¿Es posible un verdadero socialismo no marxista?

Necesitamos tu ayuda para seguir informando
Colabora con Nuevatribuna

 

La pregunta que se hace en el título y su respuesta es clave para la vida de millones de personas en el planeta. Prima facie, podría pensarse que el autor de este artículo busca una especie de lugar intermedio -como una nueva tercera vía- entre la fragilidad y las limitaciones de la socialdemocracia y los intentos frustrados hasta la fecha de construir una alternativa política y, sobre todo económica, a lo que Marx llamaba modo de producción capitalista. Parececía que se busca una vía más amable y posible de avanzar entre los límites del keynesianismo -la base intelectual económica de la socialdemocracia- y los diversos intentos frustrados de una alternativa política y económica que pueda tildarse de marxista. Pues nada más lejos de esa intención por lo que considero que una alternativa socialista no marxista puede ser más radical al propio marxismo, mas revolucionaria en sus contenidos aunque menos en sus formas. Todo el artículo trata de ello.

Para lo anterior tenemos que adelantar qué se puede entender por una sociedad socialista, cómo podría darse esa transición; también que caracteriza a toda organización y programa que a su vez se le pueda dar el adjetivo de marxista. Son muchas preguntas y por ello no queda más remedio que filosofar sobre esos temas con el peligro que eso entraña porque la filosofía suele ser más un prejuicio que una tarea intelectual que ayude al juicio. Pero aquí no queda otra, aunque eso nos sitúa en una tarea para la que no estamos preparados, es decir, lo de filosofar, salvo que se entienda ésta como simplemente y sólo una reflexión crítica sobre las teorías (explicaciones). Casi nunca Marx reflexionó sobre cómo sería esa sociedad hipotética socialista (1) y se limitó conscientemente a construir en El Capital y otros textos una teoría crítica del modo de producción capitalista. Pero, de entrada, existe en el marxismo de Marx -otra cosa son otras interpretaciones- una contradicción terrible: que el teutón nos ha legado desde su propia teoría económica la imposibilidad de una revolución liberadora, es decir, ha marcado su teoría de un determinismo que recuerda sospechosamente a la predestinación protestante en la que tanto basó sus tesis uno de los mayores terroristas intelectuales como fue al agustino Martin Lutero (2): esto -el determinismo- lo comparten ambos teutones aunque todo lo demás sea tan distinto: del monje agustino Lutero surge una cadena de autores supremacistas alemanes como son Goethe, Wagner, Hegel, Nietsche, Heidegger, por citar sólo a los más relevantes hasta llegar a Hitler, sin que por ello menoscabe un ápice la responsabilidad del nazi en los crímenes de la II Guerra Mundial y sus precedentes. Por parte de Marx, su determinismo económico que ahora intentaré demostrar, ha contribuido a que el marxismo no se haya concretado en una altermativa ni económica ni política al modo de producción capitalista.

Para ver por qué es un determinismo -que tiene una larga tradición especulativa- hay que pasar por las horcas caudinas de su teoría de la explotación y los dos aspectos que la caracterizan: qué es y dónde nace. La primera pregunta pareciera que no tiene ninguna problemática, ninguna reflexión crítica que hacer -lo cual es falso-, pero la segunda pregunta -dónde nace- no se ha respondido porque no ha sido nunca -o casi- objeto de debate. La respuesta a la pregunta de dónde nace parece una pregunta trivial: pues dónde va a nacer, en el seno de la empresa, con los empresarios (cómo ejecutivos del capitalismo) como causa eficiente que diría Aristóteles. Eso ha respondido el marxismo en términos generales -siempre hay excepciones-  pero ninguna ha fructificado políticamente, es decir, como tarea política práctica y no como mera especulación o, al menos, como reflexión crítica. Es difícil encontrar en Marx un texto que diga explícitamente que la explotación nace en el seno de la empresa y más bien se puede interpretar que son los empresarios o capitalistas -ya he matizado la diferencia- los que se aprovechan de ciertas condiciones laborales que les permiten apropiarse  de la diferencia entre el valor del trabajo y el valor de la fuerza del trabajo -es decir, la plusvalía-. La primera sería el valor de los bienes y servicios -en lenguaje moderno- que producen, no sólo los obreros como concepto antropológico, sino, en general, los asalariados. No entro en el error que supone en muchos marxismos y partidos comunistas de que sigan hablando de obreros y no lo generalicen a asalariados porque obreros estrictamente son en los tiempos de Marx los asalariados que trabajan en el sector industrial, como ahora porque eso no ha cambiado, pero en el siglo XXI son tan explotados o más los trabajadores del sector servicios o del primario. Traslademos en el mundo moderno que está bajo el modo de producción capitalista -para mí todo el planeta- y meditemos. Marx muere en 1883 cuando apenas está en sus inicios lo que hoy llamamos Estado de Bienestar en la recien estrenada Alemania como Estado con Bismark, cuando la jubilación recien esbozada en sus forma jurídica está en ciernes, cuando la inmensa mayoría de los trabajadores mueren antes de la posible jubilación, cuando existe lo que hoy llamamos trabajo infantil, cuando las mujeres en su mayoría no se han incorporado al llamado mercado de trabajo (3). Entonces parecería que las sociedades, mejor dicho, los Estados apenas necesitarían gastos -y, por tanto, impuestos- salvo para las guerras, sector exterior, policía y poco más. Así lo consideraba Adam Smith, uno de los padres de la teoría económica que explica el modo de producción capitalista y que para el teólogo escocés era eran los mercados y su mano invisible, y la bondad del mismo sería la división del trabajo. Pues bien, esa situación real con la que se encontró Marx le permitió formular que la apropiación de la plusvalía suponía negar al obrero su derecho a igualar en términos de valor -y también en salarios- la diferencia entre el valor del trabajo y el valor de la fuerza del trabajo, siendo este último el valor de los bienes y servicios que consumen los obreros -hoy, asalariados en general- y sus familias. Pero dejemos hablar a Marx: “La jornada de trabajo del obrero se descompone en dos partes. Una parte en la que ejecuta la cantidad de trabajo necesaria para reproducir el el valor de sus propios medios de subsistencia: es la parte retribuida de su trabajo total, la parte de su trabajo necesaria para su propio sustento y reproducción”(4). Cuando habla Marx de “reproducción” no se refiere al trabajador en concreto sino a la reproducción del obrero como clase social lista para ser explotada por el capitalista. Luego habla Marx en ese mismo texto que esa plusvalía se descompone en ganancia (“ganancia de empresario más interés”) y de renta del suelo, esto último por el peso que tenía entonces el trabajo asalariado en el campo, hoy diríamos en el sector primario, es decir, en el sector que se compone del trabajo agrícola, pesquero y ganadero. Son innumerables los textos por los que caracteriza así el modo de producción capitalista en su forma pura, entendiendo siempre también en Marx que, simultáneamente este modo puro coexiste con medios de producción anteriores como son el esclavista, mercantilista, feudal, incluso asiático (5). Otra aclaración importante que añade Marx es la de que esta diferencia en términos relativos -también la emplea en términos absolutos- ha de añadírsele el capital constante gastado en la obtención de la producción -mercancías en la terminología traducida de Marx- para hallar el valor de la producción, con lo cual hay que transformar valores a precios, pero esto es otro problema que aquí no abordamos. Entrando ya directamente en el núcleo del problema en la que se encuentra la teoría de la explotación de Marx es que hace más de un siglo que la población trabajadora es sólo una parte de la población consumidora y, por tanto, sólo nos queda dos salidas con esta teoría: o bien hay que rectificarla para considerar que, aunque haya explotación, ésta es inevitable para dar de comer a los ciudadanos que no cubre la teoría en versión clásica como son los pensionistas y los parados que no dependen del trabajador asalariado y su familia (y somos amables con la explicación de Marx porque no hemos considerado que ya no es posible el trabajo infantil en una parte significativa del planeta); o si no hacemos este cambio bajo estas consideraciones, la ley económica de la explotación se convierte simplemente en una definición, cosa que no queremos. Pero la cosa va aún más lejos porque tanto el inglés Ian Steedman (Marx after Sraffa, 1977) como el japonés Michio Morishima (The Theory of Economic Growth, 1969) se dieron cuenta de que, con la teoría de la explotación de Marx en la mano, se llega a la conclusión (el primero) de que es posible ¡una tasa de ganancia positiva aún sin plusvalía! (6), y de que (para el segundo) la manera de combatir la plusvalía es acortando la jornada de trabajo de tal manera que ésta haga coincidir en términos de horas de trabajo el valor de los producido con el valor de la fuerza de trabajo (7). Doy como anexo imprescindible para entender esto un trabajo (8) donde se demuestra todo esto con ayuda de Piero Sraffa y de su sencilla e imbatible teoría del excedente expuesta en Producción de mercancías por medio de mercancías.

Estas consideraciones de Steedman y Morishima (por citar sólo dos casos relevantes) deben ser asumidas por los marxistas para adecuar al siglo XXI la teoría de la explotación de Marx en su formulación llamemos formal. Pero queda un segundo tema que hemos simplemente anunciado y es el de dónde surge causalmente la explotación. Estoy seguro que la inmensa mayoría de los estudiosos de Marx, o no se han hecho la pregunta o simplemente la han contestado implícitamente que ¡en el seno de la empresa, dónde si no! Yo no me atrevería a negar que Marx en algún momento haga explícito que surge la explotación en el seno de la empresa entendida esta como una célula del sistema capitalista, pero a mí me quedan muchas dudas. Por ejemplo también en el volumen III de El Capital (9) nos dice con ese determinismo que caracteriza su obra capital que: “El capitalista sólo es capitalista, sólo puede acometer el proceso de explotación del trabajo siempre y cuando sea propietario de las condiciones de trabajo y se enfrente como tal al obrero, como simple poseedor de la fuerza de trabajo”. Que el lector lo juzgue en el tema que ahora tratamos. Otro texto que nos vale para el tema del lugar donde nace causalmente la explotación y aún nos vale más para reforzar esa visión determinista (que hace imposible la revolución al menos económica) es cuando nos habla del capital variable en estos términos: “El capital variable no es, pues, como vemos, más que una forma histórica concreta de manifestarse el fondo de medios de vida o el fondo de trabajo que necesita el obrero para su sustento y reproducción y que ¡en todos los sistemas de producción social tiene constantemente que producir y reproducir!” (10). Podría agotar al lector con citas que abonan mi tesis de que Marx no acaba de formular al menos de forma explícita el problema que planteo y que defiendo: que la explotación no nace causalmente en el seno de la empresa, pero que el empresario (como célula del sistema capitalista) se aprovecha de ello. También reconozco que es posible la interpretación contraria e incluso encontrar alguna cita que refute mi tesis. En todo caso si leemos de forma crítica El Capital y el resto de la obra de Marx (por ejemplo, la importante Contribución a la crítica de la economía política, una especie de versión resumida de El Capital) me parece perfectamente defendible sostener con el apoyo de Marx, con un apoyo más endeble o dejándonos en la ofardad, que ¡la explotación no surge causalmente en el seno de la empresa por más que al capitalista-empresario se lo encuentre como un pastel a la puerta de un colegio de primaria! Si fuera eso así la pregunta es dónde nace causalmente, es decir, donde aflora la causa y no simplemente el lugar, y la respuesta no puede ser otra que ¡en el conjunto de leyes e instituciones que conforman el Estado (11)! Y recordemos la tradición clásica sobre qué es el Estado: una población, un territorio y un conjunto de principios, leyes e instituciones que atañen a esa población en este territorio. Y si la teoría de la explotación ha de ser revisada para adaptarla a los tiempos en los que se da que en una parte importante del planeta la población ocupada no llega ni al 50% de la población consumidora y además es sostenible la tesis de que la explotación no surge causalmente en el seno de la empresa por más que sea un caramelito gratuito para el empresario, entonces nos encontramos con una versión del marxismo no determinista (basta con acortar la jornada de trabajo, Morishima dixit) y cambiar las leyes laborales para que todo cambie no de una forma lampedusiana. Otra cosa es que a esta visión ya no le llame marxista, pero en cuestiones nominalistas no entro. Por aquí vemos de nuevo genio de Gramsci asomando la patita, mejor dicho, su privilegiado cerebro con el tema de la superestructura.

He hablado antes de que Marx en libros como El Capital o en la Contribución a la crítica de la economía política no nos ha hecho un diseño de cómo sería un modo de producción no capitalista pero sí lo hizo en su Crítica al programa de Gotha. Oigámosle: “En una fase superior de la sociedad comunista, cuando haya desaparecido la subordinación  esclavizadora de los individuos a la división del trabajo, y con ello, el contraste entre el trabajo intelectual y el trabajo manual; cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida sino la primera necesidad vital; cuando con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan también las fuerzas productivas y corran a chorros lleno los manantiales de la riqueza colectiva, sólo entonces podrá rebasarse totalmente el estrecho horizonte del derecho burgués y la sociedad podrá escribir en sus banderas: ¡De cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades!”. Es un texto famoso y caracteriza la visión de Marx de esa sociedad futura comunista pero lo que expresa es descorazonador e intelectualmente un bodrio: habla de una futura sociedad comunista sin decirnos cómo se llega a élla, es decir, sin transición; mezcla la división del trabajo con la esclavitud; corren los manantiales de la riqueza sin decirnos cómo se puede conseguir eso por más que crezcan las fuerzas productivas (eso ya ha ocurrido y el sistema capitalista se ha fortalecido);  lo de convertir el trabajo de un medio de vida en una necesidad vital es incomprensible (muchos antes preferimos el derecho a la pereza de Lafargue, su yerno, a quien critica en este texto), y, por último, lo del contraste entre el trabajo manual e intelectual y sus consecuencia que se lo digan a los chinos durante la Revolución cultural. Además, en párrafos anteriores habla Marx de la retribución del trabajador mediante un bono social (12) que sería proporcional a la aportación al valor de la mercancía en la producción, lo cual recuerda peligrosamente a la visión marginalista del salario dependiente del valor de la productividad marginal del trabajor. Y por si fuera poco es que esto del bono social se contradice de plano con el lema en el que acaba el párrafo, aquello de que de cada uno según sus capacidades y a cada uno según sus necesidades. En fin, un desastre total a pesar de que muchos marxistas hayan tomado este texto como epítome y guía de esa hipotética sociedad comunista. Hay más textos y más párrafos en esta Crítica al programa de Gotha que Marx dirige al Partido Obrero Alemán, pero son todos de este tenor. Es un escapismo y parece más una burla para los que le preguntaban con insistencia cómo sería esa sociedad comunista que tanto anhelaban muchos comunistas de la época. Cansado de todo esto nos dice Marx en el mismo texto: “Cabe entonces preguntarse: ¿que transformación sufrirá el Estado en la sociedad comunista?… Esta pregunta sólo puede contestarse científicamente, y por más que acoplemos de mil maneras la palabra pueblo y la palabra Estado, no nos acercamos ni un pelo a la solución del problema” (13). Aquí Marx pasa del problema económico del hipotético modo de producción en un Estado comunista al problema político de la concepción del propio Estado y la respuesta del teutón para ese modo de producción es la dictadura del proletariado, lo cual es aún más deprimente en un mundo donde el proletariado de la época de Marx es una auténtica minoría y, además, más o menos la mitad del mismo vota en las democracias a las opciones de derecha y de extrema derecha.

Vayamos ahora a por el Estado en un sistema de producción no capitalista. La tarea es endiablada porque tenemos que añadir, al enemigo tradicional que considera el marxismo que es la clase capitalista, otro enemigo de los trabajadores que se solapa con el anterior que son los que llamaríamos afortunados por herencia, sean capitalistas o no, es decir, se dediquen a trabajar como capitalistas en el seno de la empresa o a vaguear. De hecho yo considero que el verdadero enemigo de los trabajadores no son los capitalistas -sin que por ello pidamos su amistad- sino son estos herederos de fortuna que han hecho y harán todo lo posible para que no se toquen sus privilegios: golpes de Estado, torturas, asesinatos, exilios, chantajes. En realidad la historia de la humanidad podría resumirse de una manera: la lucha de los privilegiados por herencia contra los trabajadores, sean cual sea la relación jurídica o de facto que tengan con ellos, es decir, sean esclavos, plebeyos, siervos, siervos de la gleba, aprendices, etc. y, por último asalariados. Y esto ha sido un error en mi opinión del marxismo: que se ha equivocado de enemigo principal en términos generales, error que no cometieron los jacobinistas en la Revolución francesa y, parcialmente, los bolcheviques en la rusa. En cambio este error ha lastrado terriblemente los movimientos revolucionarios en Hispanoamérica y allí donde había una industria más o menos desarrollada (14). Este error tampoco lo han cometido los chinos, sobre todo a partir de Deng Xiaoping, el político más importante del siglo XX, pero tampoco en sus inicios a partir de 1949 por el hecho de que no había industria en China en aquel momento, por el hecho de que la revolución china se concretó en la itinerante larga marcha y porque son confucianos en su mayoría y no practicantes mayoritariamente de las religiones del Libro.

Pues si nos libramos del determinismo marxista, si ponemos el foco en lo que permite la explotación (el Estado) y también enfocamos bien al enemigo principal (los privilegiados por herencia) podemos construir un marxismo revolucionario o algo distinto al marxismo que yo llamaría un socialismo jacobinista, que sería más revolucionario, no porque tenga que ser más violento -o quizá no serlo en absoluto- sino porque se habría atinado con los verdaderos enemigos de los asalariados: el Estado capitalista, los privilegiados por herencia y las cadenas del determinismo marxista, sea cual se la responsabilidad de Marx en este punto.

Y ya sólo queda por abordar, a partir de las consideraciones anteriores, como sería la transición hacia una sociedad socialista: su necesidad, su posibilidad y su período de transición. De momento nos centramos en el tema económico y partimos del maridaje endiablado que es una empresa capitalista que no sean cooperativas o pequeñas empresas en muchos casos. Ese maridaje que ha hecho posible el desarrollo del sistema de producción capitalista, el modo de producción, se basa en que una parte pone el trabajo (los trabajadores) y otra parte el capital (sea en forma de dinero o de medios de producción directamente). Es, en efecto, un mecanismo endiablado pero muy eficaz y tal hecho no se le ha dado importancia por parte del marxismo posterior a Marx, precisamente por la dificultad de presentar una alternativa al menos en el plano teorético con la impronta y pretensión de que sea más eficaz y productiva. La cuestión es que, aunque sólo sea para imaginar un sistema no capitalista de producción, se debe pensar en un sistema o modo de producción más eso, más eficaz, más… productivo porque, de lo contrario, ese nuevo e hipotético modo de producción no tendrá visos de superar al modo capitalista de producción. Y eso, por el momento, está por demostrar. Esto lo ha entendido China que convive con algo de planificación,  control del Estado y del partido comunista de las grandes empresas a través del nombramiento de sus directores, convive decía, con la organización capitalista de la empresa que es: estructura piramidal de toma de decisiones y lo apuntado anteriormente sobre la aportación por separado de trabajo y capital. Y la cuestión que se plantea es: ¿es posible un socialismo con empresas de organización capitalista de este tenor? La respuesta no es cuestión de gustos, no es cuestión de si es más apetecible el pastel de chocolate o el de fresa y nata, es una cuestión práctica, de su posible  desarrollo histórico donde, en mi opinión, al menos en el supuesto período de transición al socialismo no queda más remedio que transitar por una senda de un socialismo defectuoso probablemente, donde convivan cuestiones sociales como redistribución brutal de la renta y la riqueza, Estado de Bienestar hasta donde los recursos lo permitan con el fin de asegurar un mínimo digno a todos los habitantes de un Estado desde la cuna hasta la sepultura, y que convivan, decía, con formas de organización capitalista de las empresas. Y cuando estemos jurídica y políticamente en un Estado socialista, es decir, cuando hayamos quitado a los privilegiados por herencia y al resto de los poderes fácticos los resortes del Estado, entonces y desde lo público se podrá especular en la práctica con prácticas empresariales que no cumplan estrictamente con la organización capitalista del trabajo. Pero el problema está dicho. No sabemos cómo serán esos tipos de organización (hablo en plural porque pueden ser varias y algunos están en ciernes ya), pero lo que es seguro es que si no demuestran ser más eficaces y productivas, tanto en el medio en el que se mueve cada empresa en particular como en términos generales (aquí aparecen los efectos externos, los bienes públicos, la necesidad de la competencia real que presionen los precios a la baja, etc.), entonces podemos estar seguros que no habrá alternativa a la forma de organización capitalista. Entonces la cuestión sería: ¿es posible un Estado socialista, sea en transición o sea de forma definitiva, conviviendo con un tipo de organización descrita que es propia de las grandes y medianas empresas en el modo de producción capitalista realmente existente? Mi respuesta y apuesta es que probablemente no quedará más remedio que hacerlas compatibles como está haciendo en gran medida la República popular china desde hace varias décadas. Y esto parece inevitable al menos en el período de transición.

Para acabar el tema del Estado. Ya he descrito que es un Estado. Marx nunca se pronunció sobre cómo sería un Estado socialista pero Lenin sí y su respuesta fue desgraciadamente lo más equivocada posible porque para el revolucionario ruso el Estado “es siempre un aparato represivo de la burguesía” (15). Durante tiempo tuvo a Lenin como el más grande revolucionario de la historia pero ahora, cumplidos los 70 años míos, entre Robespierre y Lenin me quedo con el primero (16). Y en el próximo futuro tendremos la gente de izquierda que quedarnos con Deng Xiaoping y si no al tiempo. Sobre el Estado, los no privilegiados por herencia necesitamos tres cosas: que sea un Estado lo más grande posible, que sea centralista y que se lo hayamos arrebatado a los privilegiados por herencia. ¿Es compatible ese Estado con la democracia? Por las dos primeras cuestiones en mi opinión sí lo es, por la tercera habrá que ver la respuesta de los privilegiados por herencia: ¿estarán dispuestos a renunciar a los golpes de Estado, sean con tanques o con otras formas, a aceptar las elecciones democráticas cuando los partidos de izquierda que lo sean de verdad las ganen? ¿Está dispuesta la clase de los privilegiados por herencia y los poderes fácticos de los que forman parte a renunciar a utilizar los resortes del Estado para asesinar, torturar, exiliar, empobrecer a los demás, a los no privilegiados? La izquierda debe situar la respuesta en el tejado de los privilegiados y si no renuncian a lo anterior como ha ocurrido hasta ahora tendrá razón al final Lenin cuando se preguntó aquello de: ¿democracia, para qué?


NOTAS

(1) Sí lo hizo, como luego veremos, en la Crítica al programa de Gotha.
(2) Si alguien tiene duda que lea las obras de Elvira Roca Barea y las del argentino Marcelo Gullo Omedo, especialmente Nada por lo que pedir perdón.
(3) Se incorporaron masivamente fruto de la necesidad del sistema económico a partir de la I Guerra Mundial.
(4) El Capital, III parte, pág. 771 en la traducción de Wenceslao Roces para el FCE, 1959 como última revisión
(5) Marx y el mejor marxismo no defiende simplemente que la historia de la humanidad sea una sucesión de modos de producción sino que casi todos los modos de producción se dan simultáneamente y lo que cambia son las intensidades de cada uno de ellos, siendo desde mediados del siglo XVIII dominante el modo de producción capitalista. Pensemos que la esclavitud hace menos de un siglo que se abolió en el mundo occidental en términos generales. Marx no cometió ese error pero sí algunas interpretaciones de Marx.
(6) Steedman va más lejos y demuestra que “podemos considerar tranquilamente que, ¡a pesar de que la tasa de explotación marxiana valga cero, es posible que la tasa de ganancia sea positiva!”. Para ver cómo llega el inglés véase el anexo mencionado.
(7) Para llegar a esta conclusión hay que partir de la versión de la plusvalía absoluta, es decir, en términos de diferencia entre el valor de lo producido y el valor de la fuerza de trabajo empleada, no así si partiéramos de la plusvalía en términos relativos. Marx no privilegió ninguna de las dos formas en sus obras. Por otro lado el propio Morishima contempla la necesidad de que parte de que hubiera una diferencia para reponer el capital constante (las amortizaciones). Incluso habría que añadir otra parte para nuevas inversiones en la propia empresa.
(8) Generalización del teorema fundamental marxiano a la luz de Sraffa.
(9) Capítulo II, La cuota de ganancia, pag. 57.
(10) Las interjecciones son mías.
(11) Parto del Estado como unidad jurídica que tiene entidad propia y no las melifluas entidades como son la nación, el país o, todavía pero, el pueblo. No estoy criticando con ello a el Estado sino todo lo contrario, porque considero precisamente que sólo a partir del Estado, de su apropiación por parte de los revolucionarios, se puede cambiar las cosas, se puede construir una sociedad socialista como luego veremos. Gustavo Bueno hablaba de la dialéctica de Estados y de Imperios en España frente a Europa, pero yo me quedo en todo caso con lo de Estado porque creo que en realidad los llamados imperios han sido, o sólo Estados fuertes (el generador español con sus virreinatos), o Estados con colonias (como el depredador británico), pero eso es otro tema.
(12) Veamos como explica Marx lo del bono social en la Glosas marginales al programa del Partido Obrero Alemán…: “La sociedad le entrega un bono consignando tal o cual cantidad de trabajo (después de descontar lo que ha trabajado para el fondo común), y con este bono saca de los depósitos sociales de medios de consumo la parte equivalente a la cantidad de trabajo que ha dado a la sociedad bajo una forma la recibe de ésta bajo otra distinta”. Es verdad que Marx hace algunas disquisiciones sobre cómo sería el trabajo y su retribución en una sociedad no ya capitalista, pero más parece una teoría de los costes que la búsqueda de una alternativa al modo de producción capitalista. La razón de las limitaciones de su texto es que está contestando al programa del partido mencionado por parte de Lafargue y otros líderes destacados del partido.
(13) Este texto es una nota a pie de página que recoge Louis Althusser en La Revolución teórica de Marx (Pour Marx), pero pertenece también a la Crítica del programa de Gotha.
(14) De este error se libraron los revolucionarios mejicanos en su revolución de comienzo del siglo XX porque apenas había industria y, por tanto, obreros.
(15) Cito de memoria la obra de Lenin de El Estado y la revolución pero creo no equivocarme.
(16) Otro error clamoroso de Lenin es su defensa del derecho de autodeterminación de los pueblos, lo que ha supuesto, por ejemplo, la disolución de la URSS, la balkanización de la antigua Yugolsvia. Anterior a Lenin ya se produjo la disolución del imperio austro-húngaro, la partición del África subsahariana, etc. Lenin, directamente, es culpable de lo de la URSS, claro, pero fue un mal ejemplo, para el futuro y una enseñanza sobre el pasado, especialmente para Hispanoamérica, hecha trizas en Estados a veces ridículamente pequeños (piénsese en Centroamérica) para mayor gloria del mundo anglo-yanqui.