Edvard Munch, el pintor de la angustia, regresa a Madrid
Pocas veces un cuadro representa de manera tan ajustada el más alto grado de angustia existencial como El Grito, de Munch. ¿Era el anticipo premonitorio de la Pimera Guerra Mundial y de las grandes convulsiones del siglo que nacía? Probablemente.
El Museo Thyssen-Bornemisza, con la generosa colaboración del Munch Museet de Oslo, nos muestra, desde el pasado 6 de octubre y hasta el 17 de enero del año próximo, la primera exposición dedicada al artista noruego en Madrid desde 1984. Edvard Munch. Arquetipos explora la aportación del pintor a la historia del arte moderno, que lo convierte en uno de sus padres junto a Paul Cézanne, Paul Gauguin y Vincent van Gogh.
La obra del noruego Edvard Much no se exponía en España desde 1984.
La radicalidad de su lenguaje plástico se revela a su vez en el juego entre las formas planas y sinuosas, en la deformación expresiva del cuerpo, en el color simbólico, o en la utilización de texturas y técnicas experimentales de grabado, con lo que Munch exploró las relaciones entre los signos externos del mundo físico y la dimensión espiritual oculta de la realidad.
La muestra está comisariada por Paloma Alarcó, Jefe de Conservación de Pintura Moderna del Museo Thyssen-Bornemisza, y por Jon-Ove Steihaug, Director de colecciones y exposiciones del Munch Museet.
EDVARD MUNCH, EL PINTOR DEL ALMA Y DEL INCONSCIENTE
Edvard Munch nació en Noruega, en la ciudad de Løten, el 12 de diciembre de 1863 y murió en Ekely, el 23 de enero de 1944. Fue un pintor y grabador noruego que tuvo un protagonismo esencial en la configuración, en la Europa que vivió el cambio del siglo XIX al XX y participó de una etapa de esplendor artístico en el período de entreguerras, del expresionismo. Sus evocativas obras sobre la angustia influyeron profundamente en la versión alemana de esa poderosa corriente a comienzos del siglo XX. Sus obras son como variaciones constantes sobre la gran sinfonía de la existencia humana en sus lados diurnos, pero aún más, como es congruente con la sensibilidad finisecular, en los nocturnos. El amor y el odio, el deseo y la angustia, las pasiones y las emociones, son elevados a arquetipos de la vida anímica del hombre moderno o, incluso, de la propia condición humana.
Munch, sobre El Grito: "Mis amigos siguieron andando y yo me quedé allí, temblando de miedo. Y oí que un grito interminable atravesaba la naturaleza.”