viernes. 03.05.2024
Soatot. Acrílico sobre cartulina. 80,5 x 117 cm.
Soatot. Acrílico sobre cartulina. 80,5 x 117 cm.

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Arturo Prins | @prinsarturo

Francisco Soto Mesa
Francisco Soto Mesa

Vamos a ver. Por de pronto, con Francisco Soto Mesa se me ha clarificado que no puedo jugar a encontrar referencias simbólicas, metafóricas o figurativas en sus obras, porque constantemente me las baja de un tiro al encuentro con lo terrenal, lo meramente pictórico, retiniano e instintivo. Con lo que un pintor abstracto tiene entre los colores y los pinceles: sus manos, y no la cabeza, como Ángel González García, el historiador y crítico de arte indicaba en su libro “Pintar sin tener ni idea”, que es como Francisco arranca sus cuadros, sin saber absolutamente nada de cómo concluirán sus obras, sin tener idea de qué pintará. Quizás la mejor forma de pillar algo fresco y desatado, porque la mano es la que manda sobre la cabeza en un pintor, y, aunque yo no me lo crea del todo, en Soto Mesa se dan a la vez, o de forma inversa. Es decir, la mano piensa y la cabeza pinta. Y porque pintar es como viajar, no sé si al paso o al galope, pero en este artista, las pinturas parecen hechas de forma sencilla, a la carrera, y, sin embargo, qué equivocados estamos si así lo creemos.

La obra de Francisco, parece haber nacido de la nada, de la sencillez y la destreza de un pintor culto e inteligente, en el que ya todo rueda sin aspavientos, sin demasiados cálculos

Suavidad 
Armonía
Líneas controladas y sueltas
Equilibrios
Tensiones y giros cromáticos 
Geometrías abiertas y cerradas
Volúmenes interconectados
Gestos, curvas y líneas libres u organizadas

Y si les dijera que todas estas cualidades que se ven en cada cuadro, nacen del azar y el cálculo, ¿me creerían?

Puede que todo sea más complejo de lo que la aparente piel de sus cuadros invita a pensar, pero si no me creéis, leed como Francisco desarrolla su proceso cuando lo entrevisté en el programa de Arte en mi canal de Youtube, ART 4U: (Francisco Soto Mesa / Pintor / Entrevista en su estudio · 2023 ·)

Verre. Acrílico sobre lienzo 195 x 260 cm
Verre. Acrílico sobre lienzo 195 x 260 cm

"El azar y el automatismo en el proceso, son algo que elaboro de manera sencilla al colocar 15 puntos en la superficie de papeles cuadriculados, que son bocetos. Estos 15 puntos son seleccionados al azar, utilizando números de un juego de lotería, que voy colocando tanto en horizontales como en verticales, creando así una constelación de puntos, lugares donde algo debe suceder. Luego, en otro papel plano, paso al segundo estadio, que sería el automatismo. Conecto estos puntos de tres en tres, en un dibujo a lápiz que se desarrolla en apenas unos segundos, trabajando con estos 15 puntos. A partir de este esquema, que surge del azar y el automatismo, comienzo a explorar las posibilidades que pueden surgir aquí. Entonces, termino considerando que pueden nacer una serie de elementos y formas que me interesan, lo que podría llamar "el sí, pero no": la realidad y la abstracción, el equívoco. Posteriormente, este bosquejo lo traslado a la superficie del lienzo. De este primer esquema que elaboro desde estas cuadrículas y papeles, puedo comenzar a trabajar de forma muy analítica, viendo qué puedo hacer, qué puede suceder, y cómo puedo dialogar con esas formas e ilusiones de profundidad, del gesto. Esto en pintura, sí que implica un trabajo mental, gestual y vital, emocional. A partir de estos papeles del azar y el sistema de números, donde no conozco nada, luego puedo modificar el boceto previo en el cuadro, surgiendo así todo el proceso. Puedo añadir sugerencias volumétricas o gestuales."

Matmoe. Acrílico sobre lienzo. 195 X 146 cm.
Matmoe. Acrílico sobre lienzo.
195 X 146 cm.

Así es, la fluidez del espacio de los cuadros de Francisco zarpa de los números, de un sistema complejo de casualidad y unión de puntos. Del dibujo automático e inconsciente, lo mental nace del automatismo, “De aquellos cálculos, estos lodos” ¿o es al revés? Y así llega la pintura, luego el gesto de la mano, las emociones. ¡Menudo lío!, que Francisco resuelve con maestría y color, porque a los artistas no nos gustan las cosas fáciles, y, sobre todo, no lo olvido: de este barullo de trazos dibujados a lápiz, hay a la espera un gran colorista de fondo. 

En esta muestra, este sabio pintor quiere que reparemos en su doble pero indivisible proceso de creación, y en ese inevitable juego con el que nos guiña a todos, en ese Sí, pero no

Como en el cuadro titulado "Matmoe", donde las líneas finas verde pato y un corazón cerceta ladeado, es bañado en aguamarinas y mentas, acariciado por una ménsula rojo bermellón. A su vera, una especie de imán en naranja salmón y pastel. Ésta y otras misceláneas de colores pueden prepararse a ver, conjugadas en malvas con púrpuras de la serie del 2020/2021.

En "Ebeq", veo composiciones geométricas triangulares de rojos cadmios y bermellones que fragmentan los azules celestes, y así como quien quiere la cosa, en el sur del cuadro, de golpe aparecen unas manchas sucias de un amarillo ocre mágico, que vuelven toda la composición en algo vibrante. Curiosamente en cada pintura, Francisco trabaja en preponderancia por un color, y lo que concede a esas gamas, es la aparición de un color que los complementa. Por ejemplo, en “Soatot” veremos cómo los tierras, tabacos, sepias, terracotas, castaño o chocolates, acaban siendo bañados por un mar de verdes cobre y turquesa... esta es su intuición o su instinto de gran colorista, lograr excitar el color, ponerlo en jaque con su opuesto o complementario.

Geab. Acrílico sobre lienzo. 146 x 100 cm
Geab. Acrílico sobre lienzo. 146 x 100 cm

¿Soto Mesa, es un gran metodista o hijo de la pintura hecha a ciegas, instintiva e impulsiva? Ni yo lo tengo claro, de cómo un trabajo organizado, sistemático y azaroso, concluya en poesías de colisiones coloristas, danzas y revuelos de geometrías. Líneas sueltas, volumetrías sinuosas que pueden recordar a botijos o ánforas, vasijas griegas como podrían vislumbrarse en “Etoo”; y es que al final uno quiere encontrar una cometa, un hilo que la sustente, como en su cuadro “Ataato”, ver una montaña, o una pirámide circunvalada por un Nilo azul cerúleo y azur en su obra “Emetto”; pero no, él no pinta paisajes, a pesar de “ese sí, pero no” al que nos induce a jugar. Es simplemente lo retiniano, aquello que se ve, el atisbo de lo que la belleza exige, la armonía de lo abstracto y bello sin más, lo que funciona como sentimiento, como a Matisse le funcionaba en sus formas sintetizadas, esenciales. 

Francisco pinta desde luego por instinto, pero conoce sus hábitos, y conoce también el modo de administrárselos. Piezas con estructuras y juegos sonoros en movimiento, de hecho, luminosas, suaves o volátiles, el lugar donde los colores y las formas hallan al fin su verdad. Este pintor de signo tauro, sabe jugar con el aquí pronto, la tendencia de bajarlo todo a tierra, y pareciera que de forma inmediata. Coqueteando con las matemáticas en su proceso de construcción previa, y, sin embargo, más allá de esos cálculos exhaustivos, que parecen propios de un científico loco, que todo lo automatiza, sus pinturas relucen frescura y modernidad, es decir, aquello que carece de lo accesorio, que no envejece mal, como ninguno de sus cuadros; esa sensación de que están pintados sin grandes esfuerzos y para siempre, porque viendo sus pinturas de decenios atrás, tienen la magnificencia de no haberse oxidado. Sabe cómo dirigir el pincel, con capas planas, livianas. Sabe destrabar, poner las cosas dónde deben ir, nada falta, nada sobra, colocándolas en esencia, sacándolas del escondrijo a la superficie y sin quererlo, crear espacios que, aunque no haya orquesta que toque, van acompañados de banda sonora y danza.

Febba. Acrílico sobre lienzo. 210 x 195 cm
Febba. Acrílico sobre lienzo. 210 x 195 cm

¿Y qué otras cosas se pueden descubrir, de las más remarcables en los lienzos de Francisco, las que en muchas ocasiones conducen los ejes centrales de sus obras, y que contienen un apetito sensual? Las esferas, óvalos y ovoides, elipses y parábolas. Curvas abiertas y cerradas, cicloides y concoides, como en “Matmoe” o “Verre”, que a pesar de ver flotando un gigante monolito cubico de un precioso ocre dorado y marfil, es sostenido por unos piolines juguetones que apaciguan su peso, abrazado a un verde menta, acompañado de un rectángulo rojo coral. Todos estos gestos de líneas curvas desatadas y serpenteantes, sensuales e inconclusas, en oposición a cubos o duras escuadras y rectángulos, como en “Berre” o “Quernat”, rectas zigzagueantes o pirámides, excitan a los cuadros con movimientos peristálticos, constituyen el esquema de alimentación del cuadro, no su cocina, y que la vuelven como diría Luis Gordillo, una pintura “cachonda, juguetona, comestible”

No hay que subestimar esta fuerza cálida y liviana como en “Veveu” o “Izque”, “Aetto” y “Tetto”, pero al acecho, sus contrarias, obras frías, clarascomo “Hegge”, “Vesoa”, “Tetao”, “Yerer”, “Metao”, “Febet” y “Zuyque”, donde nace esa paleta de azules pálidos, glaucos, Munsell o cerceta. Sus últimas pinturas como en “Quteque”, el azul Francia y azul almirante refrescan la superficie al igual que en “Ores”, en donde los colores intensos y cargados de geometría se contrapesan con pirámides de guarreo, el color se disuelve en aguas embarradas de ocres, sin complejos, libremente. 

Etoo. Acrílico sobre lienzo. 116 X 81 cm.
Etoo. Acrílico sobre lienzo.
116 X 81 cm.

Pero voy a concluir, no sin antes remarcar lo que Francisco ha conseguido con el paso del tiempo: soltar lastre, dejar cargas telúricas del peso del óleo que lo convirtió en un pintor muy Rembrandtiano, no por lo figurativo, sino por su apetito carnal, denso y profundo, como en el cuadro El buey desollado (versión de Glasgow) de 1643 de Van Rijn, que me recuerdan muchas de sus obras de los años noventa; para en cambio ahora, volverse un pintor ligero como el acrílico, suelto y seco, plástico e inacabado, es decir, nada relamido, como en “Taatat” o “Cator”. Y vuelvo a pensar en Matisse o David Hockney, que juegan a no ser serios, y de allí que sus cuadros sean de niños con pinceles, libres y descontrolados. Sin embargo, sus cuadros también recuerdan a un pintor maduro, como el viejo Monet, en esos últimos cuadros de su jardín en Giverny, al apenas pintar sus nenúfares, simplemente trazarlos como si ya no tuvieran cuerpo de pintura. Que Francisco sepa perdonarme el que lo arrime a pintores figurativos que rondan la abstracción; sí, pero no.

Soto Mesa, a la vez que vibrante, con manchas chisporroteantes e incisiones geométricas, tiene mano de calígrafo oriental, cuyas manos son un instrumento obediente y a la vez rebelde, un disciplinado insurrecto. Porque, en efecto, al distinguir entre unas manos más libres y otras más escrupulosas, la química de sus jugos, discurre libre y suavemente por las capas más permeables, se doblan y se quiebran con las más rígidas, o puede a su vez, comprimirlas y recortarlas en vivo. Poder de densidad del color, y sus tensiones. El flujo y reflujo de silencios, paladeos, roces, impulsos o brisas, la complicada física sensorial y sensual de su pintura abstracta, se originan de un modo arduo y azaroso, científico, ¡quien podría decirlo.

Ebeq. Acrílico  sobre lienzo. 73 X 116 cm.
Ebeq. Acrílico sobre lienzo. 73 X 116 cm.

No quieran saber cómo se construyen sus títulos, no es esta ocasión para hablar de ello, porque nacen de crucigramas de letras que me llevaría otro texto para poder explicarlo, unas retículas de azares que dan estos títulazos exóticos. 

Así, la obra de Francisco, parece haber nacido de la nada, de la sencillez y la destreza de un pintor culto e inteligente, en el que ya todo rueda sin aspavientos, sin demasiados cálculos, sin embargo, todos los machos están bien atados, desde su inicio hasta su final. En esta muestra, este sabio pintor quiere que reparemos en su doble pero indivisible proceso de creación, y en ese inevitable juego con el que nos guiña a todos, en ese Sí, pero no.


Exposición de Francisco Soto Mesa
En la Sala José Saramago del 25 de abril al 18 de junio de 2024
Av. Mar Mediterráneo, 24, 28918 Leganés, Madrid


Pintura y proceso: “Ese sí, pero no”