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NUEVATRIBUNA.ES - 05.05.2009

José María Aznar ha vuelto a la escena política en plena precampaña electoral con los mismos planteamientos casposos de antaño. El ex presidente del Gobierno demuestra tener muy poca memoria cuando habla de la lucha contra ETA, tema recurrente de su currículo político. Flaca memoria, sí, porque como han hecho todos los gobiernos democráticos en España, intentó, cuando estaba al frente del Ejecutivo, negociar con la banda terrorista en una de las etapas más sangrientas. Fue además el único presidente que llamó a ETA “movimiento nacional de liberación vasco”, para después arremeter con dureza contra el Gobierno el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero por intentar una salida dialogada a la violencia.

“Fue Jaime Mayor Oreja quien encendió la antorcha del constitucionalismo en el País Vasco”, dijo este martes Aznar durante un acto celebrado en Madrid junto el candidato del PP a las elecciones europeas del 7 de junio. Es más -añadió- fue él, junto con el entonces líder del PSE, Nicolás Redondo Terreros, quienes “plantaron cara al nacionalismo y pelearon por forjar una alternativa democrática y constitucionalista en su tierra”.

Ni Mayor Oreja ni Redondo Terreros juegan ahora ningún papel en el País Vasco. El ‘frente’, protagonizado por ambos, del constitucionalismo contra el nacionalismo, no dio los frutos deseados, no caló en la sociedad vasca, es más, supuso �para muchos- ahondar en la herida del enfrentamiento entre ‘españolistas’ y los nacionalistas y situar al PNV como una víctima, argumento que volvió a recordar Juan José Ibarretxe en el pleno de investidura del Parlamento: Aznar ha dicho que la antorcha del Gobierno vasco se la merece Mayor Oreja. Los señores que le llevan hasta el 38 (escaños) tienen esa visión".

Pero Aznar dijo mucho más. Aseguró que el pacto entre Patxi López y Antonio Basagoiti “debe mucho a la energía y al liderazgo de Mayor Oreja y a su compromiso con las libertades en el País Vasco”, porque “nunca tuvo dudas” en la derrota de ETA ni en “plantear alternativas al nacionalismo excluyente”. En este sentido recordó su etapa como ministro de Interior para destacar que “marcó un antes y un después en la política antiterrorista”.

Y todo esto lo dijo Aznar precisamente el día del debate de investidura de López como nuevo lehendakari, acto al que acudió Mariano Rajoy, y en un momento en el que el PP apoya sin fisuras al Gobierno en la lucha contra ETA. Pero de esto, Aznar no quiere hablar, haciendo así un flaco favor a su partido. Flaco favor porque el PP de Rajoy ha llegado a la conclusión, al comprobar su cada vez menor apoyo electoral en Euskadi, que la política acertada no iba por esos derroteros. ¿Por qué creen si no que María San Gil salió tan airada del partido dándole una patada a Rajoy?

Con sus declaraciones, Aznar hace un flaco favor a Rajoy y la actual dirección del PP. Es más, deslegitima su acción política encaminada a forjar un lecho electoral en el País Vasco lejos de la tradicional confrontación con el nacionalismo. A eso está dirigida la estrategia del nuevo PP Vasco, que sabe, tan bien como el PSOE, que el nuevo tiempo político que se abre en Euskadi no puede vivir de las rémoras del pasado. Y Aznar, mal que le pese, representa el pasado.

Aznar, el desmemoriado