domingo. 21.07.2024
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Hace tan solo unos días, en el contexto de un Seminario de Urbanismo celebrado en Madrid a iniciativa de varias agrupaciones de urbanistas (CDUM, UAAU y AETU) se hizo referencia al libro “La obsolescencia del hombre”.

El azar, o quién sabe si el destino de los antiguos griegos, ha hecho que se produzca una coincidencia entre la materia que el filósofo Günther Anders aborda en ese libro y las palabras de Antonio Miguel Carmona, concejal-portavoz del grupo socialista en el Ayuntamiento de Madrid.

Aludía éste en un reciente artículo publicado aquí mismo a la charla de café “mantenida en su despacho el jueves, 25 de junio de 2015, a las 17:10 horas”…”con tres conocidos y reputados urbanistas cuya aportación a esta ciudad está fuera de toda duda

Más allá de la incredulidad que suscita que al día de hoy haya todavía cosas que “estén fuera de toda duda” y mucho menos aún en algo tan resbaladizo como las “aportaciones” a la ciudad, lo verdaderamente notable es que el citado portavoz  parecía hacer suya la “calificación” realizada, no sé si al alimón o por todos y cada uno de los contertulios, caracterizando al “joven octogenario” Eduardo Mangada de “obsoleto”.

Ese atributo – la obsolescencia- que se predica, a menudo con escaso rigor, de ciertas tecnologías, máquinas o aparatos, experimenta un curioso y llamativo desplazamiento nada menos que hacia el hombre, en la persona en este caso de Eduardo Mangada.

Carmona, por lo que se ve, considera que este adjetivo puede ser adjudicado alegremente a una persona, ya que no puso el grito en el cielo al oír semejante afirmación y, aún más, la debió de hacer suya regodeándose un tanto en ella con habitual estilo de tertuliano de los media como diciendo “no lo he dicho yo, pero ¿y si es”?.

Todo lo cual me ha traído a la memoria otra frase similar de otro urbanista igualmente reputado que afirmaba que “Mangada está en los años 80”, al parecer en un regreso triunfal con ayuda de la máquina del tiempo.

Lo cierto es que, la referencia a “los 80”, involuntariamente o no, quizás no fuese del todo inoportuna, pues salvando diferencias obvias entre distintos períodos históricos, la situación en la que ahora estamos muestra significativas similitudes con la de aquel entonces, entre ellas, por mencionar alguna especialmente importante, la incertidumbre acerca de la salida de la crisis (antaño la de los setenta) y la agitación social y política que ha acompañado a aquella.

Así que aunque lo de ahora ya no sea lo de antes , igual en cierto modo todos, incluido el Capital, estamos de alguna manera “en los ochenta” y quizás sea por ello que estemos todos obsoletos, salvo los “actualizados” urbanistas que acompañan a Carmona.

Claro que la acusación de obsolescencia se refiere a una “posición” política respeto a determinadas operaciones urbanas fuertemente contestadas no sólo por urbanistas obsoletos (el propio Eduardo Mangada, Félix Arias, Jesús Gago, Bernardo Ynzenga…), sino por organizaciones de la sociedad civil (por ejemplo “No a este Plan”) que no por ser “juveniles” han escapado al parecer a la obsolescencia.

Y volviendo a Anders, que se refiere al hombre como especie, su reflexión se dirige a “la obsolescencia del hombre” ante el mundo técnico que aparentemente lo supera y lo vuelve obsoleto dando lugar a la vergüenza prometeica: “T. (probablemente Adorno) se avergüenza de haber llegado a ser, en vez de haber sido hecho” (…) ”se avergüenza de su origen anticuado , también se avergüenza  del resultado imperfecto e inevitable de ese origen: de sí mismo”.

Siguiendo en esa reflexión, en esta nuestra época el hombre (y no sólo Mangada) habría nacido ya “anticuado”, obsoleto. El hombre se experimenta a sí mismo como "anticuado" y pequeño frente a los aparatos técnicos, que se presentan como los auténticamente "bien dotados" y que le hacen avergonzarse de su humanidad.

Así que pudiera ser que lo que pasa es que los aquí reiteradamente aludidos como “conocidos y reputados urbanistas” son en realidad Cyborgs, a los que habría que aplicar el test de Turing para comprobar si efectivamente lo son.

Hasta tanto, por si acaso no se fíen pues de los “actualizados”.

Urbanistas o no, quizás no sean humanos.


Francisco López Groh | Urbanista. Socio del Club de Debates Urbanos

La obsolescencia del hombre