CATALUNYA

Puigdemont, o el juego del escondite

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“Conocer y pensar no es llegar a una verdad absolutamente cierta, sino dialogar con la incertidumbre” (Edgar Morin)


Sin tener que acudir a las leyes de gravitación universal de Newton ni a la historia de la venganza del bandolero Nat Jove contra el asesino de sus padres en la película “Más dura será la caída”, sin ser augur ni adivino, el futuro de Carles Puigdemont“el jugador al escondite”, será la irrelevancia política, si es que antes no tiene que pernoctar en la cárcel, pues como ya dijo Homero, no sin ironía, la ira y la venganza son más dulces que la miel. Pocas palabras habrá que hayan sido tan prostituidas como “venganza”. La irracional ambición independentista de Junts y de quien hasta ahora era su líder, es la tapadera con la que se escudan algunos políticos catalanes: si no se les concede cuanto ambicionan, aplican lo que dijo Sansón según la Biblia en Jueces 16,23-31, “¡Muera yo junto con todos los filisteos!”. Escuchándolos a ellos y a otros muchos políticos, “de cuyos nombres no quiero acordarme”, solo vomitan rencor e insultos. Estamos llegando a la aberración del odio, basando la política en el desprecio del otro, en la convicción de que sólo los ciudadanos que se consideran de los nuestros tienen derecho a existir.

El futuro de Carles Puigdemont, “el jugador al escondite”, será la irrelevancia política, si es que antes no tiene que pernoctar en la cárcel

Estamos asistiendo con cierto temor y mucha incertidumbre a que se imponga la ley del más fuerte. No son pocos los políticos con poder, o que aspiran a conseguirlo, que explícitamente emplean esta frase o actúan según ella: “si considero que no te necesito, si no me eres útil, no me molesto en contar contigo”. ¿Le podrá suceder esto a Puigdemont? El tiempo lo dirá. Podría sucederle lo que la mitología griega cuenta de Eresictón, el rey soberbio de Tesalia que no prestaba culto a los dioses, negándose a realizar las ofrendas habituales que hacía la población. Un día quiso construir un techo de madera para uno de los salones de su palacio y decidió cortar una arboleda de la que formaba parte un árbol sagrado que era, además, un santuario ancestral de la diosa Deméter. Entones las dríades, unas ninfas que habitan en los troncos de los árboles, fueron a avisar a Deméter de lo que estaba a punto de ocurrir. La diosa, adoptando la forma de sacerdotisa, se personificó ante Eresictón para hacerle entrar en razón. Pero el soberbio rey no solo se negó, sino que amenazó de muerte a la mujer. Craso error. Deméter se mostró tal y como era y lanzó un castigo horrible contra el monarca: padecerás hambre eternamente. Por mucho que comiese, Eresictón nunca estaba saciado. El mito cuenta que Eresictón, arruinado, acabó en la calle mendigando y devorándose a sí mismo ante la desesperación de no saciar jamás su hambre.

Alejandro de Afrodisias, filósofo y matemático griego, fue director del Liceo ateniense y el más célebre de los comentaristas griegos de las obras de Aristóteles. Vivió a caballo entre los siglos II y III de nuestra era; por la trascendencia de su obra y de su pensamiento es considerado como el segundo gran representante de la escuela peripatética, sólo por detrás de su fundador, Aristóteles. Sus dos obras o tratados más emblemáticos son: “Acerca del alma” y “Acerca del destino”. El tratado “Acerca del destino” contiene una profunda reflexión desde un punto de vista aristotélico de dos temas de enorme presencia en la filosofía helenística: el tema del destino y el de la libertad personal. Sostenía que tres eran las causas que impiden a los hombres ver la realidad y descubrir la verdad haciéndolos esclavos de su propia soberbia e ignorancia: la arrogancia, la torpeza para aceptar los pareceres contrarios y la incapacidad para ver y comprender la realidad que está al alcance de cualquier entendimiento libre

Cómo llegan a hacer el ridículo aquellos políticos que habiendo tenido poder no son capaces de asumir la pérdida del mismo y con la pérdida del poder, la pérdida de cortesanos

En su tratado se opone al fatalismo estoico o creencia en el determinismo de los acontecimientos, dirigidos por causas independientes de la voluntad humana. Uno de los principales principios del estoicismo es la separación entre lo que está en nuestro control y lo que no lo está. En línea con el estoicismo, solo podemos controlar nuestras propias acciones, pensamientos y actitudes, mientras que todo lo demás está fuera de nuestro control. El rasgo definitorio de este fatalismo es la idea de que el futuro está fijado de modo tal que los sucesos y estados que ocurrirán en él habrán de ocurrir sin importar lo que ocurra en el presente: son inevitables. El vínculo causal que parece existir entre pasado y presente y entre presente y futuro son pura ilusión. Tanto los estoicos, pero más sus seguidores, aceptaron distinguir entre cosas que están a nuestro libre arbitrio y cosas que escapan de él. El criterio para diferenciarlas es que haya o no haya posibilidad de intervenir mediante acciones en el proceso de los acontecimientos, de suerte que el acontecer pueda tomar otro curso, esto es, que el lugar de las causas naturales pueda tomarlo un acto subjetivo de la voluntad. Para Alejandro de Afrodisias, sin embargo, la libertad es la ausencia de obstáculos que nos impidan llevar a cabo nuestros deseos, intereses, acciones o preferencias. Si esa es la libertad, el hombre es libre a veces, pero otras no. La relevancia causal de la acción humana consiste en interrumpir, modificar o influir en el curso de los acontecimientos externos en el sentido de una realización subjetiva de los fines. 

En estos días hemos asistido a una comedia bufa. Su protagonista, que representa la anormalidad política y democrática, se llama Carles Puigdemont, al que habría que recordarle, sin sutilezas, lo que decía Calígula“Con tal de estar en el escenario, no me importa hacer el ridículo”. Pasados los días de su presencia permanente en los medios, y redefiniendo su papel político e histórico, de ahora en adelante, acariciando gatos en Waterloo, como lo que la mitología griega cuenta de Eresictón, en su futuro para sus seguidores, para los catalanes y para los restantes españoles, será un estorbo más que una ayuda. Es el ejemplo perfecto de lo que escribió Valle Inclánun esperpento de difícil comprensión y múltiples interpretaciones. Junts no debería olvidar que los partidos mesiánicos entran en ocaso cuando su líder pierde relevancia y referencia; recurriendo a la memoria, basta recordar lo que les sucedió a Rivera y “Ciudadanos” o a Iglesias y “Podemos”. Se sobrevive mal, hasta caer en el olvido, cuando ya no se tiene mando. Con clarividencia lo argumenta Richard Sennett, el sociólogo estadounidense adscrito a la corriente filosófica del pragmatismo en su obra “El declive del hombre público”. En ella aborda la crisis del hombre público, a partir de la falta de equilibrio que existe al pasar de la vida pública y la vida privada; nos muestra cómo llegan a hacer el ridículo aquellos políticos que habiendo tenido poder no son capaces de asumir la pérdida del mismo y con la pérdida del poder, la pérdida de cortesanos, aduladores e influencia; hasta el teléfono les deja de sonar. Bien lo experimento Ovidio cuando fue desterrado de forma fulminante al Ponto por el emperador Octaviano; lo dejó escrito en este célebre dístico latino: “Donec eris felix, multos numerabis amicos; tempora si fuerint nubila, solus eris”. (Mientras seas afortunado, tendrás muchos amigos; pero si el tiempo se nubla, te quedarás solo)

Puigdemont, actuando como un niño jugando al escondite, en lugar de afrontar las consecuencias de su realidad histórica, ha saltado al vacío de la irrelevancia política

En este contexto de escapismo político que ha revolucionado el mundo de la política y de los medios de comunicación para explicar y exigir responsabilidades sobre cómo pudo Puigdemont escaparse de nuevo, es bueno reiterar la reflexión de Alejandro Afrodisio en su tratado “Acerca del destino” sobre las tres causas que impiden a los hombres ver la realidad y descubrir la verdad, Puigdemont y los fanáticos que a ciegas le secundan, se están haciendo esclavos de su propia soberbia, incapaces de leer la realidad: poseen excesiva arrogancia, son torpes a la hora de aceptar los diferentes argumentos para explicar este cobarde escapismo y carecen de esa necesaria capacidad para comprender esta nueva realidad política catalana que representa el gobierno de Salvador Illa.

Puigdemont, actuando como un niño jugando al escondite, en lugar de afrontar las consecuencias de su realidad histórica, como asumieron con responsabilidad legal y cárcel otros de los políticos catalanes en su fallido intento independentista, ha saltado al vacío de la irrelevancia política, los comulgantes antagonistas seguramente nunca sabrán que las posiciones justicieras no engrandecen a un país, que el deseo del cuanto peor mejor no es patriótico, y que su incapacidad para comprender que lo que importa es lo que empieza y así dejar atrás el procés sólo demuestra mala fe e impotencia política.

Toda tesis es susceptible de cambio y toda opinión puede ser fortalecida o rechazada; pero estamos llegando al convencimiento de que es más fácil engañar a la gente que convencerlos de que han sido engañados. Seguramente lo que ha sucedido con la segunda huida de Puigdemont y su “juego del escondite”, al que atónitos hemos asistido, después de un sin vivir y un hartazón mediático, pasará al olvido y quedará como ejemplo de un político mendaz y cobarde. Este conjunto de despropósitos evidencia una manifiesta inmadurez de un político que ha convertido durante siete años la política en un modus vivendi y que no le ha ido mal. Porque no es la política la que hace a un candidato inepto, cobarde, prevaricador, delincuente o con escasa credibilidad, es nuestro voto el que le convierte en un político.

Seguramente lo que ha sucedido con la segunda huida de Puigdemont y su “juego del escondite”, pasará al olvido y quedará como ejemplo de un político mendaz y cobarde

Una adecuada gestión de la incertidumbre pasa por aceptar que existen múltiples situaciones que nos afectan y que no dependen de nosotros; no especialmente en lo que ha sucedido en el pasado, sino a los cambios que nos pueden llegar con el futuro; un futuro de cambios que, al no depender de nuestro acción o control, puede percibirse o como amenazas o como oportunidades. De ahí que dudar y entrar en un honesto análisis de posibilidades, requiere fortaleza de mente; aceptar la duda exige escuchar, tener en cuenta las opiniones de los otros, explorarlas y reflexionar sobre ellas, aunque esto nos haga dudar de nuestras anteriores certezas.

Según Einstein la mente es igual que un paracaídas, solo funciona si se abre. Una mente cerrada no acepta ideas o pensamientos de otras personas, mientras una mente abierta acepta todo tipo de ideas y, aún, cuando no esté de acuerdo con ellas, las respeta. Decía Antonio Machado que es propio de mentes estrechas embestir contra todo aquello que no les cabe en la cabeza y concluía, “si eliges tener una mente cerrada, elige también tener la boca cerrada”. 

Cuando la necesaria humildad no está presente en una persona imbuida de poder, ésta se encamina hacia un cierto tipo de locura

Bertrand Russell sostenía que el hombre cuyo único interés en el mundo es que el mundo le admire tiene pocas posibilidades de alcanzar su objetivo; puede tener su momento de gloria, pero al final, cae en el ridículo y el esperpento; y añadía que cuando la necesaria humildad no está presente en una persona imbuida de poder, ésta se encamina hacia un cierto tipo de locura es “la embriaguez del poder”; la soberbia, la desmesura y la huida de la realidad, son los males que suelen invadir a ciertos políticos en el ejercicio del poder y más aún, cuando lo pierden; es lo que le pasará en este momento a Carles Puigdemont, en la nueva normalidad con Salvador Illa en el Gover de la Generalitat. 

Puigdemont y su ambición es ya un final de etapa; en el pasado era un problema para Catalunya y España, hoy es una anécdota y una imagen acariciando gatos en Waterloo; y los 10 años anteriores en la historia serán una época para olvidar. Muchos ciudadanos confiamos en que lejos de egoísmos de partido, cálculos electorales y pretensiones mezquinas, nuestros políticos sabrán reconocer sus errores, ofrecerán gestos de nobleza y darán respuestas que estén a la altura de lo que, con ilusión, esperamos. Es lo que tiene el orden: no a todos emociona, no a todos seduce, pero tranquiliza. Hoy más que nunca hay que reivindicar la importancia honesta de la política y devolverle, entre todos, la credibilidad que en estos días pasados ha ido perdiendo.