Metamorfosis actual de la libertad

Asistimos a una mediática operación para cambiar el significado democrático que tuvo este término.

Desde La libertad guiando al pueblo (Delacroix, 1830), hasta la motosierra de Milei, se dicente “libertaria” –cuyas políticas homenajea la madrileña Díaz Ayuso-, hay gran oposición. La palabra “libertad, ampliamente polisémica, está siendo manipulada en sentido contrario al que la democratización plural quiso darle; bajo su marco conceptual, se pretenden colar fuertes recortes a la convivencia existente, mediatizada ya en muchos frentes. 

Libertad contra el Antiguo Régimen

Lo que las “burguesas” revueltas  pretendían aquel mes de julio de 1830 era limitar el poder a Carlos X, que pugnaba por la autocracia anterior a la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en agosto de 1789; querían garantizar las “libertades” y derechos proclamados en aquella revolución. Quien contemple el cuadro de Delacroix tenderá a sentirse dentro de esa masa popular en que  burgueses y gentes humildes pelearon por lo que entendían que era de todos. Esa “libertad”, con formas aladas, también está representada en los cuatro  grupos escultóricos que, aludiendo  a la Francia de 1792 a 1815, exhibe el Arco de Triunfo mandado construir por Napoleón en L´Etoile. Después de la Primera Guerra Mundial –y el homenaje al soldado desconocido- en ese punto simbólico de París, una instalación artística relaciona “libertad”, diálogo y reconciliación.

La acumulación de significados de ese lugar en torno a “la libertad” permite entender su volatilidad en una sociedad siempre cambiante. Las sucesivas guerras europeas tendieron a que se relativizara su valor: cada cual tenía su “libertad” e intereses a defender.  Sirvió, incluso, para limitar la inclinación del movimiento obrero en pro de una hermandad internacional por encima de los intereses nacionales; los fusilamiento impusieron una particular visión de “la libertad”, en nombre de  los intereses que -supuestamente de todos- hipostasiaba cada país. Tan poderosos eran estos que cuando, todavía en el siglo XIX, el riesgo de fractura revolucionaria de los mal asalariados alimentaba la inquietante “cuestión social”, habían logrado reducir el valor de “la sagrada propiedad privada”. Las condiciones de vida de la mayoría eran tan malas que  la caridad y la beneficencia no alcanzaban a limar el profundo malestar que había en fábricas y suburbios. No tenían nada, ni siquiera una ley protectora en caso de accidentes laborales y muertes, y las protestas ponían en riesgo la “seguridad social” de quienes se beneficiaban de su trabajo en la creciente industria. Cuando en los años ochenta, el prusiano Bismarck planteó que había que crear leyes e instituciones sociales, ante un mal mayor la reducción del poder de la propiedad privada inició un cambio significativo: sus impuestos ayudarían a crear un “Estado social”, que garantizase “la libertad” básica a muchos trabajadores.

En España, aquellos problemas de “la cuestión social”, y el inicio de su atención, los recogió la encuesta de la Comisión de Reformas Sociales en 1882-83, e incluso Cánovas del Castillo percibió que ya no era tiempo de Caridad, sino de que el Estado ampliara sus competencias más allá del “orden”; frente a lo que había sido la Economía política, se precisaba una Política económica (Discurso en el Ateneo madrileño, el 26,11.1882) que gestionase una atención a los problemas que padecían quienes más trabajaban. Algo de ello cuenta también la exposición temporal del Museo del Prado en este momento: Arte y transformaciones sociales en España 1885-1910, donde el visitante puede sumergirse en los inicios de las políticas sociales. Es más un catálogo de imágenes costumbristas, que una explicación de sus profundas razones y de las reticencias a su remedio. Las actas de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas las testimonian desde su fundación en la Ley Moyano, de 1857, incluida la reserva ante la nueva interpretación del derecho de propiedad que se estaba imponiendo.

Una libertad que da miedo

Esta muestra tranquiliza a quien compare aquel duro pasado con la burbuja actual. Pero los datos de fondo no son tranquilizantes para la historia posterior de la libertad”. Las guerras de los años treinta –la española y la IIGM- volvieron a invocarla de modo muy contrario. En 1941, Erich Fromm escribió El miedo a la libertad como motivo ciego que había conducido al desastre: la “libertad negativa” separa de los demás, exalta el narcisismo y conduce al individuo al conformismo, al autoritarismo y a la destrucción, como muestra este análisis de la cultura nazi. Liberar aquella Europa rota pasó por la conciencia de unión para volver a fortalecer el lado social del “Estado de Bienestar”, es decir, un sólido apoyo a los ciudadanos comunes en cuestiones vitales como la Sanidad, la Educación o la vivienda. La inspiración del plan Beveridge: Social Insurance and Allied Services (1942), funcionó bien durante 30 años y, en España, esa satisfacción transmitían cuantos  emigrantes volvían de vacaciones desde Francia o Alemania entre los años sesenta y setenta, pero como país tardó en tener consistencia. Los opuestos al régimen franquista invocaban “la libertad”, inspiradora de canciones como la que, entre otros, compuso José Antonio Labordeta.

Lo que el “libertarismo” conservador y hasta ultra pretende –apropiándose de lo que este término significó para el anarquismo político- limitar las competencias  del Estado al “orden”, como en tiempos del absolutismo; en todo lo demás, cada cual ha de apañarse como pueda compitiendo con los más chulos. El sistema educativo, las formas de educar -y el qué enseñar-, ocupan un lugar privilegiado en esta opción por la que  Milei quiere encauzar su país y, por adopción, también a España. Quienes hoy lo premian en Madrid –partidarios de la “libertad de tomar cañas”-, han heredado a quienes la Institución Libre de Enseñanza (ILE) les fue incompatible, desde 1876, con el “libre mercado”. Siempre vieron, sin embargo, la privilegiada “libertad de elección de centro” –desde el propio siglo XIX, como estudió Ivonne Turin-, como lo más natural. Desde 1976, su “liberal” gusto por el monetarismo en provecho propio ha visto en la doctrina neoliberal de la Escuela de Economía de Chicago justificación para reducir la Escuela o la Sanidad pública. Su último espectáculo con la medalla al argentino incluye la deslealtad a las instituciones democráticas de los españoles, pero el meollo del mismo es Díaz Ayuso catequizando a Feijóo. Mientras sus fieles la jalean, el ahorro en compasión que Isabel canta a coro con Milei ofrece el cielo político a cuantos creen que La riqueza de las naciones –según escribía Adam Smith entre 1759 y 1776- es la clave de Los sentimientos morales. En esta apologética descarnada desde la Puerta del Sol, “libertad” es ahora “libertarismo” o actitud de erradicar las veleidades “libertinas” de cuantos se interesen –desde cualquier institución- por remediar las limitaciones de los demás.