jueves. 27.06.2024
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Imagen: Pixabay

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Recuerdo que allá por los finales del siglo pasado un comisario de agricultura de la UE, llamado Fischler, venía con mucha frecuencia a España empujado por el polvorín que suponía la entrada de nuestro país en la Unión Europea y por tanto la obligada transformación del sector agrario. Ello era absolutamente necesario para encajar en los programas de apoyo a los sectores primarios conocidos como PAC (Política Agraria Comunitaria) aún vigentes. El comisario Fischler tenía aspecto de “bonvivant” y a fe que lo era. Venía con alegría a España porque adoraba el país, sus paisajes, paisanajes y sus costumbres, particularmente las culinarias. Era habitual verle tanto entre burócratas como entre agricultores y otros productores. Nunca se recató del mensaje que abre esta columna ¡por qué insisten en hacer agricultura, hagan paisajismo!

De manera sutil venía a decir, teniendo como tienen ustedes un paraíso para los sentidos, ¿por qué destrozarlo para arrancar unas cuantas fanegas que requieren apoyo de la Unión para dar de vivir a sus cultivadores? Un territorio sin otros recursos o con unas condiciones idóneas como Ucrania o Suiza es lógico que se dediquen a los cereales o las vacas, pero la sinfonía de ríos, montañas, valles, playas, puertos y demás que forman el territorio nacional por qué deberían ser destruido y remozado con una rima tonta que hila campo con subsidio. 

No deseo poner en duda el valor y la solidaridad implícita en el mecanismo de distribución de fondos europeos, lo que quisiera es resaltar el que existen otras opciones

La Comisión y el propio Fischler ya intuían que el proceso de armonización del campo español se haría a la baja, esto es a transformarse en función de la orientación de la ayuda. En lugar de provocar un cambio innovador, la PAC tuvo el indeseado efecto de modelar las actividades primarias mediadas por el filtro de la ayuda, lo que se ha ido produciendo es un lento devenir de una agricultura amigable y sostenida a una agricultura industrial de la que se benefician los grandes inversores, no los pequeños productores que pierde opciones comerciales y sus territorios ancestrales.

No deseo poner en duda el valor y la solidaridad implícita en el mecanismo de distribución de fondos europeos, lo que quisiera es resaltar el que existen otras opciones, porque el modelo vigente tiende a promover actividad capitalizable por un número menguante de propietarios en detrimento de la mayor parte de los agricultores españoles. La eliminación de actores y voluntades enraizadas en los territorios permite que se instalen en el centro de la toma de decisión actores y voluntades que nada tienen que ver con el territorio sino con el margen comercial y la rentabilidad creciente que esperan a expensas de la extenuación de recursos de todo tipo, tierras, aguas, patrimonio y red cultural. Cuando esto ocurre, cuando han devastado todo, levantan la inversión y vuelan a otro lugar u otra actividad, un fondo puede pasar de invertir en tomates almerienses a bloques de apartamentos turísticos, no problem.

Quien sí tiene un problema a medio y largo plazo es quien tiene sus expectativas y anhelos en la tierra que le vio nacer, en la que se siente persona y no un número de bonista. Y tiene recursos para aspirar a la mayor dignidad, el más determinante de todos, una tierra generosa con el pequeño productor y con la biodiversidad que le rodea. Fischler era un comisario de origen austríaco que sospechaba que parte del dinero de la UE iba a ser desviado a proveedores de la industria química, automoción, márquetin, logística, etc. Todo ello respetable, pero alejada que lo que podría ser el motor de una renovación revolucionaria del campo español: la abrumadora belleza de la naturaleza.

Otra personalidad austríaca, la ministra Leonor Gewessler, votando en contra de lo que le pedía el partido conservador ha facilitado el que lo troncal de la Política Verde Europea no se detenga y que avance por su flanco más conflictivo, el reglamento de Restauración de la Naturaleza, que con mucha delicadeza y con nuevo argumentario viene a decir lo mismo que hizo su compatriota veinte años atrás: adoren el paisaje. Ambos han sufrido y van a sufrir toda clase de vituperios por querer y admirar la Naturaleza. Incomprendidos y acorralados por fuerzas políticas vinculadas al capital, que los desacreditará en medios de comunicación y sindicatos agrarios ful, redoblando la apuesta nacionalista sin importarles que ello suponga la extinción progresiva de las formas de vida tradicionales, eso sí, con mucha banderita.

Va por vosotros amigos austríacos y por nosotros.

No hagan agricultura, hagan paisajismo