TRIBUNA DE OPINIÓN

La invasión de los bárbaros

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Estamos tan metidos en nuestras peleas que no vemos la ola que se levanta a nuestro alrededor. La semana pasada, mientras el mundo se sumía en el caos durante unas horas por lo que se nos ha explicado como un pequeño error informático, veíamos con estupor en nuestro Parlamento que un debate tan serio como el de la invasión de bulos y de noticias falsas se reducía a un terco repetir acusaciones, con toda la apariencia de ser no menos falsas, contra la esposa del presidente del Gobierno. 

No pretendo aquí entrar en la misma tomatina: lo que me interesa es el hecho tremendo de que, mientras Europa se apresta a defenderse de una nueva invasión de los bárbaros, aquí vivimos en un mundo de memes (con e). 

La realidad es que está en manos de un puñado de grandes compañías que deciden qué es lo que se difunde, cómo se posiciona, a quién llega

Ya hay pruebas más que suficientes de varias verdades elementales a las que habría que enfrentarse: la primera es que toda la información, toda, circula hoy en día por Internet, y por tanto está en manos de quienes dominan la tecnología. En el pasado, un periódico se podía escribir prácticamente a mano y repartir prácticamente a mano. Ahora, mientras nos han contado y nos hemos creído que eso está al alcance de cualquiera, la realidad es que está en manos de un puñado de grandes compañías que deciden qué es lo que se difunde, cómo se posiciona, a quién llega. Cuando usted abre su teléfono móvil ve noticias de última hora que no son las mismas que veo yo. Un algoritmo perteneciente a una gran compañía ha decidido qué es lo que usted quiere ver y qué quiero ver yo, y curiosamente coincidirá conmigo en que entre las noticias que se le ofrecen también se encuentran unas cuántas que no quiere ver, pero que ese algoritmo tan hábil le reenvía de forma machacona. 

El Estado aún tiene la capacidad de reaccionar, y puede hacerlo, pero tiene que hacerlo cuanto antes. El tiempo apremia, la libertad peligra

Nadie vigila al vigilante, pero sí le vigilan a usted, y la única manera de impedirlo es recuperar -y cuando digo “recuperar” es porque se ha perdido- el poder de la Ley democrática sobre esos “inocentes” proveedores de material presuntamente aséptico, y que luego resulta que va siempre en la misma dirección. Ahora es cuando a uno lo llaman ingenuo, y le dicen que los Estados ya no tienen la capacidad de hacer frente a esos monstruos, pero cuando Google amenazó con abandonar Australia por un conflicto con su Gobierno, el Gobierno de Australia respondió invitándola a irse, porque Australia la gobernaban los australianos, y la compañía se atuvo a razones. El Estado aún tiene la capacidad de reaccionar, y puede hacerlo, pero tiene que hacerlo cuanto antes. El tiempo apremia, la libertad peligra.

Esto es mucho más importante que nuestra tomatina. A no ser que haya gente que prefiera armar ruido para que no se hable de lo que importa. Los mismos que obtienen beneficio directo de los mensajitos que usted y yo recibimos en el móvil.