domingo. 05.05.2024
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Tras un análisis sintético del contexto, en el que señalo la importancia de las condiciones vitales de la mayoría social y su respuesta, me voy a detener en un aspecto político-ideológico, la idea de que la democracia será social, participativa y solidaria, o no será, junto con la relevancia del respeto al pluralismo.

La importancia de las condiciones vitales

No entro en el detalle de las tensiones y agravios internos en las formaciones progresistas ni en el contexto externo de la polarización política con las derechas, los resultados de las distintas elecciones previstas, especialmente las europeas, y las perspectivas de continuidad (o no) de la legislatura, aspectos suficientemente debatidos y especulados en los medios y redes sociales.

Doy por supuesto la conciencia pública sobre la importancia de varios aspectos que cruzan las condiciones vitales, las incertidumbres populares y las prioridades mayoritarias de la sociedad: la persistencia -a pesar de alguna mejora relativa- de la gravedad de los problemas socioeconómicos y la desigualdad social, así como las insuficiencias de los servicios públicos -en particular la sanidad y la educación públicas-, la habitabilidad y la protección social junto con el deterioro de la capacidad adquisitiva de las capas populares (todavía hoy y descontando la inflación no se ha llegado al nivel de renta real de los hogares de 2007); la crisis medioambiental, así como de la reproducción social y de los cuidados junto con la violencia machista y la desigualdad de género; el creciente belicismo y los conflictos geopolíticos, incluida la amplia deslegitimación de las élites occidentales en el Sur global por su inoperancia ante el genocidio palestino; la articulación de la plurinacionalidad tras la aprobación de la amnistía, junto con la crisis territorial y la democratización del Estado, y las tendencias autoritarias, xenófobas y antidemocráticas, con el riesgo de involución ultraderechista.

Sirva esta sintética reseña de la realidad socioeconómica, geoestratégica e institucional como referencia para enmarcar la esfera sociocultural y de la representación política que, a veces, aparecen en los estudios sociales excesivamente autónomas o al margen de la situación social de fondo. Por un lado, la subjetividad ciudadana de malestar difuso y emplazamiento a las élites políticas para su respuesta, con una fuerte polarización de bloques, sobre todo políticos y mediáticos; pero cada vez más con fuerte segregación social, territorial y de género, incertidumbre medioambiental y un nacionalismo supremacista, excluyente y racista, todo ello en un difícil marco europeo y macroeconómico y con la instrumentalización derechista. Por otro lado, la capacidad gestora y de liderazgo de las izquierdas, en particular, de las dos fuerzas del Gobierno de coalición, PSOE y Sumar, con su corresponsabilidad y su competencia.

La relevancia del respeto al pluralismo

En la acción política de las izquierdas hay que considerar la interacción entre las dos dinámicas partidarias, la socialista y la transformadora, de necesaria colaboración y obligada diferenciación; la primera más preponderante y hegemonista, la segunda más subalterna y dividida. Ambas atienden a sus expectativas y planes respectivos sobre la configuración de sus espacios electorales, su estatus de poder institucional y la legitimidad social de sus opciones estratégicas.

Hay que superar las tendencias antipluralistas, con sus componentes autoritarios, burocráticos y sectarios, dominantes en algunas circunstancias

Pero la articulación de sus respectivos intereses, con la competencia y la complementariedad, tiene que atender a un principio fundamental: el respeto al pluralismo, con el reconocimiento de su representatividad e influencia sociopolítica, y los procesos democráticos, deliberativos y decisorios. Supone superar las tendencias antipluralistas, con sus componentes autoritarios, burocráticos y sectarios, dominantes en algunas circunstancias. Y todo ello vale para valorar la articulación de los distintos grupos políticos en torno a Sumar y su relación con Podemos.

Esos defectos, particularmente, entre las élites partidistas e institucionales de izquierda, les hacen perder calidad democrática y autoridad moral. En particular, el giro centrista de la socialdemocracia de la tercera vía, en los años noventa, acentuó su evolución hacia el neoliberalismo junto con mayor autoritarismo y, sobre todo, de combate contra su izquierda, convertida en su adversario principal. Esa dinámica anti unitaria es una gran tragedia para las izquierdas, algunas de las cuales practica el viejo criterio autoritario de ser débil con los de arriba (o su derecha) y fuerte con los de abajo (o su izquierda). Y es una práctica que se reproduce frente a las minorías o las disidencias, que arruina la convivencia unitaria, eficaz y ejemplarizante.

La democracia será social, participativa y solidaria, o no será

La democracia es la mejor forma de gobierno de los asuntos públicos, teniendo en cuenta la opinión del pueblo en un marco de libertades políticas y civiles. La gestión política y la función mediadora y representativa de los partidos políticos es imprescindible ante la complejidad y diversidad de la sociedad. Este sistema básico (liberal), sustentado en el Estado de derecho y con elecciones libres, está en peligro, no solo a nivel mundial sino en los propios países europeos, en los que se están reforzando tendencias autoritarias y antidemocráticas, con la instrumentalización generalizada de los medios de comunicación.

La democratización, como proceso participativo de la propia sociedad civil ante la prepotente capacidad decisoria de las oligarquías y el poder establecido, es fundamental

La democratización, como proceso participativo de la propia sociedad civil ante la prepotente capacidad decisoria de las oligarquías y el poder establecido, es fundamental. Ante la experiencia contradictoria de las últimas décadas de la aplicación institucional de políticas regresivas y autoritarias, con poco respeto al contrato social y político con las mayorías sociales, se ha producido cierta desafección popular por la política y los políticos. Se muestran las insuficiencias del simple formalismo institucional liberal si no va acompañado de dos características fundamentales.

Por una parte, su carácter social o igualitario, como contenido imprescindible para satisfacer las necesidades públicas y refuerzo del Estado de bienestar y los sistemas de protección social y regulación pública. Por otra parte, su dinámica participativa y de profundización democrática frente a los poderes oligárquicos no sometidos a regulación pública. Los dos aspectos, el social y el participativo-democrático, tienen un gran déficit en la construcción de la Unión Europea que, precisamente por ello, se resiente en su legitimidad.

En ese sentido, es insuficiente que la pugna ideológica frente a las derechas se restrinja a la libertad, como plantea la ponencia política de Sumar. Es fundamental no solo la disputa cultural sino, sobre todo, las transformaciones institucionales y estructurales que faciliten la libertad real de la gente y la emancipación respecto de las subordinaciones de todo tipo, es decir, la eliminación de las dinámicas de dominación.

No obstante, siguiendo la mejor tradición de las izquierdas democráticas y fuerzas progresistas, desde la revolución francesa y el republicanismo cívico, la política transformadora debe incorporar y combinar otros dos ejes fundamentales, la igualdad y la solidaridad.

Así la igualdad social, no solo retórica o formal en el plano jurídico o de los derechos, sigue siendo fundamental respecto del conjunto de estructuras sociales, económicas y políticas con profundas situaciones de desigualdad. La lucha contra la desigualdad es un patrimonio de las izquierdas durante estos dos siglos, y es imprescindible para avanzar en la igualdad de oportunidades y condiciones igualitarias, individuales y colectivas, en particular entre los grupos subalternos, con fuertes y gravosas desigualdades existentes de clase, de sexo/género o étnico-culturales, de raza u origen nacional...

Igualmente, es necesaria la solidaridad (o comunalidad y mejor que fraternidad por su sesgo masculino), considerada como proceso de cooperación social, incluido en los propios mecanismos protectores del Estado de bienestar, y apoyo comunitario. Es doblemente relevante en las actuales dinámicas de individualismo y desprotección pública, con la exigencia del reparto solidario de las tareas reproductivas y de cuidados, junto con su colectivización. Sigue siendo un elemento fundamental del feminismo, el ecologismo, el sindicalismo y la solidaridad internacional, así como con componentes de identificación sociocultural y sentido de pertenencia de clase o de grupo nacional. Se basa en el doble papel del ser humano, su carácter individual y social, con lo que la interacción humana, además de necesaria debe seguir unos criterios éticos, con unos derechos humanos y sociales que refuercen la sociabilidad, la cohesión y la integración social.

En definitiva, los tres valores tienen características propias pero, sobre todo, tienen una interacción entre ellos para que se apliquen de forma combinada y con las prioridades adecuadas en cada momento y circunstancia. Desde la perspectiva emancipadora, tienen plena vigencia ideológica y hay que readecuar y fortalecer su implementación en estas sociedades con fuertes tendencias dominadoras, segmentadoras e insolidarias. Es la mejor forma de reforzar la democracia social, participativa y solidaria y avanzar en el bien común.

Democracia social y pluralista