viernes. 27.09.2024

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En un artículo anterior escrito a cuatro manos con mi amiga Carmen Barrios Corredera en nuevatribuna.es, defendíamos la necesidad de incidir en la diversidad, en la construcción de identidad colectiva diversa pues entendíamos y seguimos entendiendo, que el proyecto de España debe ser el de ‘las Españas’,el de la pluralidad y la diversidad, el del reconocimiento de diferentes hechos diferenciales que reconocidos, participan de la solidaridad, necesaria solidaridad, para configurar un estado donde la ciudadanía se sienta identificada con su democracia, necesariamente avanzada.

El reto es, por tanto, de conseguir un cambio profundo de país en el que todas “las Españas” se sientan a gusto. Armonizar realidades diversas, reconocer y valorar culturas y lenguas, escuchar y paladear con atención y mimo toda esa riqueza cultural, social, política y económica que conforma eso que nos dimos en llamar España se concreta en un diálogo positivo y necesario que ha de darse. Un diálogo que sirva para aquilatar acuerdos, que sirvan para poner las bases y abordar una transformación territorial que camine hacia el horizonte federal, realmente federal.

El reto es conseguir un cambio profundo de país en el que todas ‘las Españas’ se sientan a gusto

Estos esfuerzos que se están dando son complicados, difíciles, pues cuentan con muchas fuerzas contrarias, de diferente signo, fruto del devenir histórico en pasados cercanos y no tan cercanos. Tenemos que recordar que a lo largo del siglo XIX se producen diferentes tomas de poder, siempre basadas en alzamientos armados, de liberales varios y conservadores, guerras carlistas, etc. En todos estos procesos, el mundo de los desfavorecidos, de los comunes, del campesinado y obreros, siempre quedaba al margen de cualquier cambio, sus condiciones de vida seguían siendo las mismas, la explotación pervivió. A pesar de las diferencias políticas entre unos y otros, y aún más con el carlismo, el más que evidente clasismo de las diferentes opciones, dejaba a la gran mayoría fuera de este juego, máxime cuando no eran procesos arropados de amplios consensos sociales sino movimientos que buscaban más la toma del poder por vía armada (el carlismo y las guerras que provocó, merecen un análisis más profundo).

En este marco, se produce, uno de las cuestiones más trascendentales, el abandono de lo educativo por parte de los diferentes gobiernos, quedando éste en manos de una iglesia con actitudes y posiciones profundamente conservadoras, y dejando en sus manos la conformación de una identidad nacional basada en el conservadurismo social, en leyendas míticas y una profunda manipulación del pasado. Se genera pues, una identidad nacional que excluye cualquier visión de avance social y de pluralidad. 

Tan solo en los momentos de avance de posiciones más federalistas, en la efímera primera República, y en especial la segunda República, se dan pasos hacia un reconocimiento de la diversidad que constituye ‘las Españas’. Hay que reconocer que en la Constitución de 1978 también, fruto de la correlación de fuerzas, se plantea un avance hacia esa diversidad.

Situarnos sin complejos en la construcción de ‘las Españas’ con posiciones favorables al fortalecimiento de los servicios públicos como garantía de derechos

Habría que señalar que la diversidad, la pluralidad siempre fue considerada enemiga por parte de los herederos ideológicos de Menéndez Pelayo, pero, aunque pueda parecer extraño, el mundo ultra del nacionalismo periférico convertido hoy en el caso de Catalunya en formas independentistas, también forman parte del magma enemigo de la diversidad pues su objetivo no es conformar ‘las Españas’ y mucho menos aceptar la diversidad y pluralidad incluido en su ámbito territorial. En Euskadi, el pragmatismo domina su actuación, ya sea en la derecha democristiana del PNV o en el mundo de BILDU (la desaparición de la violencia ayuda enormemente). Los enemigos de la diversidad tienen algo en común, su clasismo.

Hoy tenemos un debate importante respecto al acuerdo que ha permitido constituir el gobierno de Salvador Illa, el pacto sobre financiación. El debate se está planteando, en términos generales, en el terreno que los enemigos de la diversidad dominan, el del agravio, manteniendo al mundo progresista en posiciones defensivas. La fiscalidad ligada a la financiación de los diferentes ámbitos políticos-administrativos, ha de ser un instrumento que permita hacer frente a la desigualdad y el fortalecimiento de los servicios públicos como garantías de derechos, pero esto es contrario al posicionamiento de clase de los enemigos de lo diverso. Creo que este es el discurso que con fuerza deben lanzar por todos los ámbitos, desde el mundo progresista.

Cabe señalar que algunas voces que provienen de espacios de izquierda, no muchas voces, siguen algo ancladas, aunque diferenciadas entre ellas, en cierto constructor de una identidad nacional no cercana a lo diverso. Es cierto que IU (el PSOE también avanza) ha avanzado significativamente, en especial lo manifestado por su dirección, pero hay que dar pasos contrarios al debate de agravios comparativos y situarnos sin complejos en la construcción de ‘las Españas’ con posiciones favorables al fortalecimiento de los servicios públicos como garantía de derechos, y en combatir la enorme desigualdad social. 

Debemos, por tanto, hacer de la diversidad una realidad, para avanzar en solidaridad.

La diversidad para avanzar en solidaridad