Proyecto AntiMafalda, la muerte de Quino
Desde hace décadas la política mal entendida viene elucubrando tras las sombras del país más austral del hemisferio occidental, un plan maquiavélicamente verosímil pero lejanamente equidistante de la justicia y de la verdad.
Transcurren los gobiernos y parece no cambiar la realidad, pases de factura, derechas e izquierdas, conservadores y progresistas, timoneles que se han soltado a la deriva en un interminable mar de injusticias sociales. Mientras en los barrios bajos de las carentes provincias argentinas de un estado que se dice federal, pero llevan las banderas del unitarismo, se implora por agua y por pan; en las altas esferas gubernamentales no deciden aun con que parte del caviar quedarse. En el transitar, la gente común, o sea nosotros, nos vestimos de circenses cada mañana para ver qué tipo de malabares llamará más la atención de aquellos que solo nos miran desde arriba. Juan Domingo Perón, Ricardo Balbín, juntas militares, gobiernos de factos, Mauricio Macri, Raúl Alfonsín, Carlos Saúl Menem, Fernando De la Rúa, el matrimonio Kirchner, Alberto Fernández, una pasarela de mandatarios que han encontrado su nicho en el poder mismo. Ya no importa de qué lado del tablero te encuentres, el sol debería salir para todos, pero hay ventanas que no se abren, hay diques que con el tiempo pierden el agua entre sus grietas. Las ideas de Mafalda siempre fueron revolucionarias, un socialismo básico que anida en el corazón de todo ser humano que se aprecie de tal, sin embargo, estas acciones tan elementales no han encontrado eco en sus gobiernos. Ese personaje tan emblemático de la historieta argentina que supo traspasar fronteras y cautivar a infinitas masas de lectores, sigue escribiendo las realidades, elevando a la máxima