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'The Boys T4': review sin spoilers

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Jaime Polo | @lovacaine

La nueva temporada de “The Boys”, como gran parte de la serie, se revela como un grito furioso contra la hegemonía del héroe clásico. Mientras Marvel nos ha ofrecido dioses en armaduras relucientes y mortales elevados por la pureza de sus corazones, "The Boys" nos arrastra por el lodo de la realidad. Aquí, los superhéroes no son ideales inalcanzables, sino monstruos disfrazados de salvadores. La serie nos obliga a mirar de frente la corrupción, la brutalidad y la hipocresía, despojando a estos seres de su brillo cinematográfico para exponer sus almas podridas. Es una crítica descarnada que evoca a Nietzsche, transformando a los Übermensch en figuras políticas y mediáticas, más cercanas a los titanes de la mitología griega, sujetos a las mismas debilidades humanas que aquellos a quienes pretenden proteger.

En el centro de esta tormenta, dos figuras se erigen como bandos opuestos: Patriota y Carnicero. Patriota, con su sonrisa de comercial y su capa ondeando al viento, es el epítome de la enfermedad del poder absoluto. Bajo su fachada perfecta, se esconde una psique dañada, una criatura creada y deformada por una sociedad obsesionada con la imagen. Es el sueño americano convertido en pesadilla. Carnicero, en cambio, es la encarnación de la venganza y la justicia rota. Su odio es palpable, su dolor es su motor, y su humanidad, aunque enterrada bajo capas de cinismo y violencia, es lo que lo hace trágicamente real. Estos dos personajes no solo sostienen la narrativa, sino que personifican el conflicto central de la serie: el choque entre la ilusión y la realidad, entre el poder corrupto y la resistencia desesperada.

La violencia en “The Boys” no es gratuita, es una herramienta narrativa esencial que sirve para desmitificar y desglamourizar a los superhéroes

La violencia en “The Boys”, en especial en estos primeros episodios que he podido disfrutar de la mano de Prime Video, no es gratuita; es una herramienta narrativa esencial que sirve para desmitificar y desglamourizar a los superhéroes. La sangre y el gore son la verdad desnuda, el recordatorio constante de que el poder sin control es destructivo. Cada explosión de sangre, cada miembro desgarrado, es una declaración contra la idealización del poder. Nos recuerda que detrás de cada acto heroico puede haber una sombra, una consecuencia devastadora. En un mundo saturado de imágenes pulidas y finales felices, la crudeza de "The Boys" es un recordatorio brutal de la realidad y, en su exceso, encuentra su justificación poética.

Los espectadores pueden esperar de esta nueva temporada el fin total del super héroe idealizado y la llegada de un nuevo arquetipo: el homo superior.  Aquí, los superpoderes no son dones divinos, sino maldiciones que revelan lo peor de la humanidad. Los héroes caen, no en batallas gloriosas, sino en el lodo de sus propias imperfecciones.  Esta deconstrucción radical sugiere que la verdadera superioridad no reside en la fuerza física o en poderes sobrehumanos, sino en la capacidad de enfrentar nuestras propias sombras. "The Boys" nos invita a cuestionar no solo a los ídolos que hemos creado, sino también las estructuras de poder y moralidad que sustentan nuestra realidad.

“The Boys” siendo más “The Boys” que nunca.