viernes. 27.09.2024

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Pablo D. Santonja | @datosantonja

Cinema d´estiu (Cine de Verano) nos cuenta la costumbrista historia de un jóven Pau que llega a Torrevieja, provincia de Alicante, en 1986, en un verano simple, rutinario, donde la magia de la narración es que no ocurre nada. 

Y me explico: esa “nada” da por resultado un relato donde todos nos podemos sentir identificados con algún verano en algún momento de nuestra vida, en que nuestro mayor objetivo era simplemente “estar”, enfrentar el calor y buscar aventuras con nuestros amigos dentro de lo rutinario. 

Torrevieja es un personaje más en esta obra, que también sirve como homenaje a la ciudad y a una época dorada antes de la llegada del turismo masivo y las inmobiliarias salvajes.

Torrevieja es una ciudad costera situada en la provincia de Alicante que experimentó una notable transformación durante las décadas de los 70, 80 y 90. A lo largo de estos años, la ciudad evolucionó de ser una pequeña localidad pesquera y salinera a convertirse en un importante destino turístico.Durante las décadas de 1970 a 1990, Torrevieja vivió una transformación radical que cambió para siempre su paisaje, su economía y su estructura social.

Carmelo Manresa tiene una sensibilidad especial para contar hechos mundanos que sirven como fotografía de una época

A comienzos de la década de los 70, Torrevieja era aún un pueblo que mantenía una economía basada en la pesca y la explotación de la sal. Las salinas de Torrevieja, de las más antiguas y grandes de Europa, seguían siendo una pieza clave de la vida local. Además, la pesca jugaba un rol fundamental, con pequeñas embarcaciones faenando diariamente y el puerto pesquero como uno de los ejes de la economía de la ciudad.

Sin embargo, en esta misma década empezaron a aparecer las primeras señales de cambio. El turismo, que ya había comenzado a desarrollarse en otras zonas de la Costa Blanca, empezó a asomar tímidamente en Torrevieja. Atraídos por las playas vírgenes y el clima mediterráneo, los primeros turistas, en su mayoría nacionales, llegaban para pasar las vacaciones de verano. Aunque la infraestructura turística era aún limitada, ya se percibía la potencialidad de Torrevieja como un destino vacacional.

El verdadero punto de inflexión llegó en los años 80, cuando Torrevieja experimentó un crecimiento exponencial en todos los sentidos. El aumento del turismo fue el motor de este cambio, impulsado tanto por visitantes nacionales como por un creciente flujo de turistas extranjeros, principalmente de Europa del Norte. Británicos, alemanes, suecos y noruegos empezaron a ver en Torrevieja un destino atractivo, no solo para vacaciones, sino también como lugar para adquirir segundas residencias.

Con la llegada masiva de turistas y residentes extranjeros, se produjo un auge urbanístico sin precedentes. La construcción de nuevas urbanizaciones, apartamentos y chalets se aceleró, expandiendo la ciudad hacia la costa y las zonas adyacentes. Este crecimiento no solo transformó el paisaje de Torrevieja, sino también su economía, que pasó a depender en gran medida del sector inmobiliario y de los servicios relacionados con el turismo.

Hace de sus novelas algo nostálgico pero ágil y preciosista, capaz de transmitir al lector el amor y el respeto por una época donde los veranos eran mucho más sencillos

Las playas de La Mata, Los Náufragos y Los Locos se convirtieron en centros neurálgicos para el disfrute de los visitantes, mientras que el puerto pesquero empezó a ceder terreno al puerto deportivo, símbolo del nuevo papel de la ciudad. El paseo marítimo, que sería renovado y ampliado en las décadas siguientes, comenzó a tomar forma como una de las principales atracciones para locales y turistas.

Este nuevo desarrollo tuvo un impacto en la vida cotidiana de la ciudad. El comercio local se adaptó rápidamente a la nueva demanda, con la apertura de tiendas, restaurantes y bares que ofrecían productos y servicios dirigidos a los turistas y residentes extranjeros. 

Carmelo Manresa cuenta esta historia como trasfondo del verano de Pau, con escenas que ocurren de fondo a la trama, donde poco a poco el paisaje urbano cambia hasta afectar a la vida de nuestro protagonista, que ve impotente cómo su vida y sus veranos jamás volverán a ser los mismos. 

Lo que sí es verdad es que Manresa tiene una sensibilidad especial para contar hechos mundanos que sirven como fotografía de una época reconocible por todos, algo que hace de sus novelas algo nostálgico pero ágil y preciosista, capaz de transmitir al lector el amor y el respeto por una época donde los veranos eran mucho más sencillos. 

'Cinema d´estiu', oda a los veranos donde no ocurría nada