ELECCIONES EN VENEZUELA

La izquierda latinoamericana ante el dilema de Maduro

El régimen venezolano se radicaliza y se aísla.

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@jgonzalezok |

El conflicto que las recientes elecciones presidenciales en Venezuela plantea a la izquierda latinoamericana tiene su mejor reflejo en Brasil. Mientras el PT (Partido de los Trabajadores), el partido del gobierno, ya reconoció a Maduro como presidente reelecto y dice que el proceso electoral fue una jornada “pacífica, democrática y soberana”, el gobierno que encabeza el presidente Lula aún no reconoció el resultado. Un comunicado de Itamaraty, como se conoce popularmente al ministerio de Relaciones Exteriores, afirma que el gobierno brasileño espera la publicación de los datos desagregados por cada mesa de votación, paso indispensable para la transparencia, la credibilidad y legitimidad del resultado del pleito”.

Lula habló telefónicamente con el presidente de EEUU, Joe Biden, analizando la situación durante 30 minutos, pero al mismo tiempo lanzó mensajes contradictorios. Mientras quitaba hierro al asunto, banalizando el conflicto al decir que no sucedió nada grave ni asustador en las elecciones y que es normal que haya diferencia de opiniones, también insistía en que el gobierno de Maduro tiene que presentar las actas de cada colegio y mesa electoral.

Brasil, México y Colombia estarían negociando un comunicado conjunto pidiendo a Caracas que despeje las dudas presentando las actas

También se informa que Brasil, México y Colombia estarían negociando un comunicado conjunto pidiendo a Caracas que despeje las dudas presentando las actas. Los mandatarios de los tres grandes países de América Latina, con presidentes de izquierda, con lazos históricos con el chavismo, podrían estar perdiendo la paciencia frente a lo que la OEA (Organización de Estados Americanos) ya considera una “manipulación aberrante” de las elecciones.

“La peor forma de represión, la más vil, es impedirle al pueblo soluciones a través de elecciones”, dice el comunicado de la organización, que hizo una lista de las irregularidades y que también observó: “A lo largo de todo este proceso electoral se vio la aplicación por parte del régimen venezolano de su esquema represivo, complementado por acciones tendentes a distorsionar completamente el resultado electoral, haciendo que ese resultado quedara a disposición de la manipulación más aberrante. La misma continúa hasta el día de la fecha”. El durísimo comunicado de la OEA acusa al chavismo de burlarse de la comunidad internacional y montar un proceso electoral sin garantías ni mecanismos y procedimientos para hacer valer esas garantías.

La cautela de Brasil, Colombia y México contrasta con la posición clara de Chile. El presidente Gabriel Boric adoptó una posición más explícita, al señalar que es difícil creer en la victoria de Maduro, proclamada a toda prisa por el Consejo Nacional Electoral, y que no reconocerá “ningún resultado que no sea verificable”.

El diputado socialista chileno Carlos Ilabaca declaró que la situación de Venezuela es insostenible: “No existen parámetros mínimos democráticos que puedan dar fe de que este proceso se desarrolle con normalidad y que, en definitiva, sean respetados los principios básicos de la democracia”. Pero el Partido Comunista, que también integra la coalición de gobierno, respalda firmemente a Maduro. Boric intentó zanjar la cuestión al decir que la política exterior la marca el presidente, pero la cuestión de Venezuela vuelve a presentar un tema ríspido en la coalición de gobierno, que viene acumulando querellas internas.

El politólogo argentino José Natanson, que dirige la edición de Le Monde Diplomatique para el cono sur y que acaba de publicar el libro Venezuela, ensayo sobre la descomposición, declaró a la BBC: “La izquierda de América Latina no sabe qué hacer con esta criatura indescifrable que es el chavismo. Hay una izquierda nostálgica que cree que Venezuela sigue en la etapa de Chávez y actúa como si eso fuera cierto”.

El caso de la izquierda argentina es singular. Las fuerzas tradicionales, intelectuales irreductibles como Atilio Borón y algunos sectores del peronismo siguen con un apoyo incondicional a Maduro. Pero Cristina Kirchner, que junto con su fallecido esposo Néstor Kirchner fueron aliados muy próximos del chavismo, se mantiene en silencio. Incluso La Cámpora, agrupación interna del kirchnerismo, desmintió al ministro de Exteriores venezolano, que la incluyó en una lista de más de 100 organizaciones que reconocían la victoria de Maduro.

La relación de los Kirchner con el régimen venezolano comenzó con Hugo Chávez todavía vivo y se mantuvo con Maduro. Durante los tres gobiernos que se sucedieron entre el 2003 y el 2015 hubo numerosos negocios non sanctos entre Buenos Aires y Caracas y se recuerdan iniciativas conjuntas como su oposición a la iniciativa norteamericana del ALCA (Área de Libre Comercio para las Américas), que hicieron fracasar en el 2005. O el impulso a las fracasadas UNASUR y Celac. Por eso, el silencio de la expresidente es sugestivo.

La respuesta de Maduro de romper relaciones diplomáticas con siete países son una muestra del aislamiento del régimen

La respuesta de Maduro de romper de hecho las relaciones diplomáticas con siete países latinoamericanos que criticaron el proceso electoral -Argentina, Chile, Costa Rica, Panamá, Perú, República Dominicana y Uruguay-, y la durísima respuesta de la OEA al proceso, son una muestra del aislamiento del régimen, con pocos aliados regionales: los previsibles Cuba y Nicaragua, junto a Honduras y Bolivia. Y refuerza sus alianzas con países como Rusia, China, Irán o Turquía.  

Las movilizaciones de la oposición, con la consiguiente represión y las detenciones que ya suman varios centenares, pueden restarle apoyos internacionales a Maduro. Y en la izquierda latinoamericana se empieza a discutir, como nunca antes, la verdadera naturaleza del régimen instalado en Venezuela hace 25 años.

Las circunstancias han cambiado mucho desde que Hugo Chávez llegó al poder mediante elecciones -después de dos intentos fallidos de golpe de Estado. La izquierda regional se benefició en los primeros años de la generosidad monetaria del chavismo con las fuerzas de izquierda, gracias a las enormes rentas petroleras de entonces. Ahora, cuando los recursos ya escasean incluso para sus aliados más cercanos, como Cuba, se mantiene en muchos partidos y grupos de la región la idea de que cualquiera que se manifiesta contra los EEUU debe contar con el apoyo de la izquierda, aunque haya fracasado de forma evidente y haya sumido a la inmensa mayoría de la población del país en la pobreza y la desesperación.