Macri, ese alegre bailarín
Si Argentina no estuviese atravesando este desconcertarte momento histórico, lo que sucedió el pasado viernes debería ser material de análisis de cualquier medio de comunicación.
Si Argentina no estuviese atravesando este desconcertarte momento histórico, lo que sucedió el pasado viernes debería ser material de análisis de cualquier medio de comunicación. Pero los medios de comunicación, o mejor dicho, los miserables que acondicionan la realidad a su antojo, son casi tan alérgicos a la verdad como sus propios lectores. Estos medios, llamados “de información” -fieles al compromiso asumido con el subalterno que han logrado colocar en la Casa de Gobierno- han trastocado tanto la realidad del acontecer nacional que en sus páginas de papel y en sus cadenas de televisión pueden leerse y verse auténticas maravillas de la literatura o el cine de ficción. Los motivos del abnegado esfuerzo del Grupo Clarín, en pos de
Por todos es conocida la guerra que los medios del Grupo Clarín y sus colaboradores más efectivos han mantenido con la administración de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Guerra que en su inicio, allá por 2008, se caracterizó por una sutileza poco probable que se intensificó sobre el segundo mandato de Cristina. Bajo su falaz autodenominación de medio “independiente”, el “Gran Diario Argentino” cruzó todas las fronteras de la ética, sin que sus lectores advirtieran este detalle, tal vez porque la mayoría de ellos considere que un titular vale más que mil palabras, o que “criterio propio” es una afamada marca de lencería.
El hecho es que no hubo foto del baile del presidente Mauricio Macri mientras su gendarmería reprimía a balazos de goma y gases lacrimógenos una protesta provocada por los despidos masivos que el mismísimo Mauri (“El Bailarín”) ha dispuesto en tan solo un mes de mandato.
Sobran momentos antológicos de la historia política argentina. Y este debería formar parte de esta digna colección, ya que no cualquier país puede jactarse de tener un presidente procesado, alegre y bailarín, que mientras le da rienda a sus capacidades danzarinas para el deleite de unos alegres productores de leche, mantiene a sus uniformados repartiendo palazos a troche y moche. Claro que - según como se mire- el baile y la represión del día viernes