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'Escape': Rodrigo Cortés y su salto al realismo mágico

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Vicente I. Sánchez | @Snchez1Godotx

Una de las maravillas del cine es cómo las películas, al igual que sus autores (y nosotros, los espectadores), pueden evolucionar con el tiempo, reflejando en pantalla sus filias, anhelos e inquietudes. Un ejemplo reciente de esto lo encontramos en Escape, la nueva película de Rodrigo Cortés, que consolida ese peculiar realismo mágico que ha ido ganando terreno en su obra y pensamiento. Este estilo ya se había anticipado en sus interesantes libros Los años extraordinarios (2021) y Cuentos telúricos (2024), e incluso, de manera más relajada, en sus pódcast. Aunque de algún modo este universo narrativo ya estaba presente en sus películas anteriores, lo cierto es que este Rodrigo Cortés difiere bastante del de sus primeros trabajos, como Concursante (2007) o Enterrado (2010). No obstante, este cambio ya se hacía evidente en El amor en su lugar (2021), una cinta que, con el tiempo, va consolidándose como una pequeña joya.

Escape es un relato tan divertido como aterrador sobre el ser humano y su deseo de libertad

Inspirada muy levemente en la novela homónima de Enrique Rubio (como se deja claro en los títulos al inicio del filme), Escape es un relato tan divertido como aterrador sobre el ser humano y su deseo de libertad. La película nos presenta a N., un hombre extraño que, tras la muerte de su esposa, vive atrapado en un caos mental absoluto. Nada en su cabeza funciona correctamente: no quiere tomar una decisión más y el mundo ha dejado de interesarle. Su única salida es escapar de la sociedad, y lo más práctico es buscar refugio en una prisión donde toda su libertad y derechos sean eliminados.

Escape, orgullosamente producida por Martín Scorsese, es una película que elude cualquier clasificación fácil. Como explicó el propio Rodrigo Cortés durante su presentación en San Sebastián y Sitges, requiere de un espectador dispuesto a dejarse llevar, sin expectativas claras. Y tiene razón, ya que estamos ante una obra profundamente surrealista, que gira continuamente sobre sí misma y busca sorprender en cada plano. Las conexiones con Kafka son más que evidentes, especialmente con El proceso y su protagonista, pero también con el imaginario del realismo mágico latinoamericano, con Pedro Páramo de Juan Rulfo como referente. Esto ya era palpable en la obra literaria de Cortés, pero aquí lo desarrolla hasta sus últimas consecuencias.

La película se sostiene sobre una brillante interpretación de Mario Casas, quien da vida a un hombre perturbado e incapaz de adaptarse a la sociedad. Junto a él, aparecen una serie de personajes más o menos excéntricos, como su hermana (interpretada por Anna Castillo), que parece ser la única que percibe su locura; el peculiar psiquiatra, interpretado por un recuperado Guillermo Toledo, aficionado a las metáforas con ranas; o el preso obsesionado con la música de Antonio Molina, encarnado por Albert Pla. Una mención especial merece José Sacristán, que interpreta a un implacable juez que se niega a enviar a N. a prisión, argumentando que es un trepa y un idiota.

Rodrigo Cortés nos presenta, quizás, una de sus películas más inspiradas y atrevidas

Escape reflexiona sobre la sociedad, la libertad, la salud mental y, sobre todo, el papel del Estado en la llamada sociedad del bienestar. Es una película más política de lo que podría parecer a simple vista, con una mirada kafkiana que también establece guiños claros a La naranja mecánica de Kubrick. Si en aquella cinta Alex es encarcelado y luego privado de su libertad mental, aquí N. busca precisamente eso: que el Estado se haga cargo de él, le diga qué hacer, e incluso le ordene respirar o comer. No hay metáfora más lograda sobre la dependencia de las nuevas generaciones hacia el "papá Estado".

Rodrigo Cortés nos presenta, quizás, una de sus películas más inspiradas y atrevidas. Una obra que conecta directamente con su universo creativo, donde todo es posible: desde sueños en los que se bailan jotas, hasta presos llamados Marco Antonio que se declaran estoicos. Sin duda, es una película extraña, audaz, mutante y que abraza sin complejos el absurdo. No se la pierdan.