RELATO | LOS MIGRANTES HAN DECIDIDO VOLVER A SU PAÍS

Sueño de una extraña noche de verano

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Por Núñez de Balboa pasean varias señoras acompañadas por sus criadas filipinas y dominicanas. No llevan nada en las manos, hablan y miran desde arriba a sus fieles ayudantes. Poco más allá, unos jóvenes recién llegados de Sotogrande esperan a otros para hacer una gincana con destino en La Moraleja, previo paso por Pozuelo, Aravaca y Majadahonda. Lo pasan bien, ríen, cantan y cantan la Marcha Real antes de partir. El verano está siendo ajetreado, sobre todo cuando no ha hecho más que empezar y de inmediato tendrán que volver a la Ría de Pontevedra o a Comillas. No hay tiempo para el descanso, para el relax, no hay día sin viaje, no hay viaje sin otro esperando a la vuelta de la esquina. Algunos envidian esa vida, ellos no, a menudo creen que es demasiado agotadora y que el servicio no está a la altura de las circunstancias. Demasiados encuentros, demasiados preparativos, demasiadas incertidumbres sobre lo que pasará esa tarde o a la mañana siguiente, cuando de nuevo haya que planificar el día.

En una covacha de apuestas deportivas, un grupo de migrantes latinos hablan de sus cosas mientras ven como se les esfuma el mísero salario que han obtenido por trabajar el doble de las horas permitidas, por obedecer sin rechistar. Es su día libre, un día que no es siempre el mismo y que siempre está supeditado a las necesidades del servicio. Hay cientos de pantallas, cientos de deportes de todo el mundo, apuestan por tal caballo, por tal luchador, por el minuto en el que al jugador meterá gol, por la victoria del equipo menos favorito. Esperan un golpe de suerte que no llega nunca y que al final de la jornada deja sus bolsillos exhaustos. Fuera todo sigue igual. Cada cual ocupa el lugar designado por su cuna, por la suerte o por la casualidad. Los de abajo siempre son los mismos. 

Algunos envidian esa vida, ellos no, a menudo creen que es demasiado agotadora y que el servicio no está a la altura de las circunstancias

En la televisión de oye el continuo debate sobre la emigración, las propuestas de AbascalAlbiseFeijóo y algunos nacionalistas periféricos contrarios al reparto de menores, el peligro que para todos los españoles supone la llegada masiva de migrantes sin preparación, sin dinero y armados de machetes para someter y violar a nuestras mujeres. El emigrante es el peligro, la amenaza, la plaga incontrolable que terminará con la raza hispana, que suplantará nuestra cultura judeo-cristiana por otra lejana, llena de contradicciones y opuesta a nuestra forma de ser y vivir. Ellos, los que vinieron de fuera, están cansados de oír siempre lo mismo, mientras, los de dentro siguen fabricando adrenalina contra quienes les sirven sin decir esta boca es mía. A la sombra de una acacia, varios migrantes hablan relajadamente sobre su situación. Ya no pueden más. El día no les da, no hay horas para descansar o hablar con la familia, sólo para trabajar sin límite. A Mauricio, que estudió Leyes en Guayaquil, se le ocurre un disparate que comunica a sus amigos. Muchos se van nada más oír la propuesta, pero otros permanecen. Forman un comité en el que cada uno de los doce se encargará de un cometido, aunque el de todos no es otro que el de llegar al mayor número de migrantes posible. Hay especialistas capaces de enviar un millón de wasap en media hora. El 25 de julio de 2024, día del apóstol Santiago, a las cero horas, ningún migrante acudirá a su puesto de trabajo, sea éste el que fuere. Nadie se lo cree, pero esa es la propuesta y en ella trabajan con entusiasmo los doce de Ayacucho. 

Pasan las horas, pasan los días, los mensajes se han hecho virales y por supuesto han llegado a la policía, que de inmediato practica las primeras pesquisas y detenciones, aunque no las suficientes según los habitantes de Núñez de Balboa que ven como un ataque intolerable a sus derechos esenciales esa amenaza de huelga. Mueven hilos entre las altas jerarquías, presionan, inician una campaña en la prensa y amenazan a sus trabajadores con todo tipo de represalias, incluida la expulsión de España, cosa que no corresponde a ellos, sino a la autoridad judicial, en la que tienen muchísima confianza. 

Mientras en la catedral de Santiago se disponen a lanzar el Botafumeiro para que los peregrinos se empapen de incienso, nadie acude a los bancales para recoger las berenjenas

Como siempre sucede, el tiempo pasa y todos los días llegan. Mientras en la catedral de Santiago de Compostela se disponen a lanzar el Botafumeiro para que los peregrinos se empapen de incienso, nadie acude a los bancales para recoger las berenjenas y los melocotones, los viejos han dejado de tener una persona dispuesta a asearlos y acompañarles por el parque, los bebés gritan desesperadamente porque nadie acude a darles el biberón, los niños se tiran las tabletas a la cara mientras su madre, que ni siquiera sabe en qué habitación viven, clama al cielo y pide una solución al más alto nivel y con la máxima contundencia. En bares y restaurantes sólo se sirven bebidas embotelladas y aperitivos embolsados, los platos llenos de mierda se amontonan en los fregaderos, mientras la basura inunda calles, escuelas, hospitales y discotecas. 

El caos se va apoderando de la ciudad, de la nación. El gobierno, alarmado por las consecuencias que la resolución de los migrantes pueda tener para la economía nacional y la salud pública, llama a la Unidad Militar de Emergencias. El jefe de la misma comunica al gobierno que más de dos tercios de la misma se niegan a salir a la calle puesto que también son migrantes. Antes de pasar el primer día, el país está completamente paralizado y sólo cabe utilizar la fuerza, detenerlos a todos y obligarlos a volver a su puesto de trabajo. Albise, Feijóo y Abascal exigen que se haga un escarmiento público en la Plaza Mayor de Madrid, que sea televisado y que se marque a los migrantes como al ganado, colocándoles además un localizador para saber dónde y qué hacen en cada momento. Pese a todo, la huelga sigue, los mercados han quedado desabastecidos porque tampoco los mataderos funcionan ni los barcos de pescan han salido a faenar. Los más desaprensivos han comenzado a vender víveres en el mercado negro, el precio de un tomate supera al de una raya de coca y en los hospitales se ha decretado el cierre debido a la proliferación de infecciones cada vez más agresivas. 

El mundo de Núñez de Balboa se ha roto, no hay quien sepa hacer un huevo frito, pero es que además tampoco hay huevos que freír. España, que pasaba por un momento de bonanza económica envidiable, contempla como se cierran fábricas y lonjas, como no llegan productos a los grandes mercados urbanos, como el hambre y la enfermedad se adueñan del país. Entre tanto, los migrantes han decidido volver a su país. Se acabó el verano.