Canary in a coal mine, Clara y La chica de ayer
Otra canción, Clara, de Joan Bautista Humet. Esa sonaba en 1980 en la tele el primer día que subí a su casa, a buscarla para ir a nuestra primera Fiesta de Nochevieja como amigos especiales que iban a ser novios. Me acompañaba Quique y allí estaban sus padres, su hermano y su abuela, que se moriría pronto. Nos fuimos juntos ella, Quique y yo a aquella fiesta en lo de Los Plátanos del padre de Mariano, donde sonaría casi exclusivamente durante toda la noche el primer disco de Nacha Pop, en una travesía en la que ella se convertiría poco a poco en La chica de ayer durante casi los siguientes diez años del futuro que acaba de comenzar.
Es de nuevo de noche, una noche ya de 1988, ella y yo estamos juntos en un concierto muy especial, Nacha Pop se despiden demostrando que nunca-nada-es-para-siempre, ni siquiera su propia despedida, la que marcaría el final de aquel futuro de ocho años que estaba a punto de sucumbir y ser ya el pasado que es y la dejó a ella como La chica de ayer que a veces es. Porque el pasado siempre está ahí, mirándote y recordándonos, al menos a mí, que los días que fueron son los días que son, son un presente inalterable al que poco a poco vamos difuminando hasta hacerlo desparecer de su realidad de presente. Si encadenamos a un árbol a la nostalgia y a la melancolía, podemos disfrutar mejor y más a menudo de lo que ya no es más que lo que queramos que sea: ese esplendor en la hierba que nos enseñó a disfrutar del verdadero esplendor en la hierba que disfrutamos. Ese esplendor en la hierba del que aprendimos que todo es futuro.