TRIBUNA DE OPINIÓN

Madrid es la única capital de Europa con un origen árabe

Maqueta del Madrid-Mayrit árabe en el siglo IX

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Para los que nos gusta la lectura, siempre es oportuna y enriquecedora esta actividad. Y especialmente para hacer más llevaderos estos días tan tórridos, que nos obligan a pasar largas horas en el sofá con el aíre acondicionado, proveerte de un buen libro, es un perfecto antídoto. Dos libros estoy disfrutando en estos momentos. El primero, sobre el que hablaré en las líneas siguientes es "España diversa". "Claves de una historia plural" (2024). de Eduardo Manzano Moreno, y el segundo, Miradas sobre la desigualdad. De la Revolución Francesa al final de la Guerra Fría (2024) de Branco Milanovic.

En la entradilla de España diversa, aparece un texto, que vendría a ser el epítome del libro, de Baltasar Gracián (1601-1658), de El político Don Fernando el Católico (1640).

“Los mismos mares, los montes y los ríos le son a Francia término connatural y muralla para su conservación. Pero en la monarquía de España, donde las provincias son muchas, las naciones diferentes, las lenguas varias, las inclinaciones opuestas, los climas encontrados, assi como es menester gran capacidad para conservar, assi mucha para unir”.

Un libro que leí con mucho interés poco ha fue., Un haz de naciones: El Estado y la plurinacionalidad en España (1830-2017 (201) de Xavier Domènech, en el cual la entradilla elegida por el autor es un texto de Joan Baptista Guardiola, republicano igualitarista y socialista, Diario de Barcelona, 1854.

Que el idioma en España no es uno solo; que el clima no es uno solo; y que la historia no es una sola; esto es, que en España los elementos constitutivos de su personalidad nacional no son uniformes sino variados, y que no hay en ella, por tanto, un solo pueblo, una sola nacionalidad, sino varios pueblos, varias nacionalidades; que España no es, en el riguroso y buen sentido de la palabra, una sola nación, sino un haz de naciones”.

Coincidiendo con los momentos de la muerte del dictador, Franco, Juan J. Linz escribía, en el IV Informe Foessa, que España era“Un Estado para todos los españoles, una nación-estado para gran parte de la población, y sólo un Estado y no una nación para minorías importantes”. Hoy, 49 años después, en 2024, esas “minorías importantes”, no solo no se han reducido, sino que se han incrementado.

Y esta es la realidad, nos guste o no. Para algunos esa diversidad es enriquecedora, para otros, que han sido y siguen siendo muchos, es un estigma, ya que les parece un impedimento para construir una España uniforme y monolítica. 

Con el libro de Manzano, que lo he leído y releído, los libros hay que releerlos como señaló Juan Goytisolo, he incrementado mis conocimientos históricos sobre determinados aspectos de pasado, que, para mí, eran en gran parte desconocidos. Mas, pienso que no solo para mí, que he sido licenciado y profesor de Historia en institutos, y no digamos ese desconocimiento será mucho mayor, cabe intuir, para la gran mayoría de la sociedad que ha padecido una enseñanza, totalmente sesgada de nuestra Historia. 

Para algunos esa diversidad es enriquecedora, para otros, que han sido y siguen siendo muchos, es un estigma, ya que les parece un impedimento para construir una España uniforme y monolítica

Insertaré algunos fragmentos del libro de Manzano, que nos sirven para comprender cuál es el objetivo fundamental de su libro. "Hace años, coincidí con el gran arabista Pedro Martínez Montávez, recientemente fallecido, en un encuentro en el que discutíamos sobre el tema recurrente del lugar que ocupa al-Andalus en la historia de España. Recuerdo un comentario que hizo y que me causó gran impresión: si en Francia hubiera existido un legado histórico tan rico como el dejado por al-Andalus, decía Martínez Montávez, a buen seguro nuestros vecinos habrían sabido hacer uso de él para fomentar la integración y el entendimiento con los ciudadanos de origen magrebí que viven en ese país. Desde entonces, esta reflexión me ha dado mucho que pensar. Es frecuente escuchar a académicos consagrados que afirman sin rubor, por ejemplo, que al-Andalus es un paréntesis en la historia de un país marcado tan sólo por la herencia clásica y cristiana con la que ellos se identifican. De esta forma, y en lugar de utilizar el formidable legado andalusí para que nuestra sociedad pueda obtener un conocimiento más cabal de unas comunidades cruciales para entender el mundo actual, estos eruditos han decidido que debemos tirarlo por la borda para afianzar una supuesta esencia europeísta, sin comprender que hoy en día existen comunidades musulmanas ampliamente implantadas en el corazón del continente”(Página 22).

Jaume Claret en su artículo Ceci n’est pas Espagne, publicado en Politica&Prosa 1 de mayo de 2024 no dice que toda la trayectoria de Manzano es una muestra de esta pugnacidad contra la manipulación y, por ejemplo, en la reedición de su libro anterior, "La corte del califa" (Crítica, 2023), sentencia: “Hoy en día, simplemente, no se puede borrar de un plumazo el pasado andalusí, y mucho menos convertirlo en “carne de reconquista” sin que ello delate una profunda cortedad de miras y una lamentable incuria intelectual por parte de quien así lo exige”. Además de enfrentarse a los esencialismos, España diversa ofrece cobijo a los desamparados de un relato más heterogéneo e integrador". Un perfecto ejemplo de esa incuria intelectual lo representa la ínclita, presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que tuvo la osadía de emitir determinadas palabras insultantes a la inteligencia y a toda investigación académica rigurosa en su discurso de la fiesta de la Comunidad de Madrid del 2 de mayo de 2022. Me sorprendió que desde las universidades madrileñas y sus departamentos de historia no salieran en tromba a desmentir semejantes majaderías. IDA es mucha IDA, y maneja cuantiosos presupuestos. Ahí van sus palabras:

Napoleón estuvo ciego cuando intentó invadir una nación con dos milenios de Historia: desde la romanización, la monarquía visigótica, la ‘España perdida’ por la invasión musulmana, que nos hace perseverar durante casi ocho siglos para seguir siendo europeos, libres, occidentales; el Camino De Santiago, las Cortes de León, la Unidad Nacional que logran los Reyes Católicos, el Descubrimiento del Nuevo Mundo, la Escuela de Salamanca, la Monarquía católica, es decir, universal...”

Hablar de la España perdida por la invasión musulmana supone eliminar todo el legado musulmán, además del judío. Inconcebible. Los musulmanes como los judíos eran tan españoles como los cristianos, ya que llevaban siglos viviendo en la Península Ibérica. Además, tan extranjera era la religión cristiana como la musulmana o la judía. Todas vinieron de fuera. Mas, IDA y muchos españoles siguen considerando solo “español” a los celtas, los íberos, los celtíberos, los cartagineses, los romanos y los visigodos, pero no a los musulmanes y judíos, aunque hubieran nacido durante generaciones en la península. Esta es la opción de los que columbran con auténtico frenesí en el pasado una España eterna, heredera de Tubal, nieto de Noé, y católica desde antes de Cristo y recitan con fruición –ya se preocupó de ello nuestra escuela franquista– la lista de los reyes godos, de Ataulfo a don Rodrigo. Esta es la historia que nos han impuesto durante décadas en la enseñanza y en no pocos medios.

Un perfecto ejemplo de esa incuria intelectual lo representa la ínclita Isabel Díaz Ayuso, que tuvo la osadía de emitir determinadas palabras insultantes a la inteligencia y a toda investigación académica rigurosa

Quiero dedicarle con especial cariño a Isabel Díaz Ayuso y a José Luis Martínez Almeida, un fragmento del libro de Manzano, que seguro ambos desconocen, yo también lo desconocía.

Madrid es la única capital de Europa con un origen árabe. En la segunda mitad del siglo IX, los emires omeyas de Córdoba decidieron construir el castillo de Mayrit al pie del Sistema Central, con el fin de reforzar la frontera, llamada en árabe thagr, contra los cristianos del norte. Andando el tiempo, la fortificación se convirtió en una ciudad o medina, lo que hace de Madrid la única capital de Europa de origen árabe” (Página 35). 

Del mismo libro, insisto impresionante merece la pena la siguiente cita: "Los historiadores nacionalistas, siempre dispuestos a ensalzar cualquier mención que dé lustre a su materia en los siglos medievales, han pasado por alto el hecho de que la primera historia escrita de manera explícita sobre "España" no fue obra de ningún escritor romano, visigodo o cristiano. La primera "historia de España" planteada de manera explícita como la de todo el territorio ibérico, fue compuesta por un autor árabe, que escribía en la Córdoba de los omeyas, en pleno siglo X. Naturalmente, tal olvido se debe a que su autor, Ahmad Al-Razi, escribía en árabe, era musulmán y no empleaba Hispania para referirse a la península, sino al-Andalus, nombre que aparece en las monedas poco después de la conquista del 711, aunque no sabemos con certeza de dónde viene y por qué los árabes decidieron cambiar la antigua denominación de Hispania”(Página 40). 

El problema de la no aceptación de esta diversidad de España, insisto, se debe en gran parte a la historia que durante décadas nos han enseñado en las escuelas, colegios e institutos. Por ende, las lógicas quejas expresadas, ya hace más de un siglo, en 1898 por Santiago Ramón y Cajal sin que nadie le haya hecho caso, ni entonces ni ahora: "Se necesita volver a escribir la historia de España para limpiarla de todas estas exageraciones con que se agiganta a los ojos del niño el valor y la virtud de su raza. Mala manera de preparar a la juventud para el engrandecimiento de su patria es pintar ésta como una nación de héroes, de sabios y de artistas insuperables". 

Esa parcial y sesgada enseñanza de la Historia conduce a situaciones surrealistas, como la que voy a describir. En 2019 el Ayuntamiento de Cadrete (provincia de Zaragoza), liderado por la popular María Ángeles Campillo, con el apoyo de Ciudadanos y Vox decidió retirar el busto de Abderramán III, situado en la plaza de Aragón del municipio zaragozano, una actuación que fuecriticada por CHA e IU, que considera que la medida se ha tomado por orden del concejal de Vox y primer teniente de alcalde, Jesús García Royo. IU comentó que esta es la primera actuación del concejal, que "ni siquiera ha esperado a la celebración del pleno de organización. A Abderramán III los historiadores lo definen como un gran "conquistador", el octavo y último emir independiente de la dinastía de los omeya, con "carisma y autoridad suficiente" para proclamarse califa de Córdoba y Al-Andalus en el año 929. La ciudad-palacio de Medina Azahara fue levantada por orden suya en el siglo X para ser la capital, residencia real y sede del gobierno, con el fin de reflejar el esplendor del califato y todo el lujo, magnificencia y poder del último de los grandes califas cordobeses. Fue el último emir independiente de Córdoba y uno de los califas más importantes de Occidente. Bajo su reinado, Córdoba se convierte en la ciudad más importante de Europa, la capital del mundo, la más culta... Tuvo una biblioteca enorme que no solo albergaba textos árabes, sino también clásicos, latinos".

En relación al busto de Abderramán III me parecen muy oportunas las reflexiones expresadas por Antonio Manuel Rodríguez, escritor y profesor de Derecho Civil en un artículo pleno de ingenio y perspicacia, no exento de ironía, ¿Por qué Lamine Yamal es español, pero Hixem II era moro? Está publicado en la revista Sinpermiso.

El problema de la no aceptación de esta diversidad de España se debe en gran parte a la historia que durante décadas nos han enseñado en las escuelas, colegios e institutos

Nadie ha dudado de su condición de españoles de Lamjne Yamal y Nico Williams, Sus ascendientes son emigrantes. El único requisito para ser español o española es que así aparezca en tu DNI. Y el Código civil no exige que te guste el flamenco, los toros, ni siquiera el fútbol. En cambio, con los musulmanes en nuestra historia, que llevaban varias generaciones viviendo aquí, todo cambia. Abderramán III fue un hombre de pelo rojo, de piel sumamente blanca y de unos ojos tan azules como el cielo. Heredó el poder de su abuelo, siendo hijo de una concubina navarra de nombre Muzna. Le sucedió su hijo Al Hakam II, que tomó de su padre el cabello pelirrojo y la tez clara, porque sus ojos oscuros se debieron a su madre, una cristiana andalusí llamada Maryan. Continuó el califato su hijo Hixem II que fue parido por Subh, otra concubina navarra que ejerció de regente de Al Ándalus mientras éste fue menor de edad convirtiéndose en la mujer más poderosa de la Tierra. Los cronistas de la época describen a Hixem II con la piel clara, ojos azules, pupilas grandes y negras, rubio, barbilampiño y rechoncho. ¿Por qué entonces se siguen estudiando en nuestros libros de historia, cuando se estudian, como extranjeros? Pero aceptamos con normalidad considerar hispano a Séneca, a los godos y visigodos que vinieron de centro Europa, o a los mismísimos Carlos I o Felipe V, primer Austria y primer Borbón, uno nacido en Gante y otro en Versalles, ambos de padres extranjeros. ¿Por qué no decimos lo mismo de los califas cordobeses que nacieron aquí de padres, madres, abuelos y abuelas peninsulares? La respuesta es clara. El concepto de españolidad se ha construido contra el distinto a partir de la conquista de Al Ándalus. Esa es la clave. Luego se expulsaron a judíos, moriscos, protestantes, hasta hacerlos desaparecer de nuestra memoria colectiva. Por eso, si preguntamos a cualquiera por la diferencia entre un árabe, un moro, un andalusí, un sefardí, un mozárabe, un mudéjar o un morisco, es probable que la respuesta sea: “no lo sé, alguien que no es de aquí”. El mal se encuentra en la ignorancia de nuestra propia historia, a pesar de que sea tan nuestra. ¿No es nuestro todo el arte mudéjar, declarado patrimonio histórico de la humanidad por la Unesco? ¿O todo el sistema de riegos en nuestras huertas creado por los musulmanes, que todavía siguen utilizando nuestros agricultores? Y podríamos poner otros muchos ejemplos de la aportación musulmana o judía.

Por lo expuesto podemos constatar el peligro de determinadas visiones históricas, que luego tienen su traslación al ámbito político plena de peligros para una parte de los españoles. Eric Hobsbawm en Sobre la Historia decía: “Antes solía pensar que la Historia, a diferencia de otras disciplinas, como la física nuclear, no le hacía daño a nadie. Ahora sé que puede hacerlo y que existe la posibilidad de que nuestros estudios se conviertan en fábricas clandestinas de bombas, como los talleres del IRA ha aprendido a trasformar los abonos químicos en explosivos”. Las palabras de Hobsbawm son perfectamente aplicables a nuestra Historia. Podemos hacer un breve repaso.

En 1943, Gerald Brenan en El laberinto español: “Si hay una actitud española es ésta de creer que la solución a todos los problemas pasa siempre por excluir a alguien o librarse de alguien”. 

El historiador y exiliado español, Américo Castro, tras la guerra civil, decía a los jóvenes: si queréis entender los conflictos en este país hay que remontarse muy atrás. Este país se conformó, expulsando primero a los judíos y luego a los moriscos. Somos los herederos de una exclusión. Nos engañamos cuando hablamos de una España de las «tres culturas» como si tuviéramos algo que ver con ellas. El árabe fue, durante siglos, la lengua oficial de España. Una lengua tan española como lo fue el hebreo, y así hubiera seguido de no haber sido expulsados los pueblos que las hablaban.

La Iglesia católica en connivencia con la monarquía, ha sido una de las instituciones que más ha contribuido como factor de exclusión. Así ha calado en amplios sectores de la sociedad española: nuestra esencia es la catolicidad, como expresaron Manuel García Morente y Marcelino Menéndez Pelayo. Naturalmente. Otras opciones religiosas, como la musulmana, judía o protestante fueron arrancadas de cuajo. 

Si preguntamos a cualquiera por la diferencia entre un árabe, un moro, un andalusí, un sefardí, un mozárabe, un mudéjar o un morisco, es probable que la respuesta sea: “no lo sé, alguien que no es de aquí”

Por ello, el 8 de octubre de 1931, en las Cortes de la II República en el debate sobre la «cuestión religiosa», Fernando de los Ríos, como ministro de Justicia: «Y ahora perdonadme, Señores Diputados, que me dirija a los católicos de la cámara. Llegamos a esta hora, profunda para la historia española, nosotros los heterodoxos españoles, con el alma lacerada y llena de desgarrones y de cicatrices profundas, porque viene así desde las honduras del siglo XVI; somos los hijos de los erasmistas, los hijos espirituales de aquellos cuya conciencia disidente individual fue estrangulada durante siglos. Venimos aquí pues -no os extrañéis- con una flecha clavada en el fondo del alma, y esa flecha es el rencor que ha suscitado la Iglesia por haber vivido durante siglos confundida con la Monarquía y haciéndonos constantemente objeto de las más hondas vejaciones: no ha respetado ni nuestras personas ni nuestro honor; nada, absolutamente nada ha respetado; incluso en la hora suprema de dolor, en el momento de la muerte, nos ha separado de nuestros padres».

Luego en el siglo XIX también fueron excluidos en ese afán de construir una España buena, razonable, sana, eterna, por supuesto católica, monárquica y centralista los afrancesados y los liberales.

La España absolutista de Fernando VII necesitaba excluir a una nueva leva de judíos y moriscos, los liberales. Había que purificar otra vez a España. Ignacio Martínez de Vilella, clérigo, juez, hombre clave del aparato represivo de Fernando VII, tras la brutal represión contra los liberales del Trienio, responde sin vacilar: «Más vale vivir en España con un millón de personas como es debido que con diez millones de revolucionarios».

Santiago Alba Rico señala en su libro España, en 1814, el periódico Atalaya, celebrando el decreto absolutista del malhadado Fernando VII por el que se abolía la Constitución de Cádiz: “Tres o cuatro mil enemigos de nuestra majestad, mandados unos a la hoguera y los otros a una isla incomunicable… Traed a la memoria cuantos millares fue menester herir para arrojar de España a los moriscos y los judíos, mucho menos perjudiciales que nuestros jacobinos, y con todo su expulsión se ejecutó y desde entonces comenzamos a vivir felices y sin susto”. Siempre los partidarios de esta España de unidad de destino en lo universal han encontrado enemigos, que hay que eliminar.

A finales del XIX y principios del XX, reducida España a sí misma, el peligro procedía de los regionalistas o nacionalistas. Por ello, en octubre de 1905 el periódico del Ejército, La correspondencia militar, exigía que se expulsara de España a los nacionalistas catalanes y vascos: “Que vaguen por el mundo sin patria, como la raza maldita de los judíos”. “Sea ese un castigo eterno”.

La Iglesia católica en connivencia con la monarquía, ha sido una de las instituciones que más ha contribuido como factor de exclusión. Así ha calado en amplios sectores de la sociedad española: nuestra esencia es la catolicidad

Otras veces el enemigo son los trabajadores. El general Sanjurjo, director entonces de la Guardia Civil en 1931 comparó a los jornaleros agrícolas que protestaban en Extremadura con los cabileños del Rif, es decir que no eran españoles:” En un rincón de la provincia de Badajoz hay un foco rifeño”.

Luciano de Calzada, diputado de la CEDA, enumeraba en El Debate, en abril de 1934, a todos aquellos que no tenían derecho a llamarse españoles: judíos, heresiarcas, protestantes, comuneros, moriscos, enciclopedistas, afrancesados, masones, krausistas, liberales, marxistas.

Ese proyecto del diputado de la CEDA, lamentablemente fue llevado a cabo tras el final de la guerra civil por Franco, que excluyó a media España: republicanos, socialistas, comunistas, anarquistas, etc. Cualquier medio era lícito para purificar España con el apoyo de nuevo de la Iglesia católica, por lo que fue ampliamente recompensada por la dictadura. 

En el siglo XXI, más de lo mismo. Para determinadas opciones políticas hay que seguir excluyendo. Lo estamos constatando en el Congreso de los Diputados. Los partidos nacionalistas, independentistas y republicanos con sus correspondientes votantes sobran. En un debate electoral en la pasada legislatura oímos: “Lárguese de aquí, valiente”. El líder del PP ha iniciado su campaña electoral con este eslogan: ¡Sánchez España! Porque, ¿quién se tendrá que largar después? Todo diferente en el pensar es suprimible en esta España nuestra. ¿Esta es la España que queremos? ¿Así queremos construir una nación española ilusionante?