jueves. 18.07.2024

Elena del Olmo Andrade

La única nota en la partitura, un solitario «do» que conforma la única melodía en las cohibidas callejuelas de Galimatia, un símbolo de una dictadura que asola el fantástico y gentil universo de Ernest y Célestine. Tras una primera entrega hace más de diez años, el oso y la ratoncita vuelven a enfrentarse a nuevos desafíos, acercando al público más joven los horrores de un conservadurismo llevado al absurdo. Las acuarelas de la autora e ilustradora francesa Gabrielle Vincent cobran vida y subvierten los códigos establecidos, presentando unos personajes ambiciosos, creativos, con deseos que sobrepasan los límites de esta sociedad imaginaria. 

Las inquietudes creativas de Ernest y el espíritu revolucionario de Célestine conducen a estos singulares protagonistas a la ciudad natal del oso tras la ruptura accidental de uno de sus más preciados instrumentos musicales. Bajo el lema «Es así y no hay más que hablar» la población de Galimatia se muestra cohibida ante la decisión de un tribunal opuesto a la presencia de melodías musicales. A pesar de ello, el ritmo narrativo y la ambientación vuelven a caer en manos del violonchelista Vincent Courtois, que dota a la cinta de personalidad, con una banda sonora encantadora, festiva, a la par con las hazañas de los protagonistas. La lucha de Ernest, Célestine y el héroe enmascarado Mifasol supone un primer acercamiento a una actitud inconformista, un cuestionamiento de los dogmas impuestos por las altas esferas políticas y una exaltación del libre albedrío para perseguir las propias ideas.

Ernest y Célestine continúan plasmando cuestiones sociales muy relevantes en el ambiente político actual

Buscando dejar un poso en las conciencias de los más pequeños, la película de Roger y Chheng profundiza durante gran parte del metraje en la influencia del entorno familiar a la hora de elegir tu camino. Ernest, como muchos anteriormente, se encuentra atrapado entre la elección de continuar la tradición de ejercer como juez o alejarse de este legado familiar y convertirse en músico. Tras una primera entrega en la que la creciente amistad entre dos especies distintas era motivo de debate, Ernest y Célestine continúan plasmando cuestiones sociales muy relevantes en el ambiente político actual. En medio de protestas, agresiones y violencia sistemática, el rechazo a parejas alejadas de la norma, a individuos con distintas procedencias y el intento de prohibición de las artes, las humanidades y todo aquello que fomente el espíritu crítico configuran un panorama desolador para aquellos que están entrando en el mundo real.

El cine de animación continúa demostrando su valía mostrando a los más pequeños la legitimidad de sus propias convicciones

No obstante, entre el trauma generacional, la lucha por un futuro digno y el auge de la violencia policial en conciertos clandestinos, la cinta encuentra un equilibrio con la presencia del slapstick. Esta comedia «física» originada en la Commedia dell'arte renacentista y predominante en el cine mudo de la mano de artistas como Charles Chaplin o Buster Keaton coloca el alivio cómico en situaciones de violencia exagerada sin ningún tipo de dolor o consecuencias físicas reales. Así, las múltiples persecuciones, caídas, golpes y encontronazos que sufren, sobre todo, el cuerpo de policía de Galimatia provocan jolgorio y carcajadas entre la audiencia. Esta pincelada de comedia junto con el valor de la amistad, la solidaridad y la ternura entre los protagonistas y sus afiliados alivian las contrariedades que surgen en la batalla contra las fuerzas de la autoridad.

Entre gigantes como Illumination o Pixar, la frescura de Ernest y Célestine despunta con un trazo artesanal que favorece la textura, lo táctil de sus imágenes para construir un relato conmovedor, animado, revolucionario y útil. La cinta, a pesar de apuntar a un público infantil, está plagada de un atractivo visual, unos diálogos sencillos pero acertados, un ritmo ameno y encantador y situaciones familiares que mantendrán el interés de jóvenes y adultos a la vez. El cine de animación continúa demostrando su valía mostrando a los más pequeños la legitimidad de sus propias convicciones y la perseverancia que deben mostrar ante las adversidades, mientras los mayores lamentan que en el mundo real los problemas se arreglan con la conciencia en las urnas y no al compás de una orquesta.

El viaje de Ernest y Célestine: la alarmante dictadura silenciosa