HISTORIA DEL SOCIALISMO

Alcoholismo y movimiento obrero en Vandervelde

Émile Vandervelde.

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@Montagut | Émile Vandervelde, fundamental socialista belga, dedicó mucha atención al problema del alcoholismo en relación con los trabajadores. Queremos centrarnos en dos de sus aportaciones, una de principios del siglo XX y otra en los años veinte.

Hemos encontrado una referencia en la revista La Nueva Era, en 1901. Vandervelde expuso sus ideas en un artículo titulado “El socialismo y el alcohol”. El socialista belga se desmarcó de las dos teorías predominantes sobre la relación entre el alcohol y la miseria. Afirmaba que por una reacción que consideraba muy natural contra las teorías de los filántropos que consideraban el alcoholismo como la principal causa de la pobreza, muchos socialistas habían sostenido que el alcoholismo era un efecto de las malas condiciones de la existencia material de los obreros, por lo que era inútil la propaganda contra el alcohol. Pero eso era, a su entender, caer en el exceso contrario a la otra teoría.

La miseria contribuía al desarrollo del alcoholismo, pero éste era también causa de la miseria

Era cierto que el alcoholismo tenía causas profundas, es decir, la miseria, la mala alimentación, las pésimas viviendas y la monotonía del trabajo en jornadas interminables. Pero, en realidad, las causas y las consecuencias se encadenaban. Cierto era que la miseria contribuía al desarrollo del alcoholismo, pero éste era también causa de la miseria. El proletariado socialista tenía, en consecuencia, el deber de atacar el enemigo desde fuera, es decir, al capitalismo que le explotaba, y también al enemigo de dentro, es decir, al que “le devora las entrañas”, contra las “necesidades ficticias” que absorbían su salud.

Vandervelde explicaba que partiendo de los datos sobre lo perjudicial que era el alcohol, se había creado la Liga Socialista Antialcohólica dentro del Partido Obrero belga. A sus miembros se les exigía que se abstuvieran de consumir las bebidas destiladas. Además, debían pagar una cuota, estar suscritos a uno de los periódicos del Partido y formar parte de la Sociedad de Resistencia correspondiente a su oficio. Eso había permitido agrupar a unos centenares de trabajadores dedicados a la propaganda contra el alcohol.

En segundo lugar, nos acercamos también al discurso que pronunció en el Congreso internacional contra el alcoholismo, celebrado en Estocolmo. El público español pudo leerlo gracias a la traducción publicada por El Socialista en el verano de 1925 (número 5152). Algunas de las ideas que hemos expuesto volverían a plantearse en este nuevo texto, pero de forma mucho más desarrollada.

Para el movimiento obrero socialista era la miseria la que generaba el alcoholismo

Vandervelde ofrecía la clave del divorcio que se había producido entre los grupos que luchaban contra el alcohol y el movimiento obrero en esta materia. Si para los primeros el alcohol generaba miseria, al suprimirlo se terminaba el problema social. Frente a esta tesis, para el movimiento obrero socialista era la miseria la que generaba el alcoholismo, en línea con lo que decíamos al principio del artículo. Pues bien, el belga afirmaba que en ese momento, es decir, en los años veinte, ambas posturas como absolutas no valían ya, sino que debían complementarse. El fenómeno era, por lo tanto, más complejo.

En primer lugar, consideraba que no era cierto que el alcoholismo generaba la miseria, y que se terminaría cuando desapareciera aquel. Eso sí, no negaba que terminar con el alcoholismo podía suponer un ahorro sustancial para la clase obrera.

En segundo lugar, también admitía que muchos obreros muy humildes no bebían jamás, destacando en este comportamiento alejado del alcohol el de las mujeres trabajadoras. Por otro lado, afirmaba que si se suprimían todas las empresas vinculadas al alcohol no habría menos capitalistas y proletarios. Eso sí, éstos dispondrían de más recursos para su lucha.

El alcoholismo era un mal que aquejaba a otras clases sociales, no era exclusivo de la clase obrera

Por fin, el alcoholismo era un mal que aquejaba a otras clases sociales, no era exclusivo de la clase obrera. Vandervelde también desmontaba las ideas tradicionales de que el alcohol era un estimulante para duros trabajos manuales, y que tenía un supuesto valor alimenticio. En función de todo lo expuesto, consideraba que era el obrero más pobre o peor remunerado el primer interesado en no beber. Pero era una ilusión pretender que se terminaría el alcoholismo apelando al argumento de que su ingesta no era una necesidad porque sobre el fenómeno incidían infinidad de causas de tipo fisiológico, psicológicas, de costumbres y económicas.

Pero Vandervelde, como buen socialista, no podía dejar de criticar a las “clases directoras” cuando condenaban al trabajador que se entregaba al alcohol porque nada se había hecho para “aliviar su tarea” o para proporcionarle “en las horas de descanso, distracciones científicas o artísticas”.

En este sentido, también se enfrentaba a un argumento muy empleado cuando el movimiento obrero defendía que se subieran los salarios y se aminorase la jornada laboral. Ante esta lucha se afirmaba que si los obreros ganaban más, y tenían más tiempo libre lo dedicarían a acudir a la taberna a gastarse ese aumento en alcohol. Y se aportaban estadísticas que vinculaban los períodos de aumentos salariales con una elevación del consumo de alcohol. Por otro lado, parecía un hecho que no eran los obreros peor retribuidos, sino los que disfrutaban de salarios más altos los que se entregaban más al alcohol.

Pues bien, Vandervelde consideraba que el primer argumento no era tan importante como se quería demostrar. Al parecer, a partir del momento de prosperidad que siguió a 1870 el aumento del alcoholismo corrió parejo al de los salarios, pero poniendo el ejemplo belga hacía ver que en el período de desarrollo económico que se estaba viviendo a mediados de los años veinte con aumentos salariales, debidos a la presión del movimiento obrero, el consumo de aguardiente había descendido. Esto significaría, a su juicio, que los aumentos pasajeros, extraordinarios o anormales de la remuneración acrecentarían el aumento del consumo de alcohol frente a los períodos con un alza normal o sostenida del nivel de vida, que tendían, por el contrario, a disminuirlo.

El socialista belga consideraba que para beber no bastaba quererlo, sino que hacía falta tener dinero

Y en relación con la segunda cuestión, el socialista belga consideraba que para beber no bastaba quererlo, sino que hacía falta tener dinero. Así pues, entre los obreros peor pagados, como los del ámbito agrícola, la falta de ese dinero obraba como un freno. Por eso, además de la escasez de tabernas, el alcoholismo en el ámbito laboral agrícola era menor, según explicaba, aportando unos datos sobre la información agrícola belga del año 1886.

Así pues, había obreros que no bebían o muy poco por sus bajos salarios, pero también había otro grupo de trabajadores poco proclives al consumo de alcohol y que eran los que se dedicaban a la lucha obrera.

Vandervelde terminaba su exposición abogando por el entendimiento entre los adversarios del alcoholismo y los socialistas para combatir el problema.