La mirada de Berthe Morisot
Desde el retrato que le hizo Edouard Manet adornada con un ramillete de violetas, Berthe Morisot (1832-1883) nos mira con curiosidad, seria y serena, con los labios entreabiertos. Sus ojos son grandes, oscuros, y están muy atentos. Paul Valéry, que la conoció porque se había casado con una sobrina suya, escribió que en realidad esos ojos eran verde-oscuros, que el pintor los presentaba casi negros para resaltar su profundidad y el intenso ardor de su modelo. En un corto ensayo que escribió en 1926, Valéry intentó penetrar en esas profundidades con certeros trazos de poeta. Berthe era extremadamente distinguida y reservada, dice, original y distinta, “peligrosamente silenciosa”. Imponía a quien la abordara una distancia inexplicable. Es curioso: no fue ésta la impresión que me ha producido este cuadro de 1872 durante los largos años en que lo he admirado, y desde el que ella nos contempla con esa mirada curiosa. En él la expresión de Berthe es amable, sonríe levemente sin malicia. Contrasta con los demás retratos en que posó para Manet, no menos de catorce, donde se adivina una expresión más resuelta y oscura. Así sucede en el primero en que la tuvo como modelo: El balcón (de 1869), un homenaje a las Majas en el balcón de Goya, en el que Berthe ocupa el primer plano con un aire de ligero aburrimiento. Contrasta sobre todo con las fotos de estudio que le hicieron en 1874, en posturas y atuendos variados. La mirada es siempre penetrante, parece algo exasperada. (En la imagen: Edouard Manet: Berthe Morisot con ramo de violetas, 1872).
Edouard estaba, parece obvio, enamorado de Berthe y se diría que en 1872 la pintó con las violetas reflejando la mirada que él habría deseado recibir de ella. En su biografía del pintor (llevada al cine en 2012 por Caroline Champetier) la escritora Beth Archer Brombert sugiere que su amor estuvo frenado por el miedo que el pintor tenía de contagiarle una grave enfermedad que había contraído de joven en un viaje a Brasil. Manet era un dandy, un miembro de la alta burguesía. Era ya un pintor consagrado, nueve años mayor que Berthe, y se consideraba su maestro. La madre de la pintora ha contado cómo corregía sus cuadros, metiendo “atrozmente” su pincel en ellos. La joven aprendía de él, desde luego, pero mantenía una actitud de contumaz independencia. Él había sido el precursor del impresionismo, como Courbet, pero, a diferencia de éste, su actitud frente a la burguesía del Segundo Imperio no fue la del activismo político, sino más bien la provocación cultural y moral frente a su propia clase. Desafiaba al arte oficial porque había roto con los obligados temas del clasicismo, únicos admitidos. Parodiaba a los clásicos inspirándose en sus composiciones pero pintaba a su modelo Victorine Meurent (Olympia y el Almuerzo campestre, entre otros) con una desnudez muy poco ortodoxa, nada bíblica o mítica. Su Olympia fue, en efecto el fin del Olimpo, como apuntó Georges Bataille. Por añadidura, había iniciado una revolución de los medios técnicos: acabó con la obligada suavidad de contornos de los pintores conformistas, salpicando sus telas con trazos brutales de color y sobre todo de negro. Así, los ojos de su admirada discípula o el desagradable gato negro que acompaña a Olympia.
Edouard Manet: Olympia, 1863
Manet la siguió retratando cuando se casó con su hermano Eugéne, también pintor, en 1874, un matrimonio de conveniencia, al parecer. Pero ya en los años posteriores a la guerra franco-prusiana y la comuna de París (1870-1871), cuando cayó el Segundo Imperio de Napoleon III, Berthe tomó la determinación de unirse al grupo de pintores impresionistas que decidieron ignorar las reglas oficiales del Salon y crear su propia cooperativa de para poder exponer libremente. Dejó atrás a Manet, que seguía empeñado en escandalizar a los burgueses sin salirse de su propio terreno, y se convirtió en una de las líderes del movimiento, con una obra considerable sólo limitada por su condición de mujer, casada y burguesa, y por tanto sin acceso a los escenarios, obreros o mundanos, donde se movían sus compañeros, Pisarro, Renoir, Degas o Monet, entre otros, que la respetaban sin reservas como artista.
(Nuevos Papeles de Volterra)
VALÉRY, Paul: Berthe Morisot, en Oeuvres II, 1303, La Pléiade, 1960. — WALTER, Ingo F., ed.: El Impresionismo, Taschen 2006. — NERET, Gilles: Edouard Manet, Taschen 2003. — BOUCHER, François: Paris, Librairie Plon, Paris 1950