CINEASTAS

Pier Paolo Pasolini: el primer “punk” de la historia, según Álex Rigola

Pasolini.
El poeta que bajaba a los bajos fondos de Roma buscando sexo.

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Celín Cebrián | @Celn4

Dice Mario Colleoni que “cultivar la belleza, el asombro y la honestidad, es, ante todo, una expresión de convivencia”. La poesía de Pasolini era una palabra clara e inteligible, apegada a la existencia cotidiana, además de ser pura, cercana, absoluta…, quizás  demasiado humana.

Leyendo al autor de Contra Florencia (La línea del Horizonte) descubrimos que Pasolini era un narcisista confesado, además de un camaleón humano capaz de desenvolverse con soltura en cualquier entorno, puesto que pensar lo contrario sería suponer que no podía ser al mismo tiempo el hijo más dulce, el amante más perverso y el cineasta más cruel.

Incómodo, escurridizo, inasible. Si leemos Poesías en Casarsa, traducido al español, un volumen al que se le han añadido dos reescrituras posteriores, que son La meglio gioventú y La nuova gioventú, en seguida comprenderemos que ahí están contenidos todos sus anhelos, sus ambiciones, su desencanto y su desesperanza. Se trata de un viaje al origen, de donde surge sus sexos abiertos, sus paraísos e infiernos, la destrucción y los seres marginales. Lo que nos descubre Pasolini es la transformación de un hombre, la hermosa serenidad de las cosas, el deseo juvenil que nace y explota con una mirada. También un conjunto de liturgias paganas, bucólicas, pastoriles…

“Todos estamos en peligro”, le dijo a Furio Colombo en una de sus últimas entrevistas

Si miramos a nuestro alrededor, vemos que el mundo se ha convertido en algo que él ya predijo. Y eso es peligroso porque, si lo pensamos detenidamente, se multiplica la desesperanza. Cuando dejamos de llamar a los cosas por su nombre y un montón de cretinos sin emociones defienden lo indefendible, lo banal, sin querer entender cuál es la realidad del siglo XXI, la misma que los intelectuales también se enorgullecen de olvidar, entonces tenemos que reconocer que nuestro destino está en peligro. Urge que prendamos a mirar y a leer el mundo, o…caeremos en las redes del fascismo. Eso fue lo que vino a decirnos el cineasta de la trilogía de El Decamerón, Los cuentos de Canterbury y Las mil y una noche.

Escondía una tímida pero a la vez arrolladora  personalidad, fogosa pero inflexible, sádica  pero carismática. Si hubo alguien capaz de representar el coraje, ese fue él.  Devoraba la vida con un apetito insaciable, una vida, que según él, carecía de fuerza moral para enfrentarse a esa sociedad cruel llena de egoísmo, estupidez, incultura, habladurías, moralismo y conformismo. Un mundo que sólo funcionaba en apariencia.

El 2 de noviembre de 1975 encontraron su cadáver totalmente desfigurado en un descampado de Ostia, cerca de un vertedero. Giulio Andreotti, líder de la Democracia Cristiana, y cinco veces primer ministro de Italia, dijo: ꟷ”Se lo había buscado”. Se cree que fue asesinado en una trampa que le tienden. Él trabajaba en una novela titulada “Petróleo” en la que pretendía tirar del hilo de la relación entre el poder y la mafia, y dar el nombre de los asesinos del empresario petrolero Enrico Mattei. Comunista, católico, quijotesco, provocador, controvertido, homosexual, escritor, poeta, director de cine, amante del fútbol, al que definía como “la última representación sagrada de nuestro tiempo”. Su última película, Saló o los últimos 120 días de Sodoma, es un vómito. No llegaría a verla estrenada. Fue asesinado tres semanas antes de su estreno.

Miguel Dalmau escribe: Pier Paolo Pasolini fue “El último profeta” y el que se adelantó a describir el mundo en el que vivimos hoy. Y así lo predijo: no habrá cine sino televisión y pornografía. El nuevo fascismo será el “Black Friday”. Y la corrupción política será aceptada por la sociedad como algo normal. También la destrucción del Mediterráneo.

El cineasta rojo y libre que posiblemente se “ocuparan” de él los servicios secretos de Italia

Fue considerado uno de los mejores Poetas del siglo XX. “El poeta de las cenizas”, un ser contradictorio, singular y provocador (en su vida, llegó a tener hasta 33 juicios). Era católico, creía en Dios, pero estaba en contra de la Iglesia.  Comunista, aunque ellos fueron los que mataron a su hermano menor Guido en la Segunda Guerra Mundial. También se posicionó en contra del Mayo del 68 a favor de la Policía, argumentando que aquellos estudiantes eran unos verdaderos burgueses y los agentes los obreros. Y así hasta acabar escribiendo en el Corriere della Sera, el periódico burgués por excelencia, contra el consumismo, la masificación, el desarrollo, pero sobre todo contra el divorcio y el aborto. Incluso hizo un artículo contra la  tolerancia que había en algunas calles de Roma por donde se observaba a ciertas “chicas” disponibles, y no se refería a prostitutas, sino a adolescentes, puesto que Pasolini estaba obsesionado con la castidad femenina y venía a decir algo así como que no podían estar dispuestas a gozar con quien les pareciese oportuno, sin embargo, él sí se podía pasear casi a diario con su Alfa Romeo 2000 por los suburbios romanos en busca de raggazos alegres, que le excitaban y de los que contrataba sus servicios sexuales. “Haced lo que yo os diga, pero yo haré lo que me dé la gana”, sería su máxima. Criticaba el estalinismo, pero miraba con complacencia la revolución cultural de Mao. Era un revolucionario, que, llegado un momento, ya no sabía muy bien lo que era la revolución.

Polemizó con todos los intelectuales de la época, incluido su amigo Alberto Moravia. Como dice Eduardo Subirats en Proceso de la civilización “la humanidad de hoy en día se devora a sí misma”.

Nació el 5 de marzo del 1922 en Casarsa, Bolonia. Su padre, militar, distante, y alcohólico y abatido. Cuando Pasolini tiene 26 años, una niño le confiesa al párroco que ha mantenido relaciones  sexuales con el poeta. El cura acude a la sede de la Democracia Cristiana, se salta el secreto de confesión y le acusa. Es el año 1949. Entonces decide huir a Roma con su madre. Se hace doctor en Letras, profesor de instituto y poeta friulano, su dialecto. Por fin escribe su primera novela: Ragazzi di vita. Y en 1959 publica su segunda novela: Una vida violenta. También escribe poesía. No es ningún desconocido. Su obra es admirada y se le invita a la India para homenajear a Tagore, un escritor que apenas había leído y que no apreciaba, circunstancia que aprovecha para escribir El olor de la India, un libro de “turista”, por así decirlo. Hasta que en 1961 realiza su primer largometraje: Accatone. Ahí ya es un intelectual, es decir, un burgués, repleto de contradicciones que le atormentan, enamorado del subproletariado. Tanto la literatura como la poesía le convierten en uno de los literatos más vanguardistas de la época.

No podríamos terminar sin hablar de la película El evangelio según San Mateo. Fue el análisis más certero que ningún otro intelectual hubiera hecho hasta el momento. Ninguno como Pasolini advirtió los cambios a los que debería enfrentarse la Iglesia en el futuro. Fue una obra magnífica que el mismo Vaticano calificó de impecable. Pero no todo  el valle era orégano. El reconocimiento tuvo algunos matices. Realmente fue una agencia internacional de prensa católica (dependiente del Vaticano pero sin ser el Vaticano), allá por los años 70, es decir, tiempo después, la que dio tal bendición a la maravillosa película. El éxito fue extraordinario y tuvo resonancias en el mundo entero. Fue hasta alabada por Andréi Tarkovski, el director ruso.

Alberto Moravia, su amigo, lo despidió tras la muerte, diciendo: ꟷ”Ante todo hemos perdido un poeta; no hay tantos poetas en el mundo”.

“Para mí (regresa la voz de Mario Colleoni) no existe nada más sagrado en la vida que la palabra de un ser humano, su voluntad. Y traicionar esa palabra hubiera sido como apuñalar por la espalda a la persona a la que amo. Digo lo mismo que Shakespeare le hizo decir a Macbeth: ꟷ”me atrevo a todo lo que sea digno de un hombre”.