UNIÓN EUROPEA

De Jacques Delors a Mario Draghi

Jaques Delors y Mario Draghi.
La competitividad no debe lograrse a costa de la pérdida de derechos laborales y sociales.

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Hace más de treinta años, en junio de 1993, se presentó el documento Crecimiento, Competitividad, Empleo: Retos para entrar en el Siglo XXImás conocido como el Libro Blanco de Jacques Delors. Su objetivo era dar respuesta a los altos índices de desempleo que padecía Europa y establecer los ejes principales que los Estados miembros deberían seguir para afrontar el futuro, así como las medidas de apoyo que se debían implementar a nivel comunitario. 

Delors advertía que la sociedad del futuro, es decir la de hoy, sería una sociedad cognitiva

Los ejes del extenso Libro Blanco de Delors se podrían resumir en cinco puntos: fomentar la adquisición de nuevos conocimientos, acercar la escuela a la empresa, luchar contra la exclusión, promover el aprendizaje de tres lenguas comunitarias y dar la misma importancia a la inversión en equipamiento que a la inversión inmaterial, especialmente en educación e investigación. Delors advertía que la sociedad del futuro, es decir la de hoy, sería una sociedad cognitiva. No es necesario responder a la pregunta de hasta qué punto España ha asumido, o no, unos objetivos que se consideraban prioritarios hace 30 años.

El eje en torno al cual giraban las propuestas de Delors lo definía él mismo al recordar que «invertir en lo inmaterial y valorizar el recurso humano aumentará la competitividad global, desarrollará el empleo y permitirá conservar las conquistas sociales. Porque el futuro de la Unión Europea y su proyección serán, en gran medida, el resultado de su capacidad para avanzar hacia una sociedad justa y progresista, basada en su riqueza y diversidad cultural«.

En conclusión, el Libro Blanco reafirmaba que “en la sociedad europea moderna, las tres obligaciones de inserción social, desarrollo de aptitudes para el empleo y plenitud personal no son incompatibles, no deben contraponerse y, por el contrario, deben estar estrechamente asociadas”. La riqueza de Europa en el ámbito científico, la profundidad de su cultura y la capacidad de sus empresas e instituciones deberían permitir, a la vez, transmitir sus valores fundamentales y preparar a sus ciudadanos para el empleo.

Antes de referirme al Informe sobre la Competitividad de la UE mirando hacia el futuro, un documento de 400 páginas encargado por la Comisión Europea, más conocido como el Informe Mario Draghi, me ha parecido útil repasar brevemente el Libro Blanco de Delors.

La competitividad no debe lograrse a costa de la pérdida de derechos laborales y sociales

Ambos informes comparten la intención de responder a los desafíos que enfrenta Europa, con la voluntad de intervenir a través de políticas y recursos desde la Comisión Europea. Sin embargo, ni la correlación de fuerzas es la misma, ni las urgencias demográficas, climáticas y energéticas lo son. A pesar de las diferencias, podemos encontrar un tronco común: la competitividad no debe lograrse a costa de la pérdida de derechos laborales y sociales. El camino está en sumar esfuerzos, en la acción conjunta y la cooperación entre todos los países miembros.

El eje de la propuesta de Draghi es la urgente necesidad de que Europa aumente su productividad a corto plazo, principalmente a través del avance tecnológico, para poder competir con gigantes como Estados Unidos y China. Actualmente solo 4 de las 50 mayores empresas tecnológicas del mundo son europeas, lo que evidencia la debilidad del crecimiento europeo frente a estos mercados. La brecha entre la UE y EE.UU en términos de PIB y productividad se ha ensanchado, afectando negativamente al nivel de vida de los hogares europeos. Gran parte de esta diferencia se atribuye al sector tecnológico, en el que la UE ha quedado rezagada respecto a EE.UU, que ha liderado la revolución digital.

Además Europa se enfrenta a un entorno global cada vez más incierto. Las empresas europeas compiten con mayores dificultades en el comercio internacional, y la UE ha perdido a Rusia como su principal proveedor energético. Las tensiones geopolíticas agravan la situación, mientras Europa sigue siendo débil en tecnologías emergentes. A pesar de la urgencia de nuevas inversiones, Europa no ha logrado desarrollar su capacidad innovadora en sectores clave como las energías limpias y la inteligencia artificial (IA).

El informe advierte que la Unión Europea enfrenta una nueva etapa sin precedentes, en la que el crecimiento económico no estará respaldado por un aumento de la población activa. Se prevé que  hasta 2040 la población laboral se reduzca en unos 2 millones de trabajadores anuales, lo que obliga a aumentar la productividad para mantener y expandir el Producto Interno Bruto. La tasa de inversión deberá incrementarse en 5 puntos porcentuales del PIB, un nivel que no se ha visto desde los años 60 y 70.

En síntesis, el informe propone tres grandes áreas clave para reactivar el crecimiento sostenible en Europa:

1. Innovación tecnológica: Europa necesita cerrar la brecha de innovación con Estados Unidos y China. Actualmente la UE carece del dinamismo necesario, lo que se refleja en una estructura industrial estática y en la falta de empresas tecnológicas que generen nuevos motores de crecimiento. Se requieren mayores inversiones en investigación y desarrollo (I+D) y un entorno regulatorio que favorezca la innovación y la comercialización de nuevos productos. Además es fundamental fomentar las capacidades de los trabajadores europeos para que puedan beneficiarse de las nuevas tecnologías.

2. Descarbonización y competitividad: La transición hacia una economía verde puede ser una oportunidad para Europa si se coordina adecuadamente. A pesar de ser líder mundial en tecnologías limpias, como turbinas eólicas y electrolizadores, Europa enfrenta una creciente competencia de China. El éxito en la descarbonización dependerá de la capacidad de la UE para reducir los costos energéticos, actualmente mucho más altos que en EEUU, y para transferir los beneficios de la energía limpia a los usuarios finales.

3. Seguridad y reducción de dependencias: Europa es altamente dependiente de países como China para materias primas esenciales y tecnología digital. Esta dependencia representa una vulnerabilidad estratégica que pone en riesgo la estabilidad y el crecimiento de la UE. Para mitigar este riesgo Europa necesita una auténtica política económica exterior que garantice la seguridad de sus cadenas de suministro. También es crucial mejorar la capacidad industrial en defensa, hoy fragmentada y poco competitiva a nivel mundial.

El informe también señala que la falta de concentración en objetivos comunes, el mal uso de los recursos colectivos y la falta de coordinación en políticas clave, están impidiendo que Europa maximice su potencial. A pesar de gastar de manera comparable a EE.UU en I+D, gran parte de este gasto se diluye en esfuerzos nacionales desconectados, lo que limita su impacto. Esto exige una política europea más ambiciosa, que unifique y coordine objetivos en áreas como el crecimiento, el déficit, la inflación, la política exterior y de seguridad, así como los derechos sociales. Además plantea la necesidad de resolver el eterno dilema que ha perseguido a la Unión Europea desde su fundación: “¿Menos Europa o más Europa?”. La respuesta está claramente a favor de “más Europa”, lo que implica más fondos europeos, nada menos que 800.000 millones de euros al año para proyectos comunes y una firme voluntad de los principales países para avanzar en esta dirección, neutralizando las fuerzas que se resisten a delegar soberanía nacional en beneficio de los intereses comunes europeos.

Europa debe actuar con urgencia para evitar comprometer su bienestar, su libertad o su sostenibilidad

En conclusión, Europa debe actuar con urgencia para evitar comprometer su bienestar, su libertad o su sostenibilidad. Esto requiere una evaluación común de la situación, un consenso sobre las prioridades y una coordinación europea efectiva. Es decir, una mayor política común europea. Aunque avanzar en estos objetivos es un desafío difícil, no hacerlo supondría una seria amenaza para el futuro de Europa. 

Renunciar a liderar las nuevas tecnologías, a ser un referente en responsabilidad climática, o a ser un actor global independiente, representaría un fracaso en términos de mejorar la productividad. El riesgo sería perder la capacidad de financiar el modelo social europeo y sus valores fundamentales, como la prosperidad, la equidad, la libertad, la paz y la democracia en un entorno sostenible. Un fracaso de este tipo pondría en peligro la propia razón de ser de la Unión Europea nos advierte  el informe.

Todo ello en una Europa hoy con mayoría de fuerzas conservadoras y un peso tan importante de la extrema derecha, el populismo y el racismo. Lo que exige exige del Gobierno progresista de España y de las organizaciones sociales y sindicales europeas un papel activo para asumir la advertencia del Informe Draghi: “si no actuamos, tendremos que comprometer nuestro bienestar, nuestro medio ambiente o nuestra libertad”. 

P.D. «Es una excelente noticia para el éxito de los objetivos del Informe Draghi que Teresa Ribera sea vicepresidenta europea de Transición Limpia, Justa y Competitiva, y que también ocupe la cartera de Energía, Clima y Medio Ambiente.»

Artículo publicado en 'El Blog de Quim'