada día hay más mujeres muertas, más mujeres maltratadas, más desigualdad entre los géneros aunque se den argumentaciones falaces de que va mejor. Mientras se admita y no se erradique el patriarcado, mientras el hombre y la mujer no tengan los mismos derechos y los mismos reconocimientos a nivel social, judicial, mientras permitamos que algunos partidos hablen de violencia intrafamiliar en vez de reconocer que es el patriarcado quien mata, maltrata, veja y humilla. Mientras esto no pase y se admita que sin consentimiento, nadie puede forzar a hacer nada y que el no es no, nuestra democracia, y la de cientos de países, no solo está en peligro sino que no existe. Nadie es superior a nadie, ni menos por ser hombre se es superior, esto es una falacia, todos los seres humanos somos iguales ante la ley, ante la sociedad y por tanto nadie es superior, ni ningún género es mejor que el otro, y menos, cuando la sociedad, en muchos países, por desgracia, esta englobada en un patriarcado falaz y muchas veces violento y que ataca a los derechos humanos en su totalidad.

Muerta en vida