viernes. 17.05.2024

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Se piensa que, si existe alguna actividad democrática, esa es por excelencia la consulta a la ciudadanía. Sin embargo, no todas las consultas hechas a la ciudadanía pueden calificarse con la vitola de democráticas y podría añadirse que, en ocasiones, ni siquiera llegan a ser simplemente consultas, sino añagazas administrativas hechas por el poder político correspondiente. Añagazas que suelen terminar en verdaderos pucherazos. 

La correspondencia entre consulta popular y democracia no es tan simétrica como pueda parecer. Y existen consultas que no es preciso hacerlas, ya que, antes que ellas, existe una legislación que determina qué es lo que conviene y debe hacerse para el interés colectivo de la ciudadanía o porqué hacerla es una contradicción insalvable: ¿cómo un ayuntamiento democrático puede convocar a la ciudadanía para decidir qué hacer con un monumento que es la quintaesencia de lo antidemocrático

Un referéndum que normalice una alternativa que no tiene en cuenta la realidad golpista de ese edificio, hecha arquitectura, y la blanquee mediante el voto golpista, es un atentado contra la democracia

No traeremos a colación cantidad de consultas a la ciudadanía que han sido puñaladas traperas –no sólo la consulta sobre la OTAN–, trastocando las buenas intenciones de la población que, sin ambages, confiaba en que sus dirigentes políticos cumplirían con las formalidades de rigor que ellos mismos habían establecido legalmente para el mantenimiento del sistema. 

Hoy en Navarra el ayuntamiento ha lanzado la propuesta de pedir que el futuro del Monumento a los Caídos sea decidido mediante consulta popular. Aparentemente, se trata de una propuesta muy respetuosa y democrática. ¿Lo es? Puede, pero con toda seguridad estamos ante una iniciativa redundante e innecesaria. 

Rebobinemos. Pamplona, 5 de enero de 2024. Dijo el alcalde Asiron: “se retomará el proyecto para su resignificación, o incluso su derribo”. Pamplona, 10 de abril de 2024. Expuso Asiron: “Queremos que el mejor proyecto sea el que decida la ciudadanía”. Y pensar que en 1986, en un mitin dado en el pueblo de Sartaguda, HB exigía la demolición del monumento. 

Caidos demolición sartagua
Caidos demolición sartagua

Es decir, después de marear la perdiz, nos encontramos con que ni resignificación, ni derribo, sino lo que decida la ciudadanía. Y ésta, caso de decidir, lo hará en función de la propuesta que se le haga. ¿Y qué pasa si la ciudadanía no quiere decidir porque entiende que la Ley de la Memoria Democrática ya decidió claramente lo que había que hacer con un edificio de exaltación fascista y de enaltecimiento golpista, además de la consagración de una Navarra dividida en dos comunidades irreconciliables? 

¿Qué tipo de democracia es ésta que permite derogar leyes como la de la Memoria al gusto del franquista de turno? 

Produce rasmia aceptar un referéndum para decir si el edificio se rebautiza o se destruye, cuando quienes lo construyeron pasaron olímpicamente de pedir permiso a nadie para su erección. Lo hicieron por las bravas. Ni siquiera consultaron a los ayuntamientos. Aquí te cojo y aquí te mato. Y nadie les acusó jamás de antidemocráticos, ni de atentar contra la pluralidad ni la imparcialidad. Ni, menos aún, de falta de respeto y consideración a los humillados, postergados, asesinados; ni a los familiares de esto.

No queremos ser cáusticos, pero entendemos que nos encontramos ante una especie de inflamación demagógica, que no democrática, a la hora de entender lo que es una consulta de este carácter. Pues se olvida que lo que está en juego es un edificio de exaltación fascista, no un lugar de humillación de las víctimas. Entenderíamos las remodelaciones que recuerdan a las víctimas y que expresa y claramente condenan a los asesinos. O que, aquí mismo, se hubiesen mantenido lugares del horror como lo fue la cárcel de Pamplona o los muros que conformaron el fuerte de Ezkaba como penal represivo. Ambos debidamente eliminados o blanqueados. También que se hubiesen significado tantos lugares que fueron centros de terror, centros de detención y de envío a las cunetas, como el de la Junta de Guerra Carlista en Escolapios. ¿Por qué no se les aplicó la susodicha resignificación? ¿Era provocar demasiado a las derechas con las que hay que convivir? Pero es que el monumento a sus caídos no es un lugar de terror, sino de exaltación de golpistas y asesinos, en el que hasta recientemente se vinieron celebrando en su cripta misas a mayor gloria de todos ellos durante todos los 19 de mes, por la carlista y vigente Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz. Por tanto, resulta indigna su remodelación y digno que sea destruido.

La resignificación no tiene ni posee ningún valor mágico que pueda curar nada que ya no se haya curado después de cuarenta años. Ni es una cataplasma universal que pueda hacer algo positivo en torno a la convivencia o a la concordia con quienes jamás han querido convivir con quienes, según ellos, representaban lo peor de Navarra. Lo dijo de forma elocuente el golpista Eladio Esparza en su artículo La Canalla marxista: “¡Por si algunos, al terminar la guerra, se olvidan de lo que fue, ha sido y será la canalla marxista!» (Diario de Navarra, 26.2.1940). 

Consultar a la ciudadanía en este caso ni es el no va más de la democracia, ni una táctica bien calculada. Hagámonos esta pregunta: ¿sería una práctica democrática plantear en Alemania un referéndum para ver qué opina la gente sobre exhibir o no la cruz gamada? Si les parece que Alemania queda un poco lejos, planteémoslo con criterios locales, ¿por qué no hacer otro referéndum retroactivo acerca de la conveniencia de recuperar las figuras de Franco, Mola, Sanjurjo en nuestras calles…, para no olvidarnos de la Historia y aumentar así nuestra conciencia democrática? 

En serio: ¿qué tipo de democracia es ésta que permite derogar leyes como la de la Memoria al gusto del franquista de turno? 

Entendemos y podemos comprender que las derechas navarras, pero no toda su militancia, adopten la postura de la resignificación del monumento o mantenerlo como está, pero nos resulta incomprensible que lo hagan personas izquierdistas, feministas y republicanas. 

Molesta, y mucho, que la supuesta izquierda de Navarra haya permitido que en la ley estatal y en la de Navarra ni siquiera se cite el monumento de Navarra a Sus Muertos en la Cruzada. ¿Acaso no tenía el edificio suficiente tamaño y entidad fascista? ¿No se dieron cuenta o miraron para otro lado, es decir, al plato de lentejas que le ofrecía el gobierno? 

Un referéndum que normalice una alternativa que no tiene en cuenta la realidad golpista de ese edificio, hecha arquitectura, y la blanquee mediante el voto golpista, es un atentado contra la democracia. Y un caso de surrealismo político inimaginable. 


José Ramón Urtasun, Laura Lucía Pérez, Víctor Moreno, Carolina Martínez, Carlos Martínez, Clemente Bernad, Jesús Arbizu, Pablo Ibáñez, Orreaga Oskotz, Txema Aranaz, del Ateneo Basilio Lacort

¿Lo que decida la ciudadanía?